Se conocía a los gamers (adictos a los videojuegos) como una especie alienada, que pasaba recluida en sus madrigueras, sin contacto con el mundo real. Hasta ahora. Si alguna vez se preguntó qué sucedería si este ejército de freakies saliera de golpe y tomara las calles cual zombis, entonces la respuesta es lo que está sucediendo en este preciso momento. El fenómeno hasta tiene un nombre, y se lo conoce como Pokémon Go.
Pokémon Go –para quienes no se han asomado a las redes sociales en la última semana– es un juego liberado gratuitamente por la empresa Nintendo y desarrollado por Niantic Labs para los sistemas Android e iOS. Se vale del concepto de “realidad aumentada”, lo que significa que utilizando la cámara y el Gps del celular convierte al lugar en que se encuentra el usuario en el mismo campo de juego. En la pantalla aparece el mundo circundante al jugador, pero con algunos agregados; allí pueden verse a pokémones (en japonés significa monstruos de bolsillo) correr libres por la calle, entre la gente, por los parques, o en las habitaciones de una casa. Luego de atraparlos y apropiárselos lanzándoles una “pokébola”, el usuario podrá confrontarlos con los de otros jugadores. Para que los pokémones estén lo suficiente fuertes y capacitados deben entrenarse en gimnasios virtuales, localizados en lugares específicos de la ciudad. Así, en torno a un “gimnasio Pokémon” ubicado por ejemplo en una plaza, puede concentrarse una congregación de jugadores, abocados todos ellos a incrementar las habilidades de sus respectivas “mascotas”.
Pokémon Go se descarga masivamente y, según señala la empresa de estadísticas de servicios de Internet SurveyMonkey, ya cuenta con 21 millones de usuarios activos diarios, sólo en Estados Unidos. A pesar de que por ahora solamente ha sido lanzado en 26 países, se espera que para la última semana de julio su alcance sea mundial.
El 12 de julio ya había superado a Facebook, Instagram y Tinder en su uso diario. También logró algo impensable: la frase Pokémon Go es más buscada en Google que el término porn, la más popular de las palabras. Como no podía ser de otro modo, revalorizó a Nintendo, incrementando sus acciones en más de 21.000 millones de dólares, según datos de la agencia especializada en noticias financieras Bloomberg.
Si bien la idea parece notable, los problemas que han surgido en torno al juego no han sido pocos. Gimnasios virtuales ubicados en el Pentágono y la Casa Blanca han dado más de un dolor de cabeza a los encargados de la seguridad de ambos edificios, y en algunos lugares específicos, como en las inmediaciones de la estación de policía de Darwin, Australia, y dentro del Cementerio Nacional de Arlington y del Museo de la Memoria del Holocausto, en Washington, se prohibió el juego. En Alemania los encargados del museo situado en el campo de concentración de Auschwitz pidieron a los responsables de Pokémon Go que supriman esa ubicación. Al parecer, en las instalaciones no eran pocos los que pasaban corriendo con sus celulares en la mano, rompiendo el clima sepulcral pertinente. “El antiguo campo nazi no sólo es un museo, es, ante todo, un lugar de memoria, un lugar donde la gente viene también a meditar, reflexionar y orar, por lo que es inconcebible que se trate como un espacio para juegos o diversión”, señalaba el portavoz del memorial, Bartosz Bartyzel.
En algunos videos pueden verse ciertos sitios, como el Central Park, literalmente invadidos por una estampida de centenares de jugadores que han salido a la caza de un ejemplar raro. La policía de Missouri ha reportado que varios jugadores han sido víctimas de robos, ya que los delincuentes utilizaron “faros”, es decir, módulos de cebo que son puestos por los usuarios para atraer pokémones durante treinta minutos. Así también los ladrones atraen a los incautos gamers para asaltarlos.
Alrededor del globo ya han sido confiscadas varias libretas de manejar a conductores que recogían pokémones mientras manejaban sus autos. También se supo de usuarios que se accidentaron durante su caza, como dos muchachos que cayeron por un acantilado desde una altura de entre veinte y treinta metros, en San Diego, California. En Pensilvania, una jugadora fue atropellada al cruzar la calle buscando un pokémon, y en la Florida un hombre confundió a dos jugadores –que hablaban alto frente a la puerta de su casa a la 1.30 de la mañana– con delincuentes, salió de la casa y escuchó que uno le decía al otro: “¿Conseguiste algo?”. Al oírlos les apuntó con su arma y les ordenó que no se movieran, pero ellos huyeron en el auto, y él hizo varios disparos contra el vehículo.
Una muchacha de 19 años salió a buscar pokémones a la orilla del río Big Wind, en Wyoming. Apuntándole con su móvil a un escurridizo ejemplar tipo agua, hizo un descubrimiento notable: flotando había un cadáver real, cerca del puente de la autopista. En un parque de la localidad de Fullerton dos marines jugaban con la aplicación y se percataron de que un hombre se comportaba en forma extraña, intentando ganarse la simpatía de varias madres y acercándose a los niños, llegando incluso a tocarle la pierna a uno. Al verlo, inmediatamente detuvieron al presunto abusador; y al llevarlo ante las autoridades pudieron constatar que había una orden de arresto contra él por un intento de asesinato en el condado de Sonoma, al norte de California.
Lo que está sucediendo, concretamente, es que el juego está llevando a gente a sitios donde nunca había ido anteriormente, o que no suele frecuentar, y que, para colmo, preste atención a determinados detalles del mundo real. Una vía inesperada e indirecta de descubrir el mundo circundante, lo cual, como fenómeno social, es algo ciertamente notable.