La cantidad de automóviles que plagan las calles de México DF ha alcanzado un nivel alarmante. El aumento en las inversiones de infraestructura vial entre los años 2000 y 2012 ha repercutido directamente en una explosión en el número de vehículos. Según informa La Jornada, la ciudad pasó de tener 160 a 300 automóviles cada mil habitantes, para una población de 22 millones y medio de personas. La superpoblación de coches no sólo incide en los evidentes problemas de movilidad y en los daños al ambiente, sino que además los accidentes de tránsito se han multiplicado al punto de ser considerados por las autoridades como una “epidemia”. Según el gobierno local, mueren atropelladas 650 personas al año.
Con el objetivo de disminuir este problema fue diseñado un nuevo reglamento de seguridad vial, a aplicarse a partir del 17 de diciembre. Y lo más llamativo del asunto es que uno de sus puntos principales establece que no deberá atropellarse al prójimo, aunque esté cruzando con el semáforo en rojo. El experto en movilidad Jesús Sánchez señaló a El País de Madrid que “en el DF será una obligación general que el automovilista disminuya la velocidad o se detenga si ve a un peatón en la calzada”, lo cual revela que es de uso común que no lo hagan.
Pero en este sentido se vuelve insuperable lo que sucede en China. Es de esperar que, si atropella accidentalmente a un transeúnte por la calle, el conductor detenga inmediatamente el automóvil y se baje para ofrecer ayuda al damnificado. Ahora bien, según un detallado reportaje publicado en Slate.com, son muchos los casos en que luego de haber herido a un peatón los conductores chinos dan marcha atrás para re-arrollarlos. Una búsqueda simple en Internet ofrece un nutrido muestrario de truculentos videos captados por cámaras de seguridad en los que se ve con claridad cómo conductores chinos deciden volver a atropellar por segunda (o tercera, o cuarta) vez a sus víctimas.
La explicación para este comportamiento se encuentra en la mismísima ley china: es de común conocimiento que el perpetrador debe hacerse cargo de los gastos monetarios de los atropellados, y por tanto que es conveniente pagar de una vez y para siempre por los gastos de un difunto que los gastos vitalicios de una persona viva, quizá discapacitada: entre 30 mil y 50 mil dólares es el costo aproximado de un muerto, pero el de un vivo podría alcanzar los varios cientos de miles de dólares.
Aun en casos en que se ha vuelto evidente el acto delictivo, la compensación es menor. De hecho, Zhao Xiao Cheng, un hombre captado in fraganti por las cámaras pasándole por arriba a una anciana cinco veces, acabó abonando tan sólo 70 mil dólares, y no enfrentó cargos penales. El periodista Geoffrey Sant señala lo leves que son los castigos, aun en los casos en que es descubierta la alevosía, y en los hechos, ni económica ni penalmente existe una sanción mayor para los casos de accidentes mortales que cuando las víctimas resultan solamente heridas.
El dicho es de uso extendido en China, y dice literalmente: “Es mejor golpear para matar que golpear y herir”. Podrá sonar a cuento chino, pero es parte de su realidad.