Este año se conmemora el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, y el ambiente teatral no podía quedar por fuera de tal aniversario. El teatro Solís decidió premiar por tal ocasión a dramaturgos que versionaran novelas clásicas del autor en lenguaje teatral. Es el caso del director y dramaturgo Gastón Borges, que adaptó la novela ejemplar El coloquio de los perros, a 400 años de su publicación, como parte en los actos por la nominación en 2015 de Montevideo como ciudad cervantina.
Borges se ha destacado en la dirección y escritura de textos propios junto a la compañía teatral La Carnicerí. Recordemos las originales puestas de Mugre (2010) y La cantante (2013), donde demostró su talento en la dirección de actores. En este caso se lanza a la difícil tarea de adaptar un texto clásico y no teatral, y en este emprendimiento se propone generar un diálogo con ese material desde la contemporaneidad. Para conformar el elenco convocó a actores de trayectoria y reconocido talento, como Adhemar Rubbo, Fernando Toja y Carlos Sorriba, que encarnan a ancianos marginales que acuden a un hospital con supuestos síntomas de sífilis, y que recuerdan en sus diálogos a los citados perros de la novela cervantina. Los acompañan en la búsqueda de un diálogo intergeneracional Martín Bonilla y Carolina Rebollosa (quien también se desempeña como asistente de dirección) como los profesionales que reciben a este trío tragicómico.
La puesta se convierte en un hilvanado de historias que recuerda la estética de los clásicos cuenta-cuentos. Borges decidió ambientarla en un hospital público en el contexto de la crisis de 2002, introduciendo en la sátira rasgos de crítica social (como la imagen de los cacerolazos, la estética derruida del hospital y la condición marginal de los protagonistas) para continuar con la intención de la novela. Ciertos nexos con el original recuerdan los diálogos entre los dos perros Berganza y Cipión, guardianes del Hospital de la Resurrección, que en las noches adquirían la capacidad de hablar. Aquí el diálogo es el protagonista y los relatos se trasladan desde el original. Las anécdotas de estos tres ancianos recuerdan historias de servicio y de vida, atravesadas por un humor que intenta soslayar la visible penuria de sus vidas actuales.
Como juego escénico Borges propone la dualidad del día y de la noche que estructura comedia y drama onírico, respetando las formas del barroco español. Dada la lógica dificultad, la puesta se torna por momentos monótona, pero es sostenida por el histrionismo de estos tres pícaros, en particular por el despliegue gestual y corporal de Carlos Sorriba, que demuestra una vez más su capacidad para la comedia. La obra estará en cartel unas pocas funciones y es el prelanzamiento del Festival Internacional Cervantino, que se llevará a cabo en octubre y noviembre en Montevideo.