La llamada “primavera árabe” se convirtió en el texto y el pre-texto de la última edición del Foro Social Mundial, realizado en Túnez entre el 26 y el 30 de marzo. Un pre-texto que se comenzó a escribir hace dos años cuando la indignación por la inmolación de Mohamed Bouazizi ganó las calles para clamar por la dignidad, desatando una rebelión ciudadana extendida después por todo el Magreb. La designación de “primavera” es sin embargo cuestionada por muchos tunecinos que prefieren denominar su revuelta como una “revolución por la dignidad”. De hecho la convocatoria del FSM tuvo como lema la dignidad, y como otros foros ha traído el rostro, las preocupaciones y contradicciones de la zona del mundo donde se realiza.
A 12 años de su cita inicial en Porto Alegre y a pesar del debate siempre abierto sobre su vigencia, el FSM sigue siendo un espacio convocante para pensar algunos de los desafíos más urgentes de la humanidad. Lo más interesante de este foro en particular ha sido precisamente la posibilidad de interactuar durante cinco días con rostros y lenguas que han estado escasamente representados en ediciones anteriores. Los problemas, debates y contradicciones del Magreb ocuparon de alguna forma el centro simbólico de la universidad El Manar, de Túnez. El desafío que representa siempre la diversidad cuando se trata de compartir el mismo espacio.
Las calles interiores del campus universitario fueron muchas veces escenario de luchas y confrontaciones, de las cuales los latinos apenas podíamos captar la crispación de los cantos o los rostros, debido a que las consignas se expresaban en árabe. Los activistas marroquíes constituyeron uno de los grupos más numerosos, junto a los palestinos. En sus discursos se mezclan las reivindicaciones democráticas con la intencionalidad de desacreditar la causa saharaui. Tanto en la marcha inicial como en las diversas actividades del foro la tensión entre ambos fue evidente. “Basta ya de la propaganda y las mentiras al mundo del Frente Polisario”, era el eslogan que recibía en una de las tiendas instaladas por los marroquíes. Para los defensores de la causa saharaui, la edición tunecina constituyó un reto. Este tipo de dinámicas ya se vivieron en el Foro de Dakar, en Senegal, donde en una asamblea de mujeres irrumpió una marcha marroquí para impedir que se colocara en la declaración el llamado a la solidaridad con las mujeres saharauis.
A estos enfrentamientos en Túnez se le sumó el contexto de la guerra en Siria, que crea un clima de alta tensión entre opositores y partidarios del presidente Bashar al Assad. Otro punto de conflicto fue el expresado entre libios partidarios de Muammar Gaddafi y los del nuevo régimen.
Para muchos y muchas participantes estos conflictos generaron niveles de confrontación inaceptables y dejaron al descubierto las contradicciones de la galaxia altermundialista a la hora de expresar una nueva cultura política basada en la diversidad y la pluralidad. Parecería que el principal reto sigue siendo cómo abordar la diferencia y la resolución de los conflictos, haciendo del diálogo una herramienta clave de la política.
Las disputas entre islamistas y laicos tanto en Túnez como en Egipto no podían menos que expresarse también en el foro. En una de las asambleas finales, precisamente en la dedicada al futuro del foro, un militante de los Hermanos Musulmanes reivindicó su derecho a participar del foro y llamó a “no dejarse influenciar por prejuicios”.
Para las feministas no podía pasar desapercibida la presencia de jóvenes universitarias reivindicando el uso del velo islámico. Ellas llevan más de cinco meses protestando por la prohibición de las autoridades universitarias de concurrir a clase con el rostro velado. Sus carteles pretendían responder a la crítica laica expresando que “no se trata de una prohibición sino de una elección”. Las manifestaciones realizadas por las estudiantes dentro del campus eran acompañadas sin embargo por más hombres que mujeres. “Los asistentes al foro son partidarios de la libertad, por lo que pedimos su apoyo”, expresaban en los diálogos las jóvenes, y solicitaban las firmas de las y los participantes. La integración de estos grupos en un clima de defensa de los derechos de las mujeres constituye uno de los retos del foro que simbólicamente tuvo como apertura una multitudinaria asamblea de mujeres.
De hecho, sectores progresistas de Túnez acusan a los islamistas de intentar imponer la sharia (ley islámica) y vulnerar los derechos de las mujeres. Sin embargo, el llamado a lapidar a una joven tunecina que escribió en su torso desnudo la defensa de los derechos de las mujeres –realizado por un religioso– no contó con ninguna mención de solidaridad durante la asamblea de mujeres. Sólo los estudiantes más jóvenes expresaron su apoyo a Amina, la joven en cuestión, y fuera del local de la asamblea.
Uno de los talleres trajo el testimonio de una joven egipcia violada en la plaza Tahir de El Cairo, símbolo de las revueltas contra la dictadura de Hosni Mubarak, junto a mujeres tunecinas y del Congo. Este tipo de violencia sobre las mujeres, aun siendo condenada declarativamente, parece no alterar en lo más mínimo la cultura patriarcal presente también en aquellos que se declaran parte del “otro mundo posible”.
El asesinato del líder marxista tunecino Chokri Belaid, muerto a tiros en febrero, ha dejado un sabor amargo particularmente en los sectores más progresistas, que sienten burlado el espíritu de la revolución. Para muchas activistas el crecimiento del salafismo entre los jóvenes menos educados está planteando un verdadero desafío para el movimiento democrático, ya que puede minar las bases mismas de una revolución ya fragilizada. El presidente venezolano Hugo Chávez fue homenajeado junto a Chokri Belaid en uno de los escenarios colocados en el centro de Túnez con el objetivo de integrar a la población a los debates y actividades del FSM.
El Foro de Túnez ha sido reflejo de todas las tensiones y conflictos, contradicciones y esperanzas, precisamente porque sigue siendo un espacio de búsqueda, de experimentación y de diálogo. Para muchos nuevos movimientos más horizontales y surgidos de la protesta social frente a la crisis, las formas de organización tradicionales constituyen un obstáculo a la participación y expresan concepciones vetustas y poco democráticas. Aun así, la asamblea del último día sobre el futuro del foro recogió casi unánimemente la voluntad, el deseo y la necesidad de que el Foro Social Mundial siga existiendo como espacio de encuentro entre quienes sueñan un mundo anticapitalista.
(La autora es militante feminista uruguaya, integrante del colectivo Cotidiano Mujer. Especial para Brecha.)
Hip hop
En un momento de apertura democrática, después de la caída del régimen, Túnez cuenta ahora mismo con un fuerte tejido asociativo y sindical. Y para sus habitantes, pese a los límites de un foro pensado para otra época, esta es una experiencia única. “Estos encuentros contribuyeron mucho en América Latina a la lucha contra las dictaduras y a la construcción de los gobiernos que están con las clases populares. Y espero que eso ocurra también en el mundo árabe. No obstante, el foro no puede remplazar la debilidad de las organizaciones políticas de izquierda”, asegura uno de los coordinadores del foro tunecino, Tarek ben Hiba.
Sin embargo, caminar por el campus de la universidad, en plena ebullición y con miles de personas venidas de todo el mundo, basta para ver los fuertes conflictos que atraviesan al mundo árabe en la actualidad, pues hasta la fecha nunca antes habían acudido movimientos islamistas a este evento. A la entrada del recinto, un grupo de iraníes levantan varios cuadros con la cara de Jomeini mientras niños reparten panfletos sobre las bondades del Corán. En los muros de las facultades hay carteles de Hugo Chávez junto a pintadas religiosas.
Mientras se celebran decenas de actos feministas a lo largo del campus, en el interior de una de las facultades hay un grupo de estudiantes islamistas que llevan 30 días encerrados en protesta por la decisión del rectorado de la universidad de no permitir el niqab en el interior de las aulas. “Fueron los profesores de extrema izquierda los que impusieron esta regla”, asegura Nahi Wahbi, pese a que la norma también estaba vigente durante el mandato de Ben Alí.
En la plaza central del campus, bajo una gran bandera palestina que cubre todo el anfiteatro, asistentes venidos de todo el mundo árabe se fotografían pisando una bandera de Israel. La gran mayoría de los asistentes vienen de los países árabes y pocos de América Latina en comparación con ediciones anteriores.
Muchos de los activistas que se han trasladado a Túnez coinciden en la crítica a la burocratización del foro y el patrocinio que le ofrecen gobiernos y grandes multinacionales. Además, algunos dudan de su efectividad. “Parece un mercadillo de las causas perdidas”, comentaba uno de los activistas. “Recibimos subvenciones de muchas ONG y movimientos. El gobierno tunecino también está colaborando, ha puesto los terrenos, sitios para dormir, autobuses… Siendo honestos, nos ha puesto las cosas fáciles, ya que ha comprendido que este evento puede ser bueno para Túnez”, explica Tarek ben Hiba. No obstante, reconoce que “hay críticas, especialmente desde las nuevas formas de lucha que llegan de los movimientos de los indignados, por ejemplo. Hay críticas que deben ser escuchadas, porque son justas. El foro tiene que encontrar un nuevo aire y saber adaptarse a esas nuevas formas de lucha. Se trata de una cuestión importante”.
En el foro sonó también el hip hop de los jóvenes tunecinos, el ritmo con letras reivindicativas que se ha popularizado en el último año más que nunca. “Es la expresión cultural más fuerte de los jóvenes que acabaron con Ben Alí. Así expresan su rabia”, comentaba un estudiante días atrás.
(Extractado de una crónica aparecida en Publico.es, diario digital español.)