En muchas de las grandes urbes del mundo, el aire está más limpio. Hay más silencio. Han disminuido los accidentes de tránsito y el consumismo desenfrenado. El planeta respira y la naturaleza renace. Más allá de las malas noticias, quizás esta crisis nos deje también algunas valiosas lecciones.
Hace muy
poquitos meses veíamos en los noticieros de Beijing,
Milán y otras grandes ciudades la espesa niebla de la contaminación provocada
por la circulación de automóviles y por las fábricas, que continúan usando
combustible fósil. Las enfermedades respiratorias agravadas hasta aumentar los
riesgos fatales. Hoy, en esas mismas ciudades donde casi no circula un vehículo
y la producción está parada, el aire está transparente. Los asmáticos y otros
enfermos crónicos respiran, al fin, a través de sus ...
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