El color de sus sueños - Semanario Brecha

El color de sus sueños

El quinto disco de Jorge Degrolia se titula “Espejo”, probablemente con referencia a ese otro tópico cantopopu, que es la noción de la canción como algo que refleja el sentir del pueblo, es decir, del oyente afín.

Espejo, La Canción Nuestra, 6632-2, 2016.

Nacido en 1967 en San Ramón, Jorge Degrolia siempre estuvo asociado a localidades del departamento de Canelones. Se crió en Castellanos, de donde se considera oriundo, y desde fines del siglo pasado reside en Pando. Allí estudió guitarra con Toto Méndez y poco después empezó a lucirse en diversos festivales folclóricos. Este1 es su quinto disco. El cariño y respeto que ganó entre sus colegas se traduce en participaciones especiales de nombres como Roberto Darvin, Toto Méndez, Jorge Nasser, Edú Lombardo o Jorge Trasante.

Lo suyo es como un folclorismo disciplinado, es decir, no el tipo de folclore bruto, rústico, y que de alguna manera contornea las normas predominantes (a la manera de, por ejemplo, Carlos Molina, Braulio López, Eustaquio Sosa o Chito de Mello), sino el eufónico, de armonía académica, sin filos ni aristas, amable y acogedor, a la manera de, por ejemplo, Los Aparceros. Su timbre de voz es penetrante y tiene una interesante rasposidad. Canta con seguridad, aunque usa un vibrato pronunciado y homogéneo de influencia “melódica” que quita un poco de expresividad y flexibilidad a sus interpretaciones. Como en otros discos suyos, Toto Méndez hace las primeras guitarras y comanda los arreglos, integrados por otras guitarras, acordeón, y a veces también bajo eléctrico y una percusión más o menos discreta. El disco incluye sobre todo milongas, pero también chamarrita, gato, chacarera y recitado criollo, aparte de una murga y un candombe. Sólo “La cumbia del consumismo” se aparta de ese ámbito folclorista-cantopopu, pero es más bien una apariencia: esta canción, aunque no es frontalmente despectiva con respecto a lo tropical, usa la cumbia en un contexto irónico, asociada con la actitud consumista satirizada en la letra.

El disco empieza con un “Manifiesto de un cantor”, que insiste en el tópico de proclamar la adhesión a “canciones que se pronuncien por cosas nuestras”, “que cuestionen, que opinen, que argumenten sus respuestas”, y que se oponen a las “de pensar livianito: ésas que a otros convienen, pues nos mantienen distraídos”. Esta letra, sin embargo, da un paso más allá, incorporando las críticas realizadas en los años ochenta por el sector más experimental del Canto Popular, y condena las canciones basadas en “frases hechas”, prefiriendo la actitud de descubrir “al adversario tal vez en nuestra propia conciencia”. Es un buen punto de partida, pero no hay luego nada que sustantive ese costado más autocrítico y cuestionador, ni en lo formal poético, ni en los puntos de vista, ni en la música.

Las letras aconsejan la tolerancia (“Nunca me preocupó el color de mis sueños”) y la buena onda (“Vive la vida libre de causas perdidas/ Cura las viejas heridas y echate a andar”), sin demasiado rigor formal o conceptual (véase en la última frase citada la mezcla de tuteo y voseo, o la frase “Aunque un día los planetas no se alineen” –como si fuera una ocurrencia cotidiana–). Hay referencias a que cualquier signo político tiene sus problemas, aunque por supuesto también existe “gente honesta que no renuncia a sus principios” (“Por aquí también hay barro”). También hay algún retrato cómico-tierno de algún personaje popular del entorno rural (“El gato de Ponciano”). Se recomienda “volver a lo natural y alejarse de este mundo de pantallas que nos meten sus murallas lejos de la realidad/ que nos van envolviendo con sus redes sociales que prometen amistades que se expresan con un Like, aunque luego asegura que es obvio que la tecnología tiene sus ventajas, pero hay que usarla con moderación. En esta última canción, “Mundo de pantallas”, quizá como algo simbólico o quizá de casualidad, tenemos la música más elaborada del disco, con una interesante progresión de armonías y cromatismos en la melodía. La mayoría de las músicas son más bien sencillas y previsibles.

El disco se titula Espejo, probablemente con referencia a ese otro tópico cantopopu, que es la noción de la canción como algo que refleja el sentir del pueblo, es decir, del oyente afín. En este sentido, la idea más arriesgada del disco está en la gráfica: la tapa contiene un pedazo de espejo pegado, de modo que cada persona, cuando la mira directamente, verá su propio retrato estampado en la carátula.

 

  1. Espejo, La Canción Nuestra, 6632-2, 2016.

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