Los jefes de la diplomacia de Rusia y Estados Unidos, Serguéi Lavrov y John Kerry, se comunicaron por teléfono para “felicitarse” por el exitoso respeto de la tregua que ambos países pactaron en Siria. Sin embargo, la exclusión del pacto de dos de los principales grupos armados que operan en el país, el Frente Al Nusra, la rama siria de Al Qaeda, y el Estado Islámico, limita mucho tanto el alcance territorial del cese de hostilidades como su estabilidad. La Fuerza Especial del Cese de Hostilidades, integrada por los 17 países y al mando de Washington y Moscú, continúa elaborando en Ginebra una solución negociada a esta guerra que le ha costado la vida a 260 mil personas.
Pero la arquitectura de esa solución es por demás intrincada, tanto más cuanto que se requieren tres niveles de intervención: nacional, regional e internacional. La paz parece por ahora un mero anhelo diplomático. La atomización y la islamización de la oposición, sumado al creciente poderío del Estado Islámico y, desde hace algunos meses, su arraigamiento en Libia, tornan toda salida un espejismo. Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña ampliaron ahora sus zonas de intervención hacia Libia, país donde el Estado Islámico desplegó sus fuerzas con un éxito muy rápido. La presencia del EI en Libia testimonia a su vez la escasa eficacia de las acciones militares lanzadas por Occidente contra el Estado Islámico en Irak y Siria hace un año y medio.
Según los especialistas militares, el Estado Islámico se implantó en Libia, concretamente en la zona de Syrte, como una forma de “anticipar” su repliegue de sus feudos de Siria e Irak, donde sufre los efectos de las acciones militares de la coalición internacional. El diario británico The Guardian afirmó que el EI cuenta con cerca de 6.500 hombres en Libia. En una amplia investigación publicada por el vespertino Le Monde el pasado 24 de febrero, el rotativo da cuenta de “la guerra secreta” que Francia lleva a cabo en Libia. Como lo revela al diario una alta fuente militar, se trata “de actuar discretamente” para cortar la dinámica de crecimiento regional del EI. De hecho, la fuerte implantación de la rama Libia del Estado Islámico amenaza igualmente a países como Chad, Sudán, Egipto, Argelia y Túnez. Occidente no tiene sólo un problema en Irak o Siria, sino también en África. La ausencia de un acuerdo político entre los beligerantes libios facilita la infiltración del EI a través del sur de Libia. Si Libia no sale del abismo político en el que se encuentra, el EI tiene en este territorio una ruta despejada para su expansión regional. De ahí la “aceleración” de la participación de Francia en acciones puntuales en Libia contra las fuerzas del EI.
El colapso provocado en Libia por la intervención occidental bajo mandato de la Onu, la caída del coronel Gaddafi en 2011, la fallida revolución y la guerra entre facciones que siguió a todo este proceso llevaron a Libia a volverse un Estado sin gobierno central y, por consiguiente, expuesto a ser el nudo de la expansión del Estado Islámico en regiones donde la tentación yihadista ya estaba presente desde hacía mucho. Libia cuenta actualmente con dos gobiernos hostiles, uno basado en Trípoli, el otro en Tobruk. Según un informe de la Onu, la progresión espectacular del Estado Islámico en Libia se explica por la cantidad de yihadistas libios que combatían en Siria y en Irak en las filas del EI y que luego volvieron a su país para expandir allí su influencia. El EI puso un pie en Libia a finales de 2014 y, a partir de allí, consiguió que otros grupos terroristas presentes en Argelia, Túnez, Nigeria y Egipto pronunciaran su “baya” (asociación) con el EI. El cese de las hostilidades en Siria acordada por Estados Unidos y Rusia no es, hoy, más que una tímida iniciativa frente a la poderosa amenaza que representa el Estado Islámico en otros lugares. Si el EI afianza su raíz territorial en Libia también desplaza la problemática a orillas del Mediterráneo. Esto ya es una realidad. Por primera vez desde el inicio de este conflicto, el grupo terrorista controla amplias zonas costeras del Mediterráneo. Esta posición geográfica le abre las puertas de los países de Europa del sur, a donde podrían llegar principalmente ocultos en el flujo de refugiados que desembarcan en Grecia e Italia por vía marítima. La mayor parte de migrantes oriundos de África se embarcan hacia el viejo continente en las costas libias. Sin un gobierno central y sólido en Libia, este país se ha convertido en un nuevo foco de inestabilidad que debilita los ya escasos resultados obtenidos por Occidente en su ofensiva militar contra el Estado Islámico.
El problema tiene muchas cabezas. Una de ellas es no sólo el dinero con que se financia el EI sino el origen de las armas que posee. Un informe de la Unión Europea dado a conocer a finales de febrero da cuenta de que los elementos para fabricar las bombas de las que se sirve el Estado Islámico provienen de unos 20 países. Los cerca de 700 componentes, productos químicos, cables, detonadores y demás elementos necesarios para fabricar bombas, pasaron a través de empresas turcas, chinas, rusas, indias, brasileñas y norteamericanas. El informe elaborado por el Conflict Armament Research a pedido de la UE detalla que el comercio de estos componentes no está en nada reglamentado, ni siquiera se encuentra bajo supervisión internacional. El cese de las hostilidades laboriosamente negociado por Estados Unidos y Rusia en Siria puede ser considerado por los actores occidentales un éxito, pero está muy lejos de poner término a la guerra en Siria, y mucho más lejos aun de haber frenado la dinámica expansionista del Estado Islámico.