El grito de la dignidad villera - Semanario Brecha

El grito de la dignidad villera

De las entrañas de las villas argentinas, subsuelo de las autopistas y agujero negro del Estado, surge “La Garganta Poderosa”, una revista lúcida y atrevida que expone la realidad cotidiana de las villas, reivindica el quehacer colectivo, y la política como arma empuñada desde los márgenes.

Foto gentileza La garganta poderosa

“La Bombonera no tiembla, late, pero nuestras manos no laten, tiemblan. Se hace el nudo en La Garganta porque la espera parece eterna y las pulsaciones aumentan al ritmo de los latidos y los temblores. No se sabe por qué puerta entrará a la sala, en el corazón del estadio (…). ‘¿Muchachos, dónde nos sentamos para charlar?’, preguntó, pateando de un solo tiro libre la pelota de nervios que vio salir rodando. Sabía por qué lo buscábamos, de dónde veníamos, por qué lo llamábamos. Sabía que estábamos haciendo nuestra primera nota de tapa. Sabía que estábamos nerviosos”, escribe el “Chino” Romero, de 14 años, que vive en la Villa 31 bis de Retiro, en Buenos Aires, y que hizo junto a Jorge López –de 13, que sacó las fotos– la entrevista que puso a Juan Román Riquelme a gritar en la tapa del primer número de La Garganta Poderosa. Los contenidos, los enfoques y los comunicadores son elegidos por la asamblea, por el barrio. Así se hace esta revista. La hacen los pibes de la villa, a veces hechos un saco de nervios, pero con un coraje y una convicción que asustan. Aunque después de entrevistar a Maradona, a la noche no haya ni para picadillo.

EL GRITO. La Garganta Poderosa es una de las tantas cooperativas que tiene La Poderosa, un movimiento político por fuera de toda estructura partidaria que nuclea a asambleas barriales en 12 provincias de Argentina. Antes de empezar, un aviso: no van a encontrar en esta entrevista nombres propios, ni voceros autorizados. Los entrecomillados no se adjudicarán a nadie más que a La Garganta Poderosa. El anonimato es la base de la fortuna. Porque lo que importa para La Poderosa es la acumulación del trabajo colectivo en la construcción de una vida digna y de una sociedad más justa.

“Ningún compañero o compañera de los que somos parte de La Poderosa, ni los que la crearon hace 11 años, ni el referente de alguna provincia ni el compañero que se suma hoy puede hacer pública su participación en La Poderosa en un medio de comunicación. No por miedo, todo lo contrario, el único miedo que tenemos es que nos sigan matando pibes. No por vergüenza, estamos orgullosos de la lucha que estamos dando. Sino para resguardar lo colectivo. Entendemos que con esto rompemos con la política punteril que tan mal le hace a nuestros barrios, rompemos egos que se puedan dar en la lucha y que han hecho caer muchas organizaciones, para que el movimiento no se convierta en algo personalista. El que quiera venir a buscar un rédito económico se va a ir, porque somos voluntarios, y nadie cobra por el trabajo voluntario. El que quiera venir a procurarse una plataforma electoralista, tampoco, porque somos anónimos. Nadie que en un futuro quiera convertirse en algún puesto político va a poder llevarse en su mochila todo el trabajo colectivo de los vecinos”. ¿De dónde viene el grito? “De la necesidad de que se escuchen las personas que fuimos estigmatizadas históricamente por los grandes medios de comunicación, por la sociedad que siempre creyó en ellos, que siempre creyó que éramos drogadictos, narcotraficantes, que todos los villeros éramos vagos que vivían de los planes sociales y no queríamos trabajar. De ahí sentimos la necesidad de crear un medio de comunicación para que la gente sepa realmente quiénes somos, y entienda que los medios no siempre dicen la verdad.” La revista apuntó alto. Desde el primer número abrazó una estética, una identidad clara. En cada tapa –que como el resto de la revista es a todo color y en papel brillante–, un personaje reconocido, un famoso, un referente, grita. Gritaron entre muchos otros Maradona, la madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas y la abuela Estela de Carlotto, Evo Morales, Pepe Mujica, Galeano, Messi, Tévez, Ginóbili, Sabina y la “Mona” Giménez. Y a pesar de no posar para la foto, gritó también el Indio Solari, que dijo que los chicos de La Garganta le hicieron “con comodidad la mejor entrevista de toda su trayectoria”.

“La estrategia de los personajes era el medio por el cual podíamos llegar a las masas. Ponemos al personaje como persona, hablando de igual a igual, y ahí planteamos la problemática de nuestros barrios. Y en la contratapa tenemos un tema determinado, la urbanización, la trata de personas, el femicidio, todos temas que atraviesan a nuestros barrios.” La redacción original está en Zavaleta, una villa muy humilde de la ciudad de Buenos Aires, tienen otra donde estaba la Esma, centro clandestino de detención y tortura durante la dictadura, y cada una de las asambleas tiene un local propio en cada una de las villas. Desde que nació La Garganta se dan talleres de redacción, de fotografía, de ilustración, de diseño, y cada uno de los barrios tiene “algún equipito de computación” para habilitar esos talleres, y las reuniones van rotando de barrio en barrio. Ahora amplían el espectro: “No somos ingenuos y apostamos también a abrir el abanico comunicacional.

Llegamos a las redes sociales, a las que al principio estábamos negados, por el hecho de que un montón de vecinos de nuestros barrios no tienen Facebook, ni Twitter, porque no hay acceso a Internet, entonces nos cuestionábamos si no estábamos hablando para otro lado. Después entendimos que era necesario, porque era la llegada directa. Lo entendimos y hoy somos un medio masivo por las redes, mucho más que la revista. Tenemos más de 200 mil seguidores de Facebook”. No por eso dejan de marcar posición. Dicen en la información de la cuenta: “Aun así y aun aquí, nos resulta vital subrayar que, así como creemos en la importancia del desarrollo tecnológico como una herramienta para la humanidad, descreemos de la humanidad como una herramienta para el desarrollo tecnológico (…) frente al manantial de mierda que suelen soltar en las villas los grandes medios hegemónicos, francamente nos parece innecesaria la construcción de un nuevo espacio donde cualquiera pueda pontificar o despotricar, para ahorrarse el dinero de algún putrefacto diván. Y por eso desalentamos enfáticamente esos tediosos debates cibernéticos, donde tantos se refugian para creer que están haciendo política, cuando en realidad están haciendo la plancha”.

La apertura del espectro comunicacional abarca otras novedades. Este año La Garganta presentó su libro, que reúne 15 entrevistas de tapa destacadas, la primera cobertura villera en la historia de los mundiales, una selección de editoriales y de posteos en Facebook. Pero sobre todo incluye las biografías de cada uno de los comunicadores elegidos por las asambleas. Este año tienen la idea de lanzar una película que ya se está rodando, y tendrán un programa de televisión en Canal Encuentro, que también se está produciendo y se suma al espacio radial en Vorterix, que aceptaron porque es “un espacio autónomo sin pauta oficial ni comercial donde nadie nos vigila, y se enteran del contenido del programa cuando sale al aire, igual que la gente”. En una o dos semanas inaugurarán la nueva página web, y como horizonte está la creación de la agencia de noticias villeras, para que todos los días se recabe información desde los barrios, siguiendo el ejemplo de Rodolfo Walsh, al que adoptaron como redactor en jefe de la revista, porque están convencidos de que “él tendría que haber estado en esta lucha y lo desaparecieron por hacer lo mismo que estamos haciendo nosotros”, y porque “La Garganta es otra carta a la Junta Militar”.

TAMBIÉN ES AMÉRICA. “Sobre la tierra del egoísmo, donde cualquier hijo de yuta abre una tienda de progresismo, la cultura villera no aceptó ser la estrategia de una empresa, ni el culto a la pobreza, ni el ancla de la prosperidad, ni la industria de la necesidad, porque la reivindicación de la organización popular que supo resguardar la esperanza apenas equilibra la balanza de la difamación que se cocina girando como un pollo, mientras la estigmatización se vuelve la usina del subdesarrollo”, dice el libro. Esa organización popular, inspirada en el ejemplo del padre Mugica, el sacerdote que hizo su “opción por los pobres” y fue acribillado a balazos en 1974, es la que permite a los vecinos procurarse la vida, y la llave es la autodeterminación. “La Garganta sirve para poner sobre la mesa un montón de necesidades. Y así como la revista nace por la necesidad de amplificar nuestra voz, ante otras necesidades surgieron cooperativas como la de recolectores de basura. Como la cooperativa de ambulancieros que creamos en Zavaleta, cansados de que se nos mueran pibes, y una cooperativa fundamental que se llama Vecinos sin Gorra, y que es el control popular sobre las fuerzas de seguridad. Después del 7 de setiembre de 2013, cuando nos matan a Kevin, un pibe de 9 años que estaba mirando los dibujitos, desayunando a las nueve y media de la mañana en su barrio. Que perdió la vida por no tener una ambulancia en el barrio, después de tres horas de balacera entre dos bandas narco de afuera que se disputaban una cocina, nueve llamados al 911, y que los hijos de puta de las fuerzas de seguridad no se quisieran arrimar, y que cuando fueron reportaban a Control que en esa zona no estaba pasando nada, y en esa zona donde supuestamente para las fuerzas de seguridad no estaba pasando absolutamente nada hubo 105 tiros de armas de guerra, que se escuchaban a mucho más de 50 y 100 metros, que eran las distancias donde estaban las garitas de Gendarmería y Prefectura. A partir de perder a Kevin decidimos crear esta cooperativa, entonces hoy vecinos de Zavaleta recorren todos los días su barrio juntando denuncias y generando que las fuerzas de seguridad hagan su tarea. Que tengan la identificación correspondiente, que si es un prefecto hombre no revise a una mujer, y viceversa, que no hagan allanamientos ilegales, que no repriman a los pibes. En el primer mes juntamos 250 denuncias. Y obviamente no son llevadas a la comisaría, que sería lo mismo que la nada, sino que van por tres vías: a la Fiscalía, a la Procuraduría de Violencia Institucional y al Centro de Estudios Legales y Sociales.” Estos problemas atraviesan a las asambleas de todo el país: “En la ciudad de Buenos Aires una prioridad es la urbanización con radicación. A media hora del Obelisco no tenemos agua potable, luz eléctrica, gas natural, asfaltado, no entran las ambulancias, no entran los bomberos, no hay cloacas bien hechas: la vida es una mierda, literalmente. La asamblea de La Poderosa en Jujuy, que es una comunidad aborigen en Tilcara, tiene como problema central la minería; en Rosario, que es una comunidad qom, el problema son la estigmatización y las fuerzas de seguridad; en Córdoba la violencia institucional contra los pibes de gorra por el tremendo y terrible Código de Faltas, pero nos atraviesan a todos la urbanización y la falta de vivienda digna. Los derechos y garantías que no se nos otorgan”.

LA AGRESIVIDAD DE LA PALABRA. La Poderosa se define como un movimiento político, “en el sentido de que entendemos que la política es la herramienta para transformar la realidad, pero por fuera de toda estructura partidaria. Buscamos una transformación de fondo a través de actividades de educación popular, cooperativas de trabajo, talleres de oficios, centros de jubilados, centros culturales”. Empezaron en Zavaleta y hoy en día están en muchas villas de Capital Federal, de la provincia de Buenos Aires, y en Jujuy, Córdoba, Tucumán, La Rioja, Santa Fe, Entre Ríos, Mendoza y Tierra del Fuego. Pero el sueño es continental: “Tenemos la idea de latinoamericanizar a La Poderosa, empezando a germinar alguna semilla en Uruguay, a partir de este viaje, para crecer en algún asentamiento de acá. En noviembre estamos viajando a Medellín, para tratar de llegar en Colombia, y para que esta moto no pare nunca más”.

El nombre responde a dos motivos principales. Uno: “Así como entendemos que hay que resignificar la palabra ‘política’, también entendemos que hay que resignificar la palabra ‘poder’. La palabra poder no es mala. Es mala cuando viene de arriba hacia abajo, cuando nos lo quieren imponer, cuando vienen al barrio los de afuera a querer evangelizarlo y a decir cuál es la receta, que increíblemente es la misma receta que ha llevado a este mundo a ser tan desigual, a que la brecha entre ricos y pobres sea cada vez más grande. Pero la palabra poder es buena cuando la construimos desde el barro, desde el barrio, desde la asamblea popular, y los propios vecinos que estamos a la vanguardia de la lucha somos los que decidimos qué hacer por el barrio y cómo transformarlo”. Dos: “También nos llamamos La Poderosa porque así se llamaba la moto del Che, con la que viajó con su amigo Alberto Granado por América Latina (…) en esa sintonía nosotros nos juntamos con Alberto, le contamos cuál era la intención de La Poderosa, y le preguntamos si simbólicamente nos daba la llave de esa moto que habían arrancado ellos dos, para que nosotros la pudiéramos seguir. Nos miró a los ojos y nos dijo que sí, que nos daba esa llave, pero con una condición: que jamás debíamos perder la agresividad, la agresividad de la palabra. A palabra empeñada, palabra cumplida”.

Es difícil que un vecino crea cuando lo engañaron una y cien veces. Y más difícil cuando vive hace 47 años en un barrio transitorio, creado por el Estado para vivir un año. Y mucho más difícil cuando cada vez que llueve llora porque tiene que sacar la mierda que le sube de abajo y le llega de arriba. Pero La Poderosa y La Garganta saben que la transformación es posible, porque la ven. Y hay obligación de no aflojar, para que a ninguno más le pase lo que le pasó a Kevin. Y para seguir gritando dignidad ante las balas del estigma.

Artículos relacionados