Hace un par de años, en su primer disco solista, Copetín (2014), Lucas Lessa se revelaba como un personal y vital heredero del linaje tuquero. No conozco a nadie que esté en la franja de los treinta y que haga una música en esa línea que sea tan vital y auténtica.
Su segundo disco sigue la misma veta, inclusive en el título, Berretín.1 Empieza como un documental: sonidos de calle, un bandoneonista empieza a probar su instrumento. El sonido del bandoneón se va acercando hasta que tapa el ambiente de fondo, y así transitamos desde el documental a la ficción: se le suman tambores y otros instrumentos, y empieza la canción que da título al disco, un milongón tangueado. Pero pronto se agregan unos vientos de música tropical, y es como si el espíritu de Romeo Gavioli se mezclara con el de Pedro Ferreira, y la llevada candombera más lisa de la parte A se alterna con el increíble groove milongueado de la parte B (qué buenos esos arrastres que llevan a los tiempos fuertes).
Luego de hincar los pies en el barrio y en algunas tradiciones, el disco se aleja unos pasos. Va a cargar esos elementos en la mochila, estarán ahí, como un principio estético, como un cimiento. No hay ritmo murguero (que sí había en Copetín), tan sólo unos coros masculinos en un par de temas con un acento cercano a la murga. Ninguna de las melodías es tan lisa como la de “Berretín”. Hay mucha armonía de jazz-fusión y las melodías parecen inventadas desde un instrumento, no desde el canto. En “De pescador y artesano” la voz baja por saltos configurando un acorde de séptima mayor apartado de la tonalidad básica y luego se escapa con un tritono (en español: difícil de cantar, de entonar o meramente de embocar las notas). “El Estadio”, candombe de pasión futbolera, tiene una sustancia musical de veinte compases llenos de saltos, cromatismos e inesperados vuelcos armónicos, que no contienen ninguna repetición interna y donde no hay una sola estructura simétrica. La magia es que estos procedimientos están tan naturalmente entrañados con el espíritu de fiesta, tan cargados del referente callejero, navegan tan bien sobre los tambores, que aunque la canción técnicamente no se preste para ser música de fogón o de hinchada, trasmite espíritu, olor y color de música de fogón o de hinchada.
Otra diferencia con Copetín, también hacia el lado menos “popular”, es la presencia de tres surcos instrumentales. En la etapa anterior, el Lucas cancionista, cantante y guitarrista se había canalizado en Copetín y el otro, trompetista, se había volcado en el proyecto instrumental Brass Oriental. Ahora los dos confluyen. De hecho, mientras las melodías vocales se ponen más “instrumentales”, los instrumentales parecen canciones: breves, netos, gozosos, casi que se podrían bailar. No hay nada de esa cosa medio palomita que tantas veces se asocia con el fusion jazz. “Vuelo” incluso tiene mucho de Lady Jones, aquel proyecto medio subterráneo de los noventa y que cada vez más emerge como un referente (y de hecho, en otro surco interviene Tucuta, el líder de Lady Jones y gurú del candombe-funky).
La tímbrica es siempre tupida, en todos los surcos toca mucha gente, y esto es parte del espíritu de cosa colectiva que el disco respira. Los músicos son todos excelentes y la producción impecable. La imagen sonora global que me queda es la formación de banda beat con tambores u otro tipo de percusión, las guitarras limpias (a lo jazz), el bajo bien gordo, el toque retro del piano Fender y vientos funkeros. Pero cada surco tiene su inventiva sonora, siempre hay algún instrumento peculiar. Aparte de los ritmos citados, hay algún samba, una balada pop y cosas inventadas en compases cambiantes. No es un disco introspectivo, aunque la gozadera a la que aluden las letras y que suena en las músicas siempre está teñida por alguna sombrita armónica que insinúa zonas más profundas. Simplemente que el propósito no es zambullirse y mirar de frente esa profundidad, sino volcarla en una energía rítmica poderosa, festejar, transpirar, abrazar. La rica intuición de Lucas se ejerce sobre una gran inteligencia musical, aparente en todas las composiciones y arreglos.
La presentación es esta noche, viernes 24, en la Sala Balzo, y debe estar buenísimo escuchar esta música en vivo.
- Edición del intérprete (con apoyo del Fonam), 6727-2, 2016.