Los videos de bromistas con cámaras escondidas se han convertido en una verdadera plaga de la web. Entre compilados de sustos de toda clase, sorpresas poco agradables y reacciones infelices, no parece haber nada demasiado nuevo en el “género”, décadas después de que Tinelli lo popularizara por estas latitudes.
Muchas de estas cámaras ocultas no dejan de explotar su perfil voyeurista, pero esta vez “legitimadas” por un perfil de “experimento social”. Basta con colocar en Youtube estas últimas dos palabras para dar con una infinidad de ellas. Se “venden” por sus supuestas buenas intenciones de generar conciencia en torno a temas sociales difíciles y controvertidos, y quizá sea justamente este costado lo que garantiza su éxito, viralizándolos. No son pocos los internautas bienintencionados que vuelven a compartir estos videos con la intención de difundir y dar a conocer ciertas “realidades”.
Tres de estos videos merecen cierta atención. El primero de ellos puede verse bajo el título “Violencia en el ascensor (experimento social)”. Allí una pareja de actores se ubica en el reducido espacio de un ascensor junto a una tercera persona, a quien está dirigida la cámara oculta. Ambos actores comienzan a simular una riña, el hombre empieza a forcejear con la chica y a insultarla violentamente. La compilación de situaciones muestra siempre que ese tercero o terceros no intervienen, se quedan callados y esperan la oportunidad para bajarse del ascensor y escapar del conflicto. Finalmente, luego de varios simulacros en los que nadie dice ni pío, una mujer interviene y le asegura al muchacho que si vuelve a tocar a la chica va a llamar a la policía. Luego de la aclaración por parte de los actores y las sonrisas pertinentes, un cartel señala que de 53 personas que entraron al ascensor sólo una de ellas reaccionó. A este le sigue otro letrero que dice que cada 20 minutos una mujer es maltratada en Suecia.
A partir de entonces la reacción lógica del espectador es horrorizarse por esas 52 personas paralizadas y celebrar a la interviniente, pero aquí hay un asunto que hace demasiado ruido. El costo del “experimento social” es exponer a 53 personas a una situación violenta, que podrá ser simulada pero aparenta ser muy real. Digamos que es fácil condenar a alguien por no intervenir, pero claro está que esas personas que quedaron paralizadas por el miedo no propiciaron esa situación sino que fueron colocadas en ella por alguien que la orquestó y los utilizó como conejillos de Indias, sin consulta previa.
El segundo de los videos es aun más cuestionable. Puede encontrarse bajo el título “Child Abduction (Social Experiment)”; consiste en un muchacho con un perrito en una plaza que se presenta a algunas madres y les pregunta si sus hijos están bien instruidos acerca de no hablar con extraños. Pide permiso para ir con ellos, aclarándoles que se trata de “un experimento” con cámara oculta. En todos los casos el muchacho habla con los niños y luego de unas palabras se los lleva de la mano, para horror de las madres (y los espectadores). Finalmente aparece el bendito letrero: “En Estados Unidos 700 niños son secuestrados al año”. Supongamos que el video es real y no está orquestado –esa duda queda instalada respecto de todos los que relatamos aquí–, además de que la cifra de los 700 niños no es cotejable, lo que parece haber es una confusión acerca de dónde estaría la “responsabilidad social”. El autor de los videos podrá argumentar que se trata de una advertencia para que los padres enseñen mejor a sus hijos, pero parecería ser otro llamador a la paranoia, de esos que pueblan los noticieros y las redes sociales. Lo más grave podría estar en que, al viralizar un sencillo método para secuestrar niños, ¿no se están divulgando ideas que pudieran ser utilizadas por delincuentes reales? El video cuenta hoy con 9,5 millones de reproducciones.
El tercero de los videos, “The Dangers of Social Media”, es el peor de todos ya que reúne las características negativas de los dos anteriores, y alguna más. Intentando señalar la exposición de las adolescentes a violaciones por parte de desconocidos, consiste en un muchacho de 21 años que crea un perfil falso de Facebook y programa encuentros con niñas de 12, 13 y 14 años, con la complicidad de sus padres. Las chicas caen una por una en la “trampa”, y cuando acuden a la cita para encontrarse con el muchacho (una de ellas incluso le abre la puerta de su casa) son sorprendidas in fraganti por sus padres. La situación no sólo es llanamente un engaño a esas muchachas, sino que además puede generar un verdadero trauma en un momento clave para su desarrollo sexual y emocional, justo cuando la confianza y el respeto por parte de sus progenitores es crucial. Para colmo, por más borrosos que estén sus rostros, se muestran claramente sus barrios, la cara de los padres, sus casas. Este video podría arruinarles fácilmente la vida, y al cierre de esta edición lleva 32,5 millones de visualizaciones.
Si se siguen los perfiles de los autores de los videos puede verse que se desempeñan en las más burdas y efectistas cámaras escondidas, por si quedara alguna duda de que no están avalados por ningún cuerpo profesional o académico. Y estos “experimentos” carecen de control alguno, porque claro, salvo que haya pezones o proclamas contestatarias, Youtube no censura.