La mejor prueba de que no existe una solución militar a la crisis de Ucrania es que el que ofrece pactar es aquel a quien le está yendo mejor en ese terreno. En junio fue Kiev. Ahora es Moscú. En aquel momento la llamada “operación antiterrorista” había logrado volver a poner bajo control ucraniano la frontera con Rusia, aislando a los rebeldes. Dos meses y medio después, la contraofensiva de los separatistas está jaqueando a un agotado y dividido ejército de Ucrania.
Occidente también lo entiende, pero está preso de sus palabras, por lo que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, señaló que no cree en la sinceridad de Moscú y aumentó el volumen de sus advertencias. Esto, como escribió el miércoles 3 en el New York Times Anatol Lieven, catedrático en temas de política internacional del King College de Londres, puede ser un callejón sin salida. “Animar a Kiev a buscar una victoria militar –opinó Lieven– sólo puede llevar a una inevitable derrota.” A la vez, agregó el analista, Rusia ha mostrado la flexibilidad de usar el menor número de recursos bélicos posible para sostener a los separatistas y evitar que sean vencidos. ¿Los gestos occidentales de respaldo a Kiev le dan a Ucrania una alternativa real a la propuesta negociadora que hizo Rusia esta semana? Para Lieven la respuesta es clara: si Occidente apoya militarmente a Kiev motivará una invasión rusa a gran escala, que será desastrosa para todos “y una humillación para la otan”.
Así que la única opción es negociar. Preferentemente cuando se va ganando.
AL VUELO. La construcción simbólica que la prensa rusa realiza permanentemente alrededor de Vladimir Putin narró que el plan de paz de siete puntos para Ucrania (véase recuadro) fue escrito a mano en el avión que lo llevaba de visita oficial a Mongolia. Mucho más que un dato “de color”. Entre líneas, esa información dice que el mandatario ruso está lo suficientemente preocupado por la situación de sus vecinos como para elaborar una propuesta, pero que el tema no forma parte de sus ocupaciones oficiales ya que Rusia –asegura el Kremlin– no está involucrada. Así que Putin no despacha con sus asesores para buscar una solución, sino que le dedica uno de esos “no tiempos” que, parafraseando al antropólogo Marc Augé, se viven dentro de un avión.
O para decirlo de otro modo: esa narrativa emanada de los propagandistas de Moscú muestra que mientras la Alianza Atlántica bate tambores de amenaza y dedica a la crisis ucraniana el centro de su cumbre de este jueves 4, un Putin en mangas de camisa les garabatea la solución al vuelo antes de ponerse el saco para bajar en Ulan Bator y reunirse con su par de Mongolia para conversar de comercio bilateral.
Si el manejo de la retórica del poder por parte de Moscú es una cuidada coreografía, el equivalente por parte del gobierno ucraniano es el golpe y porrazo: a la mañana la página web oficial de la presidencia de Ucrania publica que Petro Poroshenko acepta el plan de su homólogo ruso, y por la tarde esa información es desmentida por canales igualmente oficiales.
FRENTE INTERNO. Probablemente Poroshenko estaba cediendo a presiones internas y exteriores. Es sabido que el frente doméstico no es un asunto sencillo. Los batallones formados por voluntarios afiliados al neonazi Sector de Derecha critican duramente al ejército. Hablan de falta de coordinación y de disposición combativa. Durante toda la semana exhibieron públicamente a sus cinco formaciones cavando trincheras antitanques en Mariupol, ciudad cercada por los pro rusos, obligando a Poroshenko a situar en ese puerto la línea de “no retirada”. Sin embargo en privado, si se recorrían los sitios de esos batallones en las redes sociales, el triunfalismo dejaba lugar a la queja. Sobre todo después de que el batallón Donbass, la “niña de los ojos” del Sector de Derecha, fue prácticamente exterminado en la batalla de Ilovaisk.
Según The Guardian, en esa ciudad de 15 mil habitantes se produjo el punto de quiebre en el frente de Donetsk. Kiev aceptó oficialmente la muerte de 87 soldados, “la mayoría voluntarios”, y decretó un día de duelo nacional. Las circunstancias fueron confusas pero todo parece indicar que los ucranianos estaban cercados, se intentó abrir un corredor humanitario para que salieran pero no se pusieron de acuerdo sobre si debían llevar consigo su armamento. Cuando los ucranianos decidieron retirarse armados, los separatistas abrieron fuego.
Tras Ilovaisk, las fuerzas de voluntarios que apoyan al ejército de Kiev se concentraron en defender Mariupol. Ese es el sitio que parecía más amenazado según el desarrollo de los acontecimientos. Pero tal concentración debilitó otros puntos igualmente estratégicos. Así fue que Kiev perdió el aeropuerto de Luhansk y al cierre de esta edición estaba por perder también el de Donetsk, que tanto le había costado recapturar.
LENTA RESPUESTA RÁPIDA. A pesar del nombre de la unidad de 4 mil soldados que la otan promete crear para atender las amenazas que dice sentir su ala este, esa “fuerza de respuesta rápida” resulta una lenta reacción ante la crisis ucraniana. Principalmente luego de que Obama fuera tan claro en acusar a Moscú de tener un pie dentro de las fronteras de Ucrania apoyando con hombres y medios bélicos rusos a los separatistas.
Las horas fueron pasando y la retórica de la otan, amplificada por la visita de Barack Obama a Estonia, escapó hacia adelante. Quedó situada más en el futuro (una promesa de “apoyo firme y eterno”) y en los no amenazados países bálticos que en el desmembrado presente de Ucrania.
Por las dudas, los medios de comunicación rusos, demasiado influidos por el Kremlin como para que se piense que se trató de una “investigación periodística”, filtraron una conversación entre Putin y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, en la que el ruso advertía que, en caso de estar interesado, podría tomar Kiev en dos semanas.
En este contexto no cabe duda de que la aceptación instantánea de Poroshenko del “plan manuscrito de siete puntos” fue apresurada. Así que acomodó el cuerpo y se desmintió a sí mismo. De todos modos, aunque participó de buen grado en la reunión de la otan del jueves 4 en Cardiff, nada parecería evitar que al día siguiente, hoy viernes 5, la delegación ucraniana se tome un avión rumbo a la capital de Bielorrusia para dialogar directamente con sus pares rusos. Los rebeldes, por su parte, ya adelantaron que si Ucrania hace efectivo el plan de paz, ellos aceptarán el alto al fuego.
¿Y después?
Con la situación militar congelada en el terreno, penden dos soluciones políticas. La que Putin esbozó días antes de su “plan manuscrito” y que más parece una provocación: crear un nuevo Estado en Luhansk y Donetsk, que por otra parte ya tiene nombre: Nueva Rusia. O la que los separatistas dijeron estar dispuestos a aceptar: una amplia autonomía en esas dos provincias manteniendo la unidad territorial de Ucrania.
[notice]Los siete puntos de Putin
1. Las milicias deben detener su ofensiva militar en las regiones de Donetsk y Luhansk.
2. Las fuerzas armadas pro Kiev deben retirarse a una distancia tal que excluya la posibilidad de bombardear asentamientos.
3. Implementar un control internacional completo y objetivo sobre el respeto al alto el fuego y monitorearlo.
4. Excluir el uso de aviones de combate contra civiles y poblados.
5. Intercambio de prisioneros en una fórmula de “todos a cambio de todos” sin precondiciones.
6. Corredores humanitarios para el movimiento de refugiados y la entrega de ayuda humanitaria en las regiones de Donetsk y Luhansk.
7. Que equipos de reconstrucción tengan acceso a la infraestructura social y de tránsito destruida, y que dispongan de ayuda.
[/notice]