Desde estas páginas, el primer procedimiento obligado para pensar la visita de Angela Davis es evidenciar que soy yo, una periodista blanca de clase media, quien escribe estas líneas. Es que, en cada una de las instancias en que la famosa activista se encontró con el público, quienes allí estábamos fuimos interpelados por una sensibilización constante en torno de un tema tan básico como invisibilizado en la historia de nuestro país: el racismo. La complejidad latente en esta problemática no fue sólo contenido discursivo, sino que se puso en juego en la manera en que los cuerpos habitaron los lugares elegidos, en el tipo de tensiones generadas, en la silenciosa conciencia colectiva de saber que había gente que debería haber estado allí escuchando, pero ni siquiera tuvo acceso a enterarse de...
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