Sandra Cortazzo estudió enfermería. Se dedicaba a cuidar personas ancianas y enfermas. Vivía en la ruta 101 a la altura del quilómetro 30 con su único hijo. Visitaba a su familia diariamente, hasta que un día todo cambió. La familia empezó a verla menos. Se mudó a la ciudad de Pando, en Canelones; les contó que trabajaba en una panadería y que estaba bien. Sin embargo, muchas veces volvía a su casa materna con su hijo, ambos golpeados; un hombre iba a buscarlos y regresaban a Pando. Un día, el niño regresó solo a la casa de su abuela, con algunas pertenencias y la cédula de identidad de su madre.
—¿Viniste solo? –preguntó la abuela.
—No, me trajo el señor con quien vivíamos. Mamá no vuelve hace muchos días –contestó el pequeño.
La única que conocía al hombre era la madre de Sandra. Entonce...
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