Con Silvio Berlusconi (Milán, 29 de setiembre de 1936-12 de junio de 2023) desaparece un personaje que en los últimos 30 años ha influido decisivamente en la vida pública de Italia (y más allá). Empresario de éxito en la industria de la construcción, en 1975 fundó Fininvest, la financiera familiar que opera en los sectores de seguros, construcción, banca, publicidad, campo editorial, deportes, periodismo y cine. La empresa se benefició de una red de relaciones con políticos del gobierno, en particular un amigo personal de Berlusconi: el líder socialista Bettino Craxi, quien en 1990 redactó una ley para romper el monopolio estatal de la televisión.
La sombra de la mafia pesa sobre el capital empleado en la fase de despegue empresarial de Berlusconi, por mediación de su mano derecha, Marcello Dell’Utri, en su momento elegido senador, pero condenado en 2004 a siete años de prisión por el delito de complicidad en actividades mafiosas. Otra página oscura en la biografía de Berlusconi es la entrada, en enero de 1978, a la logia masónica irregular P2, del financiero Licio Gelli, quien para escapar de la Justicia italiana se refugió en Uruguay y vivió por largo tiempo en el barrio Carrasco de Montevideo.
La disponibilidad de tres canales de televisión mediante su emporio empresarial fortaleció a Berlusconi considerablemente en términos de imagen y orientación de la opinión pública. En el invierno de 1993, cuando las investigaciones judiciales milanesas de la Operación Mani Pulite (Manos Limpias) llevaron al colapso de la llamada Primera República, centrada en la bipolaridad entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, Berlusconi creó Forza Italia, con inspiración en el modelo empresarial corporativo, para proteger directamente sus intereses, con lo que se ganó la confianza de millones de italianos. El nuevo partido tiene un himno persuasivo: «Hay un gran sueño/ que vive en nosotros/ somos el pueblo de la libertad./ Presidente, estamos con usted:/ por suerte Silvio está aquí./ Dilo así/ con esa fuerza/ que solo tienen los puros de mente./ Presidente, estamos con usted:/ por suerte está Silvio».
La obra maestra política seguirá siendo la espectacular «bajada al campo» (expresión típica de su vocabulario, sacada de la jerga deportiva), en la que Berlusconi logró la cuadratura del círculo, asegurándose la victoria gracias a una alianza dual y aparentemente contradictoria: en el norte de Italia, con la Lega Nord de Umberto Bossi (federalista y antifascista); en el Sur, con el Movimiento Social Italiano (MSI), profascista, de Gianfranco Fini. Ambos líderes chocaron entonces con él y salieron maltrechos: Bossi, después de haberse despachado llamándolo Berluskaiser y «mafioso de Arcore», volvería bajo sus alas protectoras; Fini, por su parte, saldría destrozado por la «máquina de barro» mediática que arruinó su imagen a partir de la venta a bajo precio de un apartamento en Montecarlo perteneciente al MSI y cedido por debajo de la mesa al hermano de su esposa.
Un hecho revelador de los métodos berlusconianos tuvo lugar en marzo de 1994, cuando la alianza de centroderecha que integraba su partido (a la que llamó Polo de la Libertad y del Buen Gobierno) obtuvo una mayoría precaria e inestable: Berlusconi rápidamente «convenció» a algunos cargos electos de las listas opuestas de pasarse a su partido; el líder de estos «dispuestos» fue Giulio Tremonti, futuro ministro de Hacienda. La «campaña de compra» poselectoral se convertirá en una constante en el enfoque político del Cavaliere, quien en 2017 sería condenado a tres años por corrupción debido a una maniobra similar ocurrida en 2008; no obstante, se benefició de la prescripción del delito.
EL MODELO BERLUSCONI
Elegido diputado en 1994 y luego reconfirmado por cuatro legislaturas, ingresó al Senado en 2013, pero a los pocos meses perdió el cargo al ser condenado por fraude fiscal. Entre 1994 y 2011 lideró cuatro gobiernos, durante los cuales el déficit público empeoró significativamente. Su programa «modernizador», centrado en el mercado y la reducción al mínimo de los espacios y las relaciones sociales, en la creencia de que todo se mide en términos de ganancia, desplazó a la izquierda después de la crisis del socialismo real y el declive de la socialdemocracia europea, que poco a poco perdió contacto con su base y capacidad de renovación. El único político que lo derrotó –en las elecciones de 1996 y 2006– fue Romano Prodi, cuyos gobiernos reformistas, sin embargo, cayeron respectivamente en 1998, por la salida de la coalición progresista del líder de la Refundación Comunista, Fausto Bertinotti (entonces invitado habitual de la televisión de Berlusconi), y en 2007, por el cambio radical del católico moderado Clemente Mastella, que viró repentinamente de la centroizquierda a la derecha.
Además de sus cadenas de televisión privadas, Berlusconi disfrutó de un trato preferencial en algunos canales públicos. Entre los presentadores vinculados a él está Bruno Vespa, famoso conductor de la transmisión Porta a porta, utilizada para el lanzamiento de Forza Italia. El holding familiar controla importantes medios de prensa, como Il Giornale, Il Foglio, Il Fatto Quotidiano y Libero, en apoyo de la actividad política del accionista mayoritario. En 1994, causó sensación la expulsión de la dirección de Il Giornale de Indro Montanelli, intelectual moderado que quiso mantener espacios de autonomía frente al empresario y político. Como jefe de gobierno, en 2006 Berlusconi hizo que Enzo Biagi y otros conductores que no le agradaban fueran retirados de la televisión pública.
Durante sus mandatos, los intentos de aprobar leyes sobre el conflicto de intereses se frustraron regularmente, sin voluntad parlamentaria de poner límites precisos al poder excesivo del oligopolista milanés. Por el contrario, las cámaras aprobaron en varias ocasiones leyes ad personam, a la medida de las necesidades del gran empresario.
Dotado de considerables cualidades seductoras, en campaña electoral Berlusconi propuso reducciones de impuestos, subidas de pensiones y dentaduras gratuitas para los ancianos, así como 1 millón de nuevos puestos de trabajo.
Presidente del equipo de fútbol AC Milan, logró grandes éxitos –algunos gracias al equipo técnico de Óscar W. Tabárez– para luego vender la empresa a un capitalista chino en 2017. Fue propietario de derechos mundiales sobre gran parte de la cinematografía italiana y su imperio financiero se ha asegurado el control de las principales editoriales, desde Mondadori hasta Einaudi y Rizzoli, aunque respetando sus líneas tradicionales: por ejemplo, el vínculo de Einaudi con la cultura de izquierda. No obstante, sus intentos de expandir el imperio de la televisión privada en Francia, Alemania y España fueron sustancialmente decepcionantes.
Durante 30 años, Berlusconi fue protagonista de una veintena de juicios, en una alternancia de condenas, prescripciones y absoluciones. En ellos fue defendido por un feroz equipo de abogados, quienes también integraban su núcleo de parlamentarios.
En 2010 estalló el caso Ruby, centrado en una menor de nacionalidad marroquí que participaba con otras jóvenes en las orgías denominadas Bunga Bunga que se desarrollaban en las mansiones de Berlusconi. Para minimizar el escándalo, la Cámara de Diputados aprobó una resolución en la que se señalaba que el vínculo entre el mandatario y la muchacha no tenía nada de sexual y surgía de la creencia de que ella era la sobrina del presidente egipcio Mubarak. Acusado por la Fiscalía de prostitución de menores y abuso de poder, los juicios, tras algunas condenas, se cerrarían en febrero de 2023 con la absolución por el Tribunal Supremo, que consideró que Il Cavaliere no tenía por qué saber la edad de la menor con la que efectivamente se había acostado.
Durante sus años en el poder, Berlusconi también contó con el apoyo de eclesiásticos influyentes, como el cardenal Camillo Ruini, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana de 1991 a 2007. A su corte llegaron también varios exintelectuales y políticos de izquierda, entre otros, el filósofo marxista Lucio Colletti, el periodista Giuliano Ferrara (exmilitante del movimiento estudiantil y luego del Partido Comunista) y el abogado Gaetano Pecorella (exdirector del Rescate Rosso Militante, grupo de apoyo a los presos políticos izquierdistas de los años de plomo).
En el escenario internacional, estableció estrechas relaciones con el líder del Partido Laborista Tony Blair (que fuera su huésped en mansiones de lujo italianas), el presidente ruso, Vladimir Putin (organizador en su honor de fiestas con mujeres jóvenes en Rusia), el líder libio Muammar Gaddafi (con quien estipuló acuerdos financieros y militares) y el presidente estadounidense George W. Bush. Por el contrario, las relaciones con la canciller alemana Angela Merkel y con Barak Obama fueron más bien frías.
EL FINAL DEL VENDEDOR DE SUEÑOS
En las recientes elecciones de setiembre de 2022 volvió al Senado, con un partido debilitado y en alianza con las fuerzas de derecha Fratelli d’Italia (el partido nacionalista de la actual jefa de gobierno, Giorgia Meloni, que ha mantenido las referencias fascistas en su iconografía) y la Lega (la formación xenófoba liderada por el ministro Matteo Salvini). Su última aparición pública –el mes pasado, en un mensaje de video en el congreso de Forza Italia– fue un espectáculo lamentable, para él mismo y para aquellos seguidores que, a pesar de verlo moribundo, elogiaban su excelente estado de salud y su lucidez. Deja una herencia valorada en al menos 6.000 millones de euros, a repartir entre las viudas y los hijos.
Con la proclamación del luto nacional (reservado en Italia a la figura del presidente de la república) y la solemne celebración de los funerales de Estado en la Catedral de Milán, sale de escena un personaje que logró dividir a Italia entre admiradores y detractores, para ser enterrado en el mausoleo de mármol que mandó construir en la villa de Arcore, al norte de Milán.
¿Qué será de Forza Italia en ausencia del padre-maestro y de figuras carismáticas capaces de gestionar un partido ahora residual? Probablemente se romperá y sus parlamentarios se fusionarán con alguna de las dos fuerzas gubernamentales de derecha o se integrarán quizás a la microscópica galaxia centrista de Carlo Calenda y Matteo Renzi (exdirigentes de izquierda transformados en moderados). Su criatura política se acaba con él, mientras el imperio financiero se mantiene firme, presidido por sus hijos Piersilvio y Marina. En cambio, sigue predominando el modelo político berlusconiano, con la transformación de los ciudadanos en clientes a quienes colocar un producto (o vender un sueño), obteniendo a cambio su voto.
Actor central de la política italiana en una temporada poco feliz para el país, Berlusconi representa el prototipo de personajes como Trump y Bolsonaro, que le deben tanto en términos de imagen y de gestión privada de la vida pública. De hecho, mostró cómo establecer líneas de comunicación populistas, con extraordinarias habilidades de manipulación de la opinión pública. En definitiva, un gran corruptor de conciencias.
(Traducido del italiano por Claudio del Pup.)