La semana pasada, el primer ministro Benjamin Netanyahu aceptó, en nombre del Estado de Israel, un acuerdo de alto el fuego e intercambio de rehenes que incluye tres fases. Si se aplica plenamente, este acuerdo debería conducir a la liberación de todos los rehenes retenidos por Hamás desde el 7 de octubre, entre ellos, dos de mis vecinos y amigos cercanos (además de la liberación de más de 1.900 rehenes palestinos retenidos por Israel, N. de E.) y al fin de la guerra en Gaza. Eso es lo que se detalla, alto y claro, en las páginas del acuerdo.
Este texto tardó meses en gestarse, con el trabajo persistente del gobierno estadounidense de Joe Biden. Pero el crédito por su eventual firma pertenece más que nada al presidente entrante de Estados Unidos, Donald Trump, y a su enviado especial a Oriente Medio, Steve Witkoff.
La participación de Trump en las negociaciones sacó las conversaciones del estancamiento en el que estuvieron por meses y el viaje de último minuto de Witkoff a Jerusalén dejó claro a Netanyahu que el acuerdo tenía que ser firmado sin más jugarretas, excusas ni retrasos.
Pero el mismo Netanyahu que finalmente firmó el acuerdo les viene diciendo a sus aliados políticos en Israel que no tiene intención alguna de respetarlo ni implementarlo.
Después de que uno de los partidos extremistas y mesiánicos de su coalición de gobierno (el liderado por el ahora exministro del Interior Itamar Ben-Gvir) la abandonara en protesta contra el acuerdo, y otro (el liderado por el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich) amenazara con hacer lo mismo si el acuerdo se cumple plenamente, Netanyahu les prometió que el alto el fuego que firmó es solo temporal y que, muy pronto, ordenará reanudar la guerra, dando muestras de que no le importa sacrificar las vidas de aproximadamente la mitad de los rehenes israelíes que aún sobreviven en Gaza.
Esta no es una teoría de la conspiración difundida por los críticos y oponentes de Netanyahu. Son palabras que provienen directamente de sus propios leales y partidarios en Israel.
El domingo, mientras la gran mayoría de los israelíes celebraban el regreso de tres valientes rehenes –un logro también celebrado por Trump–, el comentarista político israelí más cercano a Netanyahu, Amit Segal, aguó la fiesta. Segal anunció en televisión que espera que solo diez de los 94 rehenes que aún se encuentran en Gaza sean liberados antes de que Netanyahu cumpla su promesa al ministro Smotrich y reanude la guerra. Segal no está inventando esto de la nada; está en comunicación directa con Netanyahu y Smotrich, y son ellos quienes lo proveen con información.
Netanyahu tiene dos maneras de hundir el acuerdo y encontrar una excusa para renovar la guerra. Una opción es simplemente obstaculizar las negociaciones para la segunda fase, que comenzará en 15 días, y dar vueltas en las conversaciones hasta que expire el tiempo. Es el mismo ejercicio que aplicó varias veces ante el equipo de Biden, que fue demasiado débil o demasiado reacio a oponerse a su sabotaje.
La segunda opción es provocar un estallido de violencia en Cisjordania. La chispa allí ya está encendida: colonos extremistas incendiaron casas y automóviles en varias aldeas palestinas el domingo por la noche, al mismo tiempo que millones de israelíes celebraban el regreso de las tres rehenes.
Una vez más, esto lo explican en los medios masivos israelíes los mismos partidarios de Netanyahu, no sus oponentes. Todo lo que uno tiene que hacer para enterarse de esto es mirar el canal de televisión pro Netanyahu, el Canal 14, que ha estado diciendo a sus espectadores desde la semana pasada que el acuerdo de alto el fuego es temporal, que la fase dos no sucederá y que Netanyahu honrará su compromiso con Smotrich.
Smotrich, que habla abiertamente de establecer colonias judías en Gaza después de expulsar a más de 1 millón de palestinos de allí, también lo ha dicho claramente: renunciará al gobierno si se implementa la segunda fase del acuerdo de rehenes, durante la cual se supone que Hamás liberará a docenas de rehenes israelíes hombres, entre ellos, tres ciudadanos estadounidenses.
Netanyahu le ha prometido que esto no sucederá, lo que contradice el acuerdo que firmó y las promesas que hizo tanto a la Casa Blanca como a las familias de los rehenes de traerlos a todos a casa, no solo a los incluidos en la primera fase del acuerdo.
Netanyahu también sabe que renovar la guerra, con el objetivo declarado de Smotrich de expulsar a la población palestina, hará imposible promover el objetivo político preferido por Trump en Oriente Medio: firmar un histórico acuerdo de normalización entre Israel y Arabia Saudita que fortalecería la alianza de Israel con los árabes suníes y aislaría aún más a Irán. Un acuerdo como este no se firmará mientras los tanques israelíes estén matando palestinos en Gaza y los extremistas israelíes, bajo la dirección de Smotrich, estén construyendo nuevas colonias allí.
El destino de mi vecino Omri Miran, que fue secuestrado delante de los ojos de su pequeña hija el 7 de octubre y se encuentra entre los rehenes cuya liberación está prevista en la segunda fase del acuerdo, está directamente relacionado con el destino de la agenda más amplia de Trump en Oriente Medio.
Si Trump insiste en que tanto Netanyahu como Hamás deben honrar el acuerdo que firmaron, entonces Omri será liberado, la guerra terminará y la paz con Arabia Saudita podría ser posible. Pero si su gobierno malinterpreta las verdaderas intenciones de Netanyahu o permite que su mano derecha, Ron Dermer (actual ministro de Asuntos Estratégicos de Israel y exembajador de ese país en Estados Unidos bajo el primer gobierno de Trump), lo engañe con falsas promesas, como lo hizo con el equipo de Biden, entonces mi amigo Omri será sacrificado para cumplir la agenda de Smotrich y, con él, los planes de Trump para Oriente Medio.
Amir Tibon
(Publicado originalmente en Haaretz. Traducción de Brecha.)
Trump y el cálculo israelí
¿Durará el alto el fuego?
En mayo pasado, el primer ministro israelí se negó rotundamente a firmar un acuerdo que implicara que el alto el fuego sería algo más que temporal. Había prometido al público israelí una victoria total sobre Hamás. Muchos miembros del gabinete de Netanyahu –con el apoyo del público israelí– querían garantizar que Gaza nunca pudiera reconstruirse y que un gran porcentaje de la Franja sería otorgado a los colonos israelíes. Netanyahu, en las pocas ocasiones en que habló sobre el futuro, insistió en que Israel tenía que mantener un control securitario total sobre Gaza. Aceptar un alto el fuego permanente y la retirada de puntos estratégicos clave iría en contra de todos estos objetivos.
En ese momento, Aviv Kochavi, exjefe del Estado Mayor General de las Fuerzas de Defensa de Israel, sugirió que Israel debería aceptar un alto el fuego permanente para recuperar a los rehenes y luego encontrar un «pretexto» para reanudar la guerra. Muy consciente de esta posibilidad, Hamás exigió garantías públicas de los mediadores, Washington en primer lugar, de que el alto el fuego conduciría, después de seis u ocho semanas, a un cese permanente de las hostilidades. Netanyahu claramente pensó que la presión para no reanudar la guerra sería mayor que la presión para detenerla y rechazó el acuerdo propuesto por Joe Biden. Sin embargo, ahora ha aceptado un acuerdo muy similar. ¿Qué ha cambiado?
Una posibilidad obvia es que el primer ministro israelí crea que Trump se mostrará complaciente cuando llegue el momento de –como dijo Kochavi– encontrar el pretexto.
De hecho, Netanyahu anunció después de la firma del acuerdo de alto el fuego que Israel mantendrá el control sobre el corredor de Filadelfia en la frontera con Egipto y afirmó: «No solo no reduciremos nuestras fuerzas allí, incluso las aumentaremos ligeramente». Esta medida violaría el acuerdo, que requiere que Israel se retire completamente del corredor durante la segunda fase de implementación. Agregó en la misma declaración pregrabada que Israel se reserva plenamente el derecho a volver a combatir si las conversaciones para un alto el fuego permanente fracasan durante esa segunda fase. El problema es que el acuerdo incluye claramente un marco para que el alto el fuego se haga permanente y ha sido aceptado por las dos partes.
Netanyahu llegó a decir durante una reunión de su gabinete de seguridad el 17 de enero que había recibido garantías del gobierno entrante de Trump de que, a menos que se cumplan sus demandas de seguridad, Israel podría reanudar la guerra en Gaza. Y hacerlo con el pleno apoyo diplomático, político y militar de Estados Unidos. Por lo tanto, el acuerdo actual puede terminar siendo solo un acuerdo de intercambio de prisioneros, no un alto el fuego permanente.
Los informes en la prensa israelí sugieren que Netanyahu puede haber prometido a sus socios de coalición que volverían a la guerra después de que los rehenes hayan sido liberados, o la mayoría de los rehenes, en todo caso. Un miembro del gabinete de extrema derecha, el ministro de finanzas, Bezalel Smotrich, fue convencido de quedarse. Otro, Itamar Ben-Gvir, sin embargo, renunció como ministro del Interior, pero con promesas de regresar si los combates se reanudan.
Trump es menos predecible. Un miembro de su nuevo equipo de seguridad nacional me dijo que la razón por la que ha presionado por un alto el fuego tiene mucho que ver con su interés en avanzar hacia «objetivos mayores» en Oriente Medio: un acuerdo de normalización entre Arabia Saudita e Israel, y luego algún tipo de normalización entre Irán y Estados Unidos. Las posibilidades económicas detrás de estos proyectos son prácticamente ilimitadas, pero dependen del fin de la guerra en Gaza. Y luego, quién sabe, un Premio Nobel de la Paz –un objetivo a largo plazo de Trump– podría estar en perspectiva.
El resultado de las próximas seis semanas, la primera fase del acuerdo de alto el fuego, dependerá de cómo se resuelvan estos objetivos contradictorios.
Bruno Maçães
(Publicado originalmente en The New Stateman. Traducción de Brecha.)