Los estudios académicos advierten de una disminución del 50 por ciento de los caudales hídricos, cuando nuestras cuencas son forestadas1 y las investigaciones de empresas forestales reconocen que esa reducción llega al 30 por ciento. Sin embargo, hasta el momento no hay en Uruguay ninguna medida para prevenir o revertir este impacto, incluso en el contexto de una crisis por sequía que coloca en riesgo la disponibilidad de agua para consumo humano en el país.
Desde inicios de los años noventa, la Red de Ecología Social-Amigos de la Tierra (REDES-AT), junto con otras organizaciones y representantes de la academia, ha venido alertando sobre los impactos en el agua de los monocultivos de árboles a gran escala plantados en ecosistemas de pradera. Se aportaron al debate estudios y legislación de otros países, como Sudáfrica y España, que intentaban prevenir la disminución del caudal hidrológico.
Ante la alerta y la evidencia científica internacional, comenzaron a realizarse estudios en el país desde el sector público, principalmente a través de la Universidad de la República (Udelar). Del sector privado, se destaca un trabajo que fue financiado por la empresa Weyerhaeuser (Colonvade S. A., actualmente Lumin), en el que participó el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria, en asociación con la Universidad de Carolina del Norte.
En esos años se veía con preocupación que los estudios tenían como horizonte por lo menos diez años para obtener resultados, aunque los impactos en el agua ya eran evidentes y numerosos productores y productoras advertían que se quedaban sin el recurso al ser rodeados por la forestación. Muchos y muchas debieron abandonar sus tierras al no tener condiciones de afrontar ese impacto.
La evidencia
Comenzaron así los estudios nacionales para comparar el impacto en el ciclo hidrológico de una cuenca forestada con relación al comportamiento hídrico de una cuenca con campo natural. Pasadas las décadas, los resultados fueron alarmantes. El estudio financiado por Weyerhaeuser determinó que, en la cuenca forestada, «el caudal tiene pérdidas que están entre el 25 y 30 por ciento», según el gerente de desarrollo e investigación forestal de Lumin, el ingeniero Juan Pedro Posse. La cantidad de agua se mide «teniendo en cuenta cuánta agua superficial escurre y se recolecta en los vertederos».2
Mientras tanto, en otros estudios (en los que ha participado la Udelar), se llegó a resultados que indican una reducción del caudal hídrico de hasta 50 por ciento. Por ejemplo, uno de ellos concluyó que «los balances estacionales y anuales correspondientes a ocho años de monitoreo (de octubre de 2006 a setiembre de 2014), en las microcuencas Don Tomás y La Cantera (Paysandú), permiten concluir lo siguiente:
— En años hidrológicos medios (precipitación anual de 1.208 mm), la reducción del caudal específico que tiene lugar en la microcuenca forestal (17,2 por ciento) es de la misma magnitud que la intercepción anual.
— La reducción del caudal específico crece hasta aproximadamente el doble (28 a 32 por ciento) en períodos estacionales (otoño-invierno o primavera-verano) caracterizados por déficit hídrico (275 a 400 mm).
— La diferencia en evapotranspiración real, entre la cobertura forestal y las pasturas naturales, alcanza hasta un 50 por ciento en estaciones con déficit hídrico, en que la lluvia es menor a 500 mm, y tiende a decrecer hasta un 10 por ciento en estaciones húmedas, en que la lluvia supera los 1.208 mm».3
En un artículo de 2006 de la revista Agrociencia (publicación arbitrada de la Facultad de Agronomía de la Udelar) se llega a la misma conclusión: «En el caso puntual de los pastizales del Río de la Plata, información preliminar basada en mediciones puntuales de caudal en cuencas pareadas en Lavalleja (ocho pares, cuatro fechas) y Córdoba (cuatro pares, cinco fechas) sugiere reducciones del caudal cercanas al 50 por ciento tras el establecimiento de forestaciones […]. Estudios en el norte de Uruguay efectuados en una macrocuenca de pastizal natural de [aproximadamente] 2.000 km2 muestran que la fracción de rendimiento hidrológico anual y especialmente la estival bajaron tras el establecimiento de eucaliptos en un cuarto de su superficie».4
El lobby
Aunque están los datos disponibles, muy poco se habla de los impactos de la forestación. Peor aún, no se toman medidas para prevenir o frenar esos impactos. Ante la sequía que estamos atravesando, alarman las declaraciones brindadas a la prensa en estos días por parte del presidente de OSE, Raúl Montero, en las que se manifiesta preocupado, pero sin analizar las causas de la falta de agua en los ríos y arroyos, vinculadas a los usos del suelo en cada cuenca. Alarma también la falta de voluntad política para analizar y poner sobre la mesa los resultados de los estudios científicos sobre el impacto de la forestación en el caudal de nuestros ríos, arroyos y acuíferos. Y esto a pesar de todos los informes nacionales e internacionales que alertan sobre los eventos extremos, que van a ser cada vez más frecuentes a causa del cambio climático.
REDES-AT ha puesto el tema sobre la mesa insistentemente en la Comisión de Cuenca del Río Santa Lucía, desde la primera sesión en 2013, y propuso como medida quitar la prioridad forestal a los suelos en las nacientes de esa cuenca estratégica, que abastece de agua potable al 60 por ciento de la población del país. Sin éxito, nuestra organización planteó en la comisión crear un grupo de trabajo para analizar el tema. Esa propuesta se ha reiterado hasta la última sesión de la comisión, en noviembre de 2022.
La superficie total de la cuenca del Santa Lucía es de 1.347.000 hectáreas. Actualmente hay forestadas 47.362 hectáreas (o sea, un 3,5 por ciento del total), que se ubican principalmente en las nacientes al noroeste de la cuenca. Como los suelos de prioridad forestal son 161.522 hectáreas (12 por ciento de la cuenca), continúa el avance de los monocultivos forestales. Además, sigue existiendo una intensa presión por parte de las empresas forestales para declarar los suelos 5.02b5 como suelos de prioridad forestal (lo cual forma parte del contrato de inversión del Estado uruguayo con Montes del Plata), aunque no se recalificaron esos suelos por el impacto que esa medida conllevaría. Nos preocupa el fuerte lobby empresarial, porque, de ocurrir esa recalificación de los suelos 5.02b, se agregarían 346.178 hectáreas (un 25 por ciento) factibles de ser forestadas, también instaladas principalmente en las nacientes de la cuenca. Además, en la cuenca, 614.675 hectáreas (45 por ciento) están ocupadas por la agricultura y solo hay 555.581 hectáreas (41 por ciento) de campo natural.6
El futuro
El cambio climático ha provocado un aumento en la frecuencia de eventos extremos con importantes períodos de sequía7 y tiene fuertes impactos en el ciclo hidrológico a través de cambios en la precipitación, evapotranspiración y la humedad del suelo por las temperaturas crecientes, que se suman a los efectos preexistentes de la crisis ambiental. Por lo tanto, es importante implementar planes de gestión ambiental y ordenamiento territorial de cuencas hidrológicas en todo el territorio nacional, en especial en la cuenca del río Santa Lucía. Debería ser prioritario para Uruguay mejorar el estado ambiental de esa cuenca. Ya se dispone de diagnósticos y de líneas de acción que no se han implementado.
Sin embargo, los equipos de administración actuales parecen orientados a abandonar el río Santa Lucía, con la prioridad que dan al proyecto Neptuno, a pesar de todas las dificultades y amenazas que presenta en términos económicos y políticos, por ser un emprendimiento inconstitucional que privatiza la gestión del agua potable y carece de participación social. Además, existen limitaciones ambientales para la implementación de Neptuno, por los problemas de calidad del agua del Río de la Plata, en Arazatí, como fuente de agua a potabilizar.
La situación actual nos exige reflexionar sobre las líneas estratégicas de acción para centrar nuestros esfuerzos en cuidar nuestras cuencas, a fin de disponer de agua potable de buena calidad para abastecer a toda la población uruguaya. La inacción del gobierno para adoptar medidas que atiendan los impactos de la forestación en las cuencas, con los datos de hoy arriba de la mesa, y el accionar con la implementación de Neptuno van en el sentido contrario.
1. Caudal hídrico: volumen de agua que, en promedio, fluye por el cauce de un río.
2. Femi, M. J. «Ríos de información», revista En Contexto, F29.
3. Facultad de Ingeniería, Facultad de Agronomía, Eufores S. A., Forestal Oriental S. A. (2016). Red de microcuencas experimentales para la obtención de indicadores hidrológicos y edáficos de plantaciones forestales. ANII, Convocatoria Alianzas para la Innovación, proyecto ALI_1_2011_1_2349. Informe final.
4. Jobbágy, E. G. et al. (2006). «Forestación en pastizales: Hacia una visión integral de sus oportunidades y costos ecológicos», Agrociencia, vol. X, n.o 2, págs. 109-124.
5. Suelos moderadamente profundos, de textura franca, con fertilidad media, cuyo uso actual es agrícola ganadero. Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, Coneat (1994).
6. División de Información Ambiental, Dirección Nacional de Medio Ambiente, Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (2019). Mapa de uso/cobertura del suelo de la cuenca del río Santa Lucía.7. Autores varios (2019). Climate Change and Land: an IPCC special report on clima te change, desertification, land degradation, sustainable land management, food security, and greenhouse gas fluxes in terrestrial ecosystems.