En la explanada del Solís: reestreno de La milagrosa. Detrás del cristal - Semanario Brecha
Teatro. En la explanada del Solís: reestreno de La milagrosa

Detrás del cristal

DIFUSIÓN, ALEJANDRO PERSICHETTI

En las afueras del mayor escenario de la ciudad, el 9 de noviembre cualquier peatón distraído pudo toparse con la performance La milagrosa, dirigida por Valeria Píriz y Ximena Echevarría. Es que, tras ganar el fondo Fortalecimiento de las Artes, varias funciones de esta extraña propuesta fueron llevadas a cabo en el espacio público. Así, un santuario, circundado por mesas redondas, regía la explanada del Solís en lo que parecía tratarse de una celebración, mientras la música sonaba en los parlantes para animar esta reunión espontánea. La puesta en escena, centrada en una santa encerrada dentro de un prisma, recuerda a las esculturas religiosas que pueden verse dando un paseo por las rutas argentinas, a las procesiones barriales o –evocando la imagen, más contemporánea, de una enorme caja transparente– al envoltorio de una Barbie. El montaje, de acceso libre, irrumpió sorpresivamente en los flujos citadinos; la anécdota se inspira en la historia de una niña peruana que, con 5 años, quedó embarazada (la noticia fue publicada en The New York Times, en 1939) y nos obliga a presenciar un excéntrico recorrido por los diferentes puntos de vista que puede disparar una situación tan bizarra y oscura.

Recordemos que Valeria Píriz viene trabajando desde hace años con el desarrollo de intervenciones en la calle: dirige el colectivo feminista Diez de Cada Diez. Por su parte, Ximena Echevarría se encuentra presentando la experiencia performática Bernarda a puerta abierta, en el espacio La Madriguera. Ambas artistas investigan y experimentan sobre las posibilidades expresivas que tienen los cuerpos para contar historias dolorosas.

La milagrosa invita al público al cumpleaños de «la embarazada más joven del mundo», ya que esta niña se presenta como un caso extraño, un fenómeno que se expone bajo la mirada de quienes podrían ser un médico, una enfermera-partera, una mujer o una madre. Con acertada interpretación de Candela Guidali, la niña se mantiene en su neutralidad mientras los otros personajes se acercan al público contando partes de su historia. Sin un orden determinado, recorren las mesas mientras relatan sobre la figura ausente del padre, el dolor y la vergüenza de la pobre niña, los ribetes místicos y mágicos de las posibles causas del embarazo, la posibilidad de que su condición sea un milagro, las búsquedas de explicación científica o los ribetes más oscuros del abuso infantil. Sobre el manejo de la información en la prensa y la sociedad, sobre la mirada de los otros y también sobre la inacción y el silencio, los cuerpos en movimiento invitan a la reflexión mientras miran a los ojos del público.

Entre esta coreografía de extractos, el personaje de la niña queda expuesto a la vez que atrapado dentro de su caja de cristal. En los registros se dice que Lina Medina fue la madre más precoz de la historia de la humanidad y que creció en una de las zonas más pobres de Huancavelica, en Perú. Las directoras, interesadas en su historia, eligieron darle visibilidad para cuestionar la doble condición de niña-madre y las reacciones de la sociedad en aquella época, mostrando cómo distan –o no– de las posiciones de hoy en día. A través de la danza, los performers (Maite Bigi, Silvia Copello, Candela Guidali, Valeria Martínez, Germán Weinberg)evidencian el doble discurso de la moral religiosa –la explicación mística pone el foco en el milagro mientras que deja en segundo plano el delito de abuso infantil– y ponen en cuestión, a su vez, la mirada científica, a la que solo le interesa indagar sobre las posibilidades biológicas de la gestación. Hay un gran esfuerzo de los actores, que luchan por retener la atención de los espectadores por sobre las distracciones y los ruidos del espacio público; en este sentido, la elección de los elementos escénicos y la iluminación, que encuadran la escenografía, consiguen concretar un territorio cuidado en el que sus discursos se escuchan y contienen. Así, el montaje logra la cercanía necesaria para obligarnos a conectar con esta historia tan humana como dolorosa que nos sigue interpelando como sociedad.

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