Perfil de Daniel Scioli
El tibio reconvertido
Comerciante, hijo del dueño de una cadena de comercios de venta de electrodomésticos y aficionado a la motonáutica, Scioli inició su carrera como piloto a mediados de la década de 1980, en pleno gobierno alfonsinista, y pronto se convirtió en emblema del país ante el mundo, aunque nunca al nivel de Diego Maradona. Seis años después ya era campeón mundial indiscutido en la categoría off shore y su perfil mediático empezó a subir en popularidad. En 1989 perdió su brazo derecho en un accidente durante una competencia náutica, pero se repuso y volvió a ser campeón. El dato no pasó desapercibido para el presidente Carlos Menem, a quien en 1992 ya se lo asociaba con casos de corrupción estatal y cuya popularidad al frente del gobierno empezaba a resquebrajarse. Amante de la farándula, Menem optó por oxigenarse con figuras deportivas y del espectáculo a pocos meses de la renovación parlamentaria. Convocó al cantante Ramón “Palito” Ortega, al automovilista Carlos Reutemann y años después a Scioli, el moto-nauta. El único que no aceptó fue César Luis Menotti, el técnico de la selección de fútbol campeona en 1978.
En 1997, en las internas del peronismo de la ciudad de Buenos Aires, Scioli fue candidato del menemismo y quebró la hegemonía del oficialismo, en ese entonces en manos de Eduardo Duhalde. Desde entonces su carrera política dejó atrás al resto de sus actividades empresarias, entre ellas la representación de la empresa sueca Electrolux. Electo diputado nacional en octubre de 1997, acompañó todas las votaciones del menemismo en el Congreso durante el segundo mandato del riojano de las patillas. Con la salida del menemismo del poder, Scioli inició también una transformación camaleónica. Apoyó las candidaturas de Eduardo Duhalde y de Palito Ortega en las presidenciales de 1999, que el peronismo perdió frente a la Alianza, encabezada por Fernando de la Rúa y Chacho Álvarez. Reelecto diputado nacional en diciembre de 2001, se aferró al duhaldismo, que había ganado la gobernación de la provincia de Buenos Aires con Carlos Ruckauf a la cabeza. Pocos días después, con la debacle del país, fue nombrado secretario de Deportes por el presidente designado por el Senado, el propio Duhalde. La convocatoria a elecciones de 2003 llevó a Duhalde a ofrecerle la postulación al santacruceño Néstor Kirchner, a quien le propuso que su compañero de fórmula fuera Scioli.
Sus buenos lazos con los medios de prensa desde sus años de éxitos deportivos le permitieron sostener una imagen de mesura y neutralidad alimentada por frases vacías con evocaciones a la “fe y la esperanza”, “el esfuerzo y el tesón” y “el trabajo con fuerza”. Su incorporación al kirchnerismo generó sospechas desde 2003, especialmente porque las medidas reformistas iniciadas por Néstor Kirchner fueron de una osadía que sacudieron el tablero político en el que se formó Scioli: anulación de las leyes de impunidad y reapertura de los juicios a los militares acusados de delitos de lesa humanidad, no pago de la deuda externa y confrontación con los organismos multilaterales de crédito, lo que llevó a revisar las privatizaciones de los años menemistas, precisamente la etapa del desembarco de Scioli en la vida política.
Desde la vicepresidencia, y después desde el cargo de gobernador bonaerense, acompañó sin estorbar la obra de Cristina Fernández desde 2007 hasta hoy. Sin embargo, en la provincia generó, a instancias del kirchnerismo, algunas medidas de impacto en el proceso de redistribución, como la de obligar a los grandes emprendimientos empresariales a destinar 10 por ciento del valor de la propiedad que ocupan a un fondo de vivienda social, a partir de la sanción de la ley que establece el derecho a una vivienda digna y un ambiente adecuado a todos los habitantes de la provincia; eliminó el pago de impuestos a los jubilados y pensionistas cuyos ingresos no superen los dos haberes jubilatorios mínimos; creó la Secretaría de Derechos Humanos y apoyó los juicios de lesa humanidad, y destinó recursos para la creación y mantenimiento de sitios de la memoria en todo el territorio provincial. En materia educativa aumentó el presupuesto anual en infraestructura y salarios, si bien la situación sigue siendo difícil en el Gran Buenos Aires y en centros urbanos de más de 10 mil habitantes.
Scioli aparece como un candidato de perfil potable para la clase media, según mediciones hechas entre 2012 y 2015 por varias consultoras (Julio Aurelio, Poliarquía, Graciela Römer). Está entre los kirchneristas pero se reúne con “la gusanera” de Miami, acude a las reuniones del Foro de Davos y del Consejo de las Américas, pero se abraza con Raúl Castro y no tiene problemas, como otros políticos argentinos, con el papa Francisco. Es una buena base. Habrá que ver si alcanza para dar el salto a la Casa Rosada que tanto ansía.
Perfil de Mauricio Macri
Un pragmático de derecha
Hijo de la llamada “patria contratista”, aquella dedicada a hacer negocios privados con dineros del Estado, Mauricio Macri nunca se alejó del perfil de eficiencia que su actitud empresarial requiere en el mundo de los negocios. Gracias a su padre, el empresario Franco, que hizo su fortuna entre el primer peronismo y las sucesivas dictaduras militares, desarrolló una carrera en el mundo de los negocios nacionales e internacionales que le permitió alcanzar algo de fama. Suficiente en todo caso para lanzarse en plena era menemista a la presidencia del club Boca Juniors y a hacer una nueva carrera como dirigente hasta 2007. Amigo de Carlos Menem, gracias su padre Mauricio decidió formar su partido político, Propuesta Republicana, en 2003, con los restos de la experiencia liberal de Menem, cobijando a la vieja Unión del Centro Democrático (Ucd) del ingeniero Álvaro Alsogaray y a sectores menores que apoyaron a las dictaduras militares desde los años sesenta. Perdió las elecciones para jefe de gobierno porteño frente a Aníbal Ibarra, del centroizquierdista Frepaso, en 2003, pero dos años más tarde alcanzó una banca de diputado nacional que honró con una de las más bajas presencias en el recinto y escasos cuatro proyectos de ley presentados en dos años de mandato. En 2007 volvió a presentarse para la jefatura de gobierno y venció al alcalde suplente, Jorge Telerman, quien había remplazado al destituido Ibarra a causa del incendio en la discoteca Cromañón. Ese caso generó fuertes sospechas de manipulaciones entre Macri y Telerman para colaborar en la destitución de Ibarra y allanarle el camino al primero, finalmente ganador de los comicios y nuevamente electo en 2011.
Sus posturas antikirchneristas desde el primer día de su mandato como diputado nacional lo mostraron como la cara potencial de una oposición unificada en torno de su figura, aunque hasta hoy no logró consolidar ese propósito.
Sus políticas privatistas y represivas en la ciudad caracterizaron sus ochos años de gestión como alcalde, y con ese capital se encaminó a la construcción de su candidatura presidencial: apoyo a la educación privada, escasos planes de vivienda –en una urbe con un déficit habitacional que algunas consultoras y Ong ubican en el 40 por ciento– y una subejecución del presupuesto anual en salud y educación desde el comienzo de su gestión, sin que nunca quede claro a dónde dirige los fondos no utilizados de cada partida.
El 9 de agosto logró, sin mucho esfuerzo, doblegar a sus rivales en la interna, el radical Ernesto Sanz y la inimputable Elisa Carrió. Sin embargo, quedó a más de diez puntos debajo de Scioli en las elecciones primarias del 9 de agosto. El resultado llevó a Macri y su equipo de propaganda, encabezado por el ecuatoriano Jaime Durán Barba, a replantear el perfil del candidato hacia el 25 de octubre. De ahí su incomprensible giro “a la izquierda”, que descolocó a propios y extraños. El amanecer del 10 de agosto encontró a Macri alabando la recuperación de Aerolíneas Argentinas, la estatización de la petrolera Ypf y la vuelta a la gestión estatal de las jubilaciones y pensiones, todas ellas medidas tomadas por el kirchnerismo. Desde entonces asegura que esas empresas se mantendrán bajo control estatal en caso de que llegue al gobierno. Las encuestas mueven el amperímetro del discurso macrista según los consejos de Durán Barba. El contraste más brutal probablemente haya quedado plasmado en sus declaraciones sobre la negociación con los fondos buitre. “Hay que negociar duro con el juez Griesa”, afirmó hace un par de semanas, luego de haber sido acusado de entregarse a los deseos del capital financiero. Hace un año, en junio de 2014, cuando estalló la noticia del posible default argentino ante el ultimátum del magistrado neoyorquino para pagar la deuda, su postura era otra: “Tenemos que sentarnos con el juez y hacer lo que nos diga”.
El cambio de frente no parece beneficiarlo a horas de la elección presidencial después de una vida contra corriente. “En la polarización, Mauricio pretende mostrar que va a permanecer todo aquello que la sociedad considera positivo, pero su gobierno será implacable con la corrupción K”, argumentan en el búnker macrista para justificar el viraje de su patrón. Toda una obra de maquiavelismo para un hombre que quiere ser presidente a toda costa.