Aunque las páginas de cultura sean cada vez más de espectáculos, existe en el país una tradición crítica en las artes visuales y escénicas, en la literatura y hasta en el Carnaval. Sin embargo no existe –ni en la prensa periódica ni en la especializada– crítica arquitectónica. En los corrillos de la Facultad de Arquitectura o en sus estudios profesionales los arquitectos dedican largas conversaciones a cuestionar los desaciertos constructivos que año a año moldean la trama urbana, pero nadie se ocupa de problematizar en el ágora pública la producción arquitectónica contemporánea. En los años cincuenta, los artículos publicados en Marcha, firmados por Leopoldo Artucio, Ricardo Saxlund, Walter Chappe y Ramón González Almeida, cuyas severas plumas realizaban un trabajo crítico de los edificio...
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