Dos sombras dibujan las figuras recortadas y difusas de dos cuerpos: un hombre y una mujer que se encuentran en un tiempo y espacio presente. El relato va dejando vislumbrar, paso a paso, qué nexo los vincula, que al inicio de la acción parece sólo fortuito. Estela Golovchenko (actriz, directora y dramaturga integrante del grupo Teatro Sin Fogón de Fray Bentos, con más de 20 años de trayectoria) construye un relato intenso, entre lo dicho y lo no dicho, que crece en profundidad a medida que transcurre. Como aquellas sombras proyectadas, los recuerdos que estos personajes van descubriendo juntos dejan deslizar entre líneas un pasado doloroso que los atraviesa y que llega hasta el presente con una necesidad imperiosa de cerrar aquellas heridas.
Muchos textos dramáticos nacionales han abordado el tema de la dictadura en sus diversos aspectos. La fortaleza y la novedad de La canción de las palabras esdrújulas es la sensibilidad tangible con la que se acerca a la mirada de los familiares que no pierden sus esperanzas en la búsqueda de la verdad y de los rastros de sus seres queridos para poder procesar su dolor. El director Roberto Buschiazzo (también fundador de Teatro Sin Fogón, director entre otras obras de Pa’ lo grande que es Fray Bentos) utiliza recursos narrativos con influencias cinematográficas, construyendo escenas que se cierran en sí mismas, apoyadas por un excelente trabajo de iluminación que logra transiciones fluidas. Crea así dos relatos paralelos: el de la pareja que se reencuentra y el de Andrés, el padre que regresa en los sueños de Magdalena, muy bien interpretado por Sergio Mautone. Estos monólogos del padre ausente, que regresa misteriosamente, rayan en un lenguaje poético que, apoyado por proyecciones audiovisuales, nos introduce en la cruda realidad de su presente utilizando fuertes metáforas. Las imágenes que esos relatos levantan se ajustan a la dimensión emotiva del tema abordado, sin apelar a la sensiblería.
Hay un universo onírico que se apoya en el anhelo del reencuentro. Una figura fuerte y poética para hablar sobre la memoria y su construcción en base a fragmentos y deseos de no olvidar. El tiempo aparece en los discursos, un tiempo que no cura, que corroe y lastima los cuerpos, que los atraviesa dejando sus marcas, pero también un tiempo de espera y esperanza. Hay un pasado que logra proyectarse en el presente, un tiempo de legado, de padres e hijos que comparten las mismas búsquedas. Golovchenko centra la mirada en la capacidad de continuar y reconstruirse a pesar de todo, en la resiliencia necesaria de las familias que hace que no bajen sus brazos en la búsqueda de sus seres queridos. El recuerdo, el tesón y el sueño como espacio de salvación hacen posible que el no olvido los acerque al reencuentro, única condición posible para la justicia.