La evolución de la televisión en este siglo XXI alcanza no sólo a sus personajes de carne y hueso. Tramas complejas, desafiantes, universos cargados de personajes, historias que se ramifican y se tornan intensas a la hora de seguir. No, no estamos hablando de Westworld. Son los dibujitos de siempre, aquellos que mirábamos a la hora de tomar la leche, que vuelven por sus fueros y apuestan doble, alcanzan tanto a adultos como a niños, con productos relacionados con grandes canales, como lo son Cartoon Network o Disney, o a franquicias como Star Wars, pero asociados a su vez con nombres y apellidos, porque esta “primavera de la televisión” tiene un fruto muy especial: los dibujitos animados de autor.
“Gravity Falls”, de Alex Hirsch. Dipper y Mabel Pines son dos hermanos mellizos de 12 años que viajan al pueblo de Gravity Falls, Oregon, a pasar un verano al cuidado de su tío abuelo Stan. El pueblo es bastante raro, así como sus habitantes –con Stan, un estafador del tres al cuarto que dirige una trampa para turistas llamada La Cabaña del Misterio, a la cabeza– pero hay algo más que peculiaridad a simple vista. En Gravity Falls pasan cosas muy raras. Pronto Dipper encontrará un diario-libro donde gran parte de los misterios, monstruos, fenómenos paranormales y lugares malditos están documentados y, junto a Mabel, comenzarán la aventura de investigarlos. No sólo ellos, dos empleados de la cabaña –el pintoresco Soos y la adolescente Wendy– serán ocasionalmente de ayuda, y el propio tío Stan funciona, dependiendo del caso, de solución o problema. Así, en los 40 episodios que dura la serie (caso curioso, termina) tendremos una historia general (un gran misterio, si se quiere) que vendría siendo: ¿quién escribió el diario y por qué?, al tiempo que cada capítulo es una historia única. Esto es hasta llegar a la recta final, cuando –con el autor del diario revelado– todo gira alrededor del enfrentamiento contra la tremenda amenaza que se ha ido gestando a lo largo de los capítulos. La serie mezcla a la perfección el horror con aventuras infantiles (su fuerte impronta ochentosa la pone como clara antecesora de la exitosa Stranger Things) y comedia, pero su mayor logro es que, más allá del misterio o la aventura, habla de esos dos hermanos prepúberes, su despertar sexual, cómo van creciendo y afrontan el que probablemente sea su último verano juntos, al mismo tiempo que se adoran y son tremendamente leales el uno con el otro. El cerebral Dipper y la colgada e instintiva Mabel son dos hermosos personajes, de los que uno se enamora al instante. Amén de eso, no queda punta sin cerrar y todos los misterios presentados encuentran su justa solución. La cuidadosa creación de todos los personajes en Gravity Falls –prácticamente no hay nadie en el pueblo al que no se le haya definido la personalidad– tiene su recompensa en la tensa recta final, cuando con un tríptico de episodios la serie termina en una aventura a todo trapo. Y si usted no se emociona hasta las lágrimas con el último capítulo, hágase ver porque debe de tener un pedazo de roca en el pecho. La serie es simplemente una maravilla.
Alex Hirsch es un joven (nacido en 1985) creador, animador y actor, veterano de varias series de Cartoon Network (tales como Las maravillosas desventuras de Flapjack y Pecezuelos) y Gravity Falls, su primer proyecto integral. Es el niño mimado de Hirsch –quien en la serie da voz al tío Stan, entre otros personajes–, quien reconoce la influencia del estudio Laika (el responsable de Coraline, ParaNorman y The Boxtrolls), donde estudió, trabajó y se formó.
La serie se encuentra tanto en Cartoon Network como en Netflix (cabe advertir que en esta segunda opción falta inexplicablemente el tríptico que cierra toda la historia, nada menos).
“Over the Garden Wall”, de Patrick MCHALE. Dos hermanos (Wirt y el maravilloso Greg) se pierden en el bosque. A medida que tratan de encontrar el camino de regreso se van internando más y más en la espesura y las cosas se van volviendo cada vez más oscuras, más sombrías, más misteriosas, ya que el bosque parece extrapolado de lo más negro que podrían llegar a ofrecer los cuentos de los hermanos Grimm (con “Hansel y Gretel” como obvia –aunque no única– referencia). En apenas diez episodios de poco más de diez minutos la historia de los dos hermanos (más su rana –sí, tienen una rana–), la relación entre ambos, todo lo que van encontrando en el bosque y los distintos personajes con que se van cruzando –desde animales parlantes con sus propios problemas, pasando por un leñador del cual es difícil decir si es amigo o enemigo, hasta una misteriosa y temible bestia que acecha– va conformando una única y detallada historia que no carece de vuelo poético, momentos de horror puro y duro, humor y una hermosa historia de amor fraternal entre los protagonistas. Aunque por momentos aparente ser demasiado siniestra, la serie de McHale se sostiene siempre en equilibrio, con chistes ruidosos que iluminan lo sombrío de su ambiente como si de repente el cielo se hubiera despejado de nubes.
Patrick McHale es también parte de la nueva camada de artistas y animadores (nacido en 1983) que vienen avanzando con paso firme en la animación actual. Escritor y director creativo de Hora de aventura, Over the Garden Wall es su primer proyecto en solitario (y con el que ganó el Emmy, nada menos). Ha colaborado incluso con Alex Hirsch. Ambos formaron parte de Las maravillosas desventuras de Flapjack, y McHale aportó su voz para tres episodios de Gravity Falls.
“Star Wars Rebels”, de Kinberg, Beck Y Filoni. El imperio está instalado en el universo y rige con mano de hierro los destinos de la galaxia. Pero un grupo pequeño de disidentes en un lejano planeta comienza a hacerse notar en cada vez más actos de rebeldía. Encabezados por Kanan Jarrus, un jedi bastante peculiar, este sexteto que incluye al protagonista Ezra Bridger –el hijo de dos disidentes desaparecidos–, un joven ladronzuelo que comienza a dar muestras de controlar “la fuerza”, a la piloto Hera Syndulla, a la ex aspirante a trooper Sabine Wren, al tan bestial como divertido Zeb Orrelios y a Chopper, el infaltable androide, se las ingenia para complicarle las cosas al imperio con cada golpe de mano, cada sabotaje, cada infiltración. Ubicada unos 14 años después de Las guerras clon y a cinco de Una nueva esperanza, esta serie cumple maravillosamente bien y se posiciona a la difícil altura de los mejores momentos de la saga Star Wars (claramente no estoy hablando de las precuelas). Con personajes muy queribles, situaciones tensas, buenas historias, apariciones específicas de personajes del resto del universo muy bien metidas (la de Lando es la mejor aunque al más pintado se le hiela la sangre cuando asoma Darth Vader), es una gran serie, a la altura de una de las mejores sagas de aventura y ciencia ficción. Acaso sólo se le puede objetar una animación algo fría o estática, pero nada que afecte en profundidad.
Con la tercera temporada exhibiéndose actualmente en Estados Unidos, las dos primeras se encuentran disponibles tanto en Netflix (como parte de ese megaacuerdo entre Netflix y Disney que ha otorgado al servicio de streaming a toda la saga de Star Wars) como en Cartoon Network.
El trío de creadores que lleva adelante esta historia –Simon Kinberg, Carrie Beck y Dave Filoni– es algo más heterogéneo que nuestros ejemplos anteriores (imposible que un producto como Star Wars tenga un solo creador responsable). Kinberg es un productor con larga carrera en el medio –The Martian la más reciente– así como un escritor de películas clase A (aunque con resultados variados) tales como El señor y la señora Smith y Sherlock Holmes. Para Beck Star Wars Rebels es su mayor crédito hasta el momento. Filoni en cambio lleva un buen tiempo en la industria: empezó en la mítica El rey de la colina, de Mike Judge, y ha recorrido series como The Oblongs y Avatar, The Last Air Binder. Tampoco el universo Star Wars le es ajeno: fue escritor y productor de Las Guerras Clon y prestó su voz a un personaje animado en El despertar de la fuerza.