Los hitos son una manera cómoda de ir amojonando la historia. Entre ellos, tenemos la toma de la Bastilla, del 14 de julio de 1789, punto final (e inicial) de un proceso subterráneo de subversión cultural en el que intelectuales y pueblo consustanciados pusieron en evidencia la abrumadora desigualdad que existía entre la nobleza y el clero, de un lado, y el llamado tercer Estado, del otro. Las armas de los oprimidos pusieron en jaque el antiguo régimen y cimentaron las bases de una nueva sociedad, horizontal y justa, sin tiranías ni sangre azul, cuyos valores fueran libertad, igualdad y fraternidad. Hoy, a más de doscientos años de aquellos hechos históricos, seguimos, no exentos de contradicciones, preguntándonos por esa tríada de valores.
¿PÚBLICA O POPULAR? Puede darse por sentado que h...
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