La serie de experimentos Analogía con Marte, del programa Analogía y Simulación de Exploración Espacial (Hi-Seas), tiene lugar en las laderas rocosas del volcán Mauna Loa, en Hawai. En la cuarta y última “misión”, un equipo de seis científicos fue confinado durante ocho meses dentro de un domo geodésico, una suerte de cúpula alimentada por energía solar que busca simular las condiciones de reclusión en una futura expedición a Marte (prevista para 2030). Con la prohibición de comer otra cosa que no sean alimentos liofilizados y sólo pudiendo salir al exterior vestidos con un traje espacial, los voluntarios parecen prestarse para programas más parecidos a pruebas de resistencia o simulacros de cárcel que a auténticos proyectos de la Nasa. El objetivo es estudiar la cohesión grupal durante estos largos períodos de encierro, recopilar datos sobre una amplia gama de factores cognitivos, emocionales y sociales que pudieran afectar el rendimiento de un grupo. Y es que, según experiencias similares, aun las personas más amables suelen tener problemas de convivencia en el largo plazo. Algo a tener en cuenta si se considera que una misión a Marte supondrá la interrelación de un equipo de astronautas en un espacio reducido quizá por años, y por ello es necesario asegurarse de que la misión no peligre por fricciones o problemas entre sus integrantes.
Ahora la nueva apuesta es mayor: de los ocho meses de reclusión de la anterior misión se pasará a un año entero. Seis nuevos voluntarios de diversas nacionalidades (cuidadosamente seleccionados de una larga lista) estarán encerrados 365 días, desde este pasado viernes 28 de agosto, dentro de una cúpula de 11 metros de diámetro y seis metros de altura. Cada uno de estos investigadores cuenta con un pequeño espacio personal consistente en una habitación con una litera y un escritorio. Todas sus acciones dentro del domo son continuamente monitoreadas por sensores de movimiento y cámaras de vigilancia, en una suerte de Gran Hermano en el que la privacidad pasa a ser nula.
Los aspectos que se tienen en cuenta para esta clase de misiones no son pocos, pero llaman la atención los más mundanos. La ropa interior antiodorífera y antimicrobiana vuelve más tolerables los olores corporales y permite que los astronautas no la cambien o al menos no tengan que lavarla por largos períodos (lavadoras y secadoras tradicionales serían muy poco prácticas en un viaje sideral). Paradójicamente la comida es variada y el sitio web de Hi-Seas propone concursos de platos a elaborar, a partir de una gran lista de ingredientes a disposición del equipo. Un problema específico es que en experiencias similares los astronautas se han cansado de la comida deshidratada y han ido perdiendo paulatinamente el apetito, bajando luego su rendimiento general. Por eso el programa enfatiza la importancia de una cocina nutrida y que los equipos tengan a disposición una amplia gama de ingredientes como para variar los platos. Según las experiencias, el hecho de cocinar genera un vínculo más íntimo con la comida, y a su vez propicia la cohesión grupal.
Luego de finalizada la última misión, la ingeniera aeroespacial Jocelyn Dunn señalaba a la Cnn que una de las cosas que más extrañó durante el período de encierro “fue simplemente poder sentir la brisa en la piel; cuando estás dentro del traje espacial todo lo que podés sentir es que se te dificulta caminar en cierta dirección por la presión”, también recalcó su felicidad al retomar placeres simples como oír música nueva o los sonidos de niños jugando en una plaza, así como comer un churrasco y vegetales frescos, cortar la comida con un cuchillo real, nadar; tomar refrescos y champagne.