Si la música erudita significara algún rédito para la condición de influencer, podría crearse alguna movida para cancelar a Ígor Stravinsky. Si bien es cierto que, pese a haber nacido en una familia aristocrática, tuvo el valor adolescente de renegar de la religión y simpatizar con el liberalismo político, cuando la revolución bolchevique lo despojó de todos sus bienes y lo privó de sus rentas, se volvió un feroz anticomunista. Esa postura lo llevó, en el correr de la década del 20, a la nostalgia del zarismo, a un regreso a la fe ortodoxa y a profesar sin tapujos su antisemitismo. Se adhirió al fascismo y quedó muy feliz porque se le concedió una charla a solas con el mismísimo Benito Mussolini. Cuando, en 1938, las autoridades nazis incluyeron su música en una nómina de «música degenerad...
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