En la penúltima semana de agosto, mientras en la ciudad estadounidense de Jackson Hole los presidentes de los bancos centrales de unos 40 países occidentales discutían en su 46.ª reunión anual sobre «los cambios estructurales en la economía mundial», en Johannesburgo, Sudáfrica, los países del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), un grupo que despunta cada vez más como representante del llamado Sur global, debatían sobre cómo ir perfilando estructuras que desafíen precisamente el poder de las potencias reunidas en el estado de Wyoming.
La coincidencia no podía ser más simbólica, y algunos de los altos ejecutivos, empresarios y académicos que se dieron cita en el valle estadounidense la remarcaron. No solo ellos. Allá en Sudáfrica, dijo por esos días Josep Borrell, el alto repre...
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