Degustación de interiores - Semanario Brecha

Degustación de interiores

Hoy la televisión puede reunir más posvanguardia que un museo y la tarea del mediador en arte adquiere ribetes salvíficos. A condición, anota Alba Platero -historiadora del arte y licenciada en artes visuales-, de que promueva en el espectador ciertas heterodoxias, como la de aprovechar lo que ve para meditarse.

Museo de Historia del Arte

—¿Qué objetivos tienen los cursos que ofrecés en el Museo de Historia del Arte (Muhar)1?
—Estructuran una síntesis vinculada a mi formación como profesora de historia, disciplina de la que en general provenimos los historiadores del arte. Por lo mismo, pendulamos entre la tendencia a la cronología y la síntesis que impone, por ejemplo, un programa de Secundaria. He tenido que dar, a liceales, cursos completos de historia del arte en lo que dura un año lectivo, un disparate. Entonces, por un lado vengo especializándome en sintetizar y, por otro, enfatizo la mirada crítica. Pensar en cómo fue escrita, y por qué, la historia del arte.
—La ideología implícita en la valoración.
—Claro, en ella tienen un énfasis muy grande los renacentistas, pioneros en registrarla y en tomar a la antigüedad clásica como modelo. Esta postura prolongó su influencia hasta hoy, todavía tendemos a valorar al artista capaz de acercar su creación plástica a una fotografía, actitud que los medios masivos no cesan de potenciar. Este realismo de “copia fiel” dificulta la valoración de líneas artísticas rupturistas que también, cabe recordar, vienen de lejos. Entonces, en el curso sintetizo algunos mojones clásicos, el renacimiento con su retorno a la cultura grecolatina, su proyección hacia los siglos XVIII y XIX a través de la Academia y otros comunes denominadores del clasicismo, con un enfoque que invita a reflexionar, más allá del gusto personal, de qué hablamos cuando hablamos de arte.
—Tocaste el talón de Aquiles, la relación del gusto con el conocimiento.
—Abordamos esa tensión a través de la estética, el concepto de objetividad, el “boom” posmoderno de la subjetividad cuyo germen estuvo, de algún modo, en el romanticismo, con su espíritu iconoclasta. Sigue costándonos, hoy, percibir un movimiento del cuerpo como arte, así que a partir de la “situación” del gusto indagamos no sólo lo que la historia del arte privilegió, sino lo que dejó de lado. La Segunda Guerra Mundial instaló el arte en Europa, el resto del mundo dejó de existir.
—¿Existe interés en la biografía del arte?
—Hubo avances significativos, pero queda mucho por hacer. Entre los progresos a destacar figuran la democratización del acceso y disfrute del arte, otrora reservado a elites, y los bachilleratos artísticos, el incremento en la producción e interacción –inauguramos la segunda Bienal de Arte en Montevideo–, y entre las cuentas pendientes una bien grande es la formación específica, no disponible en Uruguay. Los historiadores del arte fuimos capacitándonos en una interdisciplinariedad forzosa, lo cual incide en el trabajo con arte contemporáneo, donde no tenés más remedio que apoyarte en el acervo de la literatura y la filosofía, por mencionar apenas dos pilares humanísticos.
—Y la tecnología.
—Obvio. En su momento el impresionismo armó un escándalo pintando con manchitas; hoy la televisión nos surte de vanguardias. Pero cuando vemos, en un museo, un balde y un lampazo “abandonados”, tendemos a identificarlos más como olvido de la persona que limpió que como parte de una instalación. Y está el problema de la “incomprensión” de la obra de arte, trabajado largamente por el conceptualismo, los artistas que, desde Duchamp en adelante, buscaron cuestionar no ya un procedimiento sino al sistema artístico.
—¿Hay un kit de herramientas básicas para quien enfrenta por primera vez una obra de arte?
—(Sonríe.) Si estás en un museo, hay datos fundamentales que aparecen a primera vista, título de la obra, autor, en algunos casos, tema. A eso habría que incorporar el contexto de producción de la obra y abstenerse, sobre todo si el espectador es joven, de la tentación de simplificarla o “traducirla”. Abrir un espacio para que lo que está allí, y quien observa, dialoguen.
—En silencio.
—Sí, planeo trabajar con este ingrediente en las visitas guiadas que el Muhar propone a centros educativos. Aprovechando la sala dedicada a la cultura de Oriente y la necesidad de desacelerar la cabeza que tenemos todos, pienso en una estrategia que dirija la mirada hacia el interior de cada visitante. La ayudaremos cerrando los ojos y respirando profundo. n

1. Los cursos, que acaban de iniciarse en el Muhar, son: Vanguardias y arte contemporáneo (jueves de octubre y noviembre de 17 a 18.30 horas) y Tradición clásica y rupturas (mismos días de 19 a 20.30 horas). Consultas a disfrutararte@gmail.com, , y los teléfonos 094436412, 19501495.

Artículos relacionados