El intrascendente retorno de Tsipras - Semanario Brecha

El intrascendente retorno de Tsipras

Depurada de su ala izquierda “antiausteridad”, la coalición Syriza retorna al gobierno con porcentajes similares de votos e idénticos aliados, pero sin el entusiasmo que generó hace ocho meses. Alexis Tsipras asume un nuevo gobierno en una Grecia resignada.

El regreso de Alexis Tsipras a la casa de gobierno en Atenas / Foto: AFP, Louisa Gouliamaki

“Estas elecciones pretenden legalizar la capitulación de Grecia”, había advertido el ex ministro de Finanzas Yannis Varoufakis horas antes de que se abrieran las urnas, en la noche del domingo pasado. Sin participar activamente en la campaña, quizá porque como buena parte de los griegos de izquierda se sienten derrotados, Varoufakis anunció que votaría a Unidad Popular, la escisión de Syriza.

Tal vez la mayor muestra de la impotencia de la izquierda griega sea precisamente la sonora derrota de la Unidad Popular, que hasta ahora contaba con casi una treintena de diputados, pero que en el próximo parlamento no estará presente porque no superó la barrera del 3 por ciento en las elecciones del domingo.

El éxito de Alexis Tsipras es el del pragmatismo. Luego de haber visto gobernar a conservadores, socialistas y radicales sin que nada cambie, el descreimiento de la sociedad en sus elegidos parece cada vez mayor. Luego de cuatro elecciones en tres años, la austeridad no afloja y no hay perspectivas de cambio en el horizonte. La abstención aumentó en diez puntos respecto de la votación de enero, cuando Syriza llegó por primera vez al gobierno en medio de un enorme entusiasmo de la izquierda de la izquierda no sólo europea, que se mantuvo durante varios meses.

TODO IGUAL, PERO… Si se comparan los resultados del domingo pasado con los de hace nueve meses podría afirmarse en principio que nada sustancial ha cambiado en el escenario electoral griego. Syriza se mantiene al frente con poco más del 35 por ciento, perdiendo menos de un punto y cuatro escaños con relación a enero. Con 28 por ciento, Nueva Democracia, el principal partido de la derecha, retiene todos sus votos, registrando un leve avance que le supone un diputado más. Los nacionalistas llamados Griegos Independientes, que gobernaron junto a Syriza entre enero y agosto, pierden tres escaños, pero los dos partidos juntos suman 155 diputados, cinco por encima de la mayoría absoluta.

El resto de las fuerzas se mantienen casi igual. Los ultraderechistas de Amanecer Dorado, los comunistas y los centristas sufren pocos cambios. Los socialistas del Pasok recuperan parte de su electorado, pasando de 13 a 17 escaños, pero muy lejos del 44 por ciento de seis años atrás. Son pequeñas variaciones debidas, en gran medida, al aumento de la abstención.

En efecto, los griegos que no acudieron a votar, pese a que el voto es obligatorio, crecieron hasta el 45 por ciento del electorado. El nivel de participación del domingo fue uno de los más bajos que se recuerden.

El clima de desinterés dominó durante toda la campaña. Es que votar por la sumisión a los dictados de la eurozona, aun como mal menor, no es algo que pueda levantar entusiasmo. El movimiento social griego, que ha puesto en pie decenas de iniciativas autogestionadas, desde centros de salud hasta emisoras de televisión, pasando por fábricas y periódicos, deberá ahora decidir los caminos a seguir. Agotadas las vías institucionales como factores de cambio, la profundización de ese tipo de emprendimientos parece un camino razonable.

LA TRAGEDIA INACABADA. La gran incógnita de la política griega podrá develarse recién en octubre, cuando el nuevo Ejecutivo deba afrontar las exigencias acordadas en el último memorándum con los acreedores, en Bruselas. El tercer “rescate” firmado en agosto prevé duros ajustes y reformas durante tres años a cambio de hasta 86.000 millones de euros en créditos. En ese sentido, el jefe de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, no deja margen a Tsipras: “Si lo que hemos acordado no se respeta esta vez, la reacción de la Unión Europea y de la eurozona será bien distinta” a la que fue hasta ahora, amenazó el jerarca (El País, Madrid, 21-IX-15). Tsipras hizo campaña prometiendo que suavizará los efectos más nocivos del acuerdo de semanas atrás, que contravenía todas las promesas que llevaron a Syriza al poder a comienzos de año y al gigantesco No del plebiscito de julio. En octubre los acreedores evaluarán el comportamiento del gobierno griego con base en las reformas que se le exigen y que se comprometió a realizar.
La primera y quizá la más dura serán los recortes en las pensiones; se prevé además desincentivar la jubilación anticipada y multar a aquellos que se retiren antes de la edad legal de 67 años. El nuevo Ejecutivo deberá realizar ajustes en el sector financiero, y cambios en los estatutos del Banco de Grecia. Habrá más privatizaciones, incluyendo los puertos del Pireo y Tesalónica, antes de mediados de octubre.

Si se aprueban estas reformas podrían llegar 3.000 millones de euros en noviembre y se podría comenzar a debatir una reestructuración de la deuda, sin quitas, iniciar el desbloqueo de fondos para recapitalizar los bancos y poner fin al control de capitales.

Un think tank citado por El País destaca que “es posible que el tercer rescate descarrile y eso active la amenaza de grexit (salida del euro) que Berlín usó en la última negociación” con Tsipras. Por eso desde Alemania presionan para que en Atenas se forme un gobierno amplio que involucre a la Nueva Democracia para impulsar las reformas. “Esta vez los griegos saben de veras que no tienen otra opción”, comentó Theodore Pelagidis, del centro Brookings (El País, 21-IX-15).

Desde una posición opuesta, Varoufakis comenta en un artículo en el diario británico de izquierda The Guardian que “el mayor vencedor ha sido la propia troika”. El ex ministro sostiene que “Tsipras debe ahora aplicar una consolidación fiscal y un programa de reformas que están diseñados para fracasar. Las pequeñas empresas sin liquidez ni acceso a los mercados financieros tienen que pagar ahora los impuestos del próximo año teniendo en cuenta los beneficios proyectados para 2016. Los hogares tendrán que afrontar un escandaloso impuesto al patrimonio sobre apartamentos y tiendas que ni siquiera pueden vender. El aumento del Iva incrementará la evasión fiscal. Cada semana la troika exigirá más políticas antisociales y recesivas: recortes de pensiones, menores subsidios por niño, más desahucios” (Eldiario.es, 21-IX-15).

ALGO MÁS QUE CRISIS. Varoufakis afirma que el primer ministro griego casi no tiene margen ni poder para negociar el tercer rescate. Sin embargo, estima que las cosas pueden tomar otro rumbo “si el nuevo gobierno continúa conectado a las víctimas del acuerdo con la troika, si se aprueban reformas auténticas que den confianza a las empresas para que inviertan, y si usa la intensificación de la crisis para arrancar concesiones reales a Bruselas”.

La troika, dice Varoufakis, es el mejor amigo de los oligarcas, y viceversa. Si no se consiguió quebrar su control sobre la política griega cuando había fuerza política suficiente como para hacerlo, luego del referendo del 5 de julio, ahora será mucho más difícil.

El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos apoya a Syriza, pero cree que “el problema mayor fue que la izquierda europea en su conjunto no percibió que el Banco Central Europeo y el euro fueron creados según el más puro catecismo neoliberal” (latinamericanperspectives.com, 25-VIII-15). De esa afirmación deduce que “las instituciones europeas son hoy más neoliberales que los diferentes estados europeos y tienen un poder enorme para intervenir en ellos, sobre todo en los más pequeños y periféricos”.

Es el momento más crítico para las izquierdas europeas, porque incluso las nuevas están mostrando límites impensados hace apenas dos años. De Sousa busca las razones estructurales de esos límites. Recuerda que la existencia de la izquierda siempre se constituyó en la creencia de que existen alternativas al capitalismo. Pero a partir de los años sesenta del siglo pasado la socialdemocracia comenzó a defender la regulación del sistema con elevados impuestos. “La caída del muro de Berlín –razona De Sousa– no fue sólo el fin del comunismo. Fue también el fin de la socialdemocracia”, porque “dejó de haber razones para aceptar limitaciones drásticas a las ganancias del capital”. De eso trata su análisis del neoliberalismo europeo, y sobre la insuficiente comprensión que tiene la izquierda de que la UE no es otra cosa que la dictadura de los banqueros. “El objetivo de las instituciones europeas es liquidar cualquier hipótesis de contestación a la política de austeridad”, dice De Sousa. Al revés del sentido común hegemónico, el sociólogo asegura que la UE no está para construir la arquitectura de la integración europea, sino para evitar que haya alternativas al modelo. No comprenderlo, afirma, es errar en la política.

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Divididos

La elección griega dividió transversalmente a la izquierda de la izquierda europea, que fue todo festejo cuando Alexis Tsipras se hizo con el poder en Atenas, pero que se dividió respecto de la coalición Syriza cuando el primer ministro heleno aceptó el “rescate” que le impusieron las autoridades políticas europeas y los poderes financieros. El líder de Podemos Pablo Iglesias viajó a Atenas a dar su apoyo a Syriza y a Alexis Tsipras (“el león de Atenas”, llamó el español al ex y futuro primer ministro griego), mientras el eurodiputado Miguel Urbán, referente de Anticapitalistas, una de las “sensibilidades” de Podemos, respaldó a Unidad Popular, la escisión por izquierda de Syriza. El Frente de Izquierda francés también se dividió en el mismo sentido, y lo mismo sucedió en Die Linke (La Izquierda) alemana: su líder histórico, Oskar Lafontaine, llamó a votar a Unidad Popular y otros dirigentes apoyaron a Syriza. Habrá que ver cómo resiste el Grupo de la Izquierda Unitaria Europea, en el que conviven todas estas fuerzas y sensibilidades, al efecto griego.

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