—¿Qué es ilustrar?
—Tomar algo creado por otro autor y cernirlo, pasarlo por tu experiencia. Las ilustraciones que más me gustan son las que agregan algo a lo que ya está, un guiño, un personaje capaz de conducirte a otras historias, otros mundos. O a la inversa, te zambullen en otras profundidades del texto.
—Existe el peligro de redundar.
—Claro, por eso te hablo de agregar, o sea, trascender, en el buen sentido, los marcos del texto.
—¿Cómo lo conseguís vos?
—Es difícil, porque, por lógica, las primeras imágenes que te aparecen son las que el texto propone. Lo que me da resultado es pensar en mundos, qué mundos plantea lo escrito, qué colores tienen, qué formas, y les acoplo fotos de otras personas, películas, estímulos diversos.
—La ilustración sigue atada, en Uruguay, a la literatura infantil y juvenil.
—Totalmente, la edición uruguaya es muy tradicionalista en la forma de ofrecer el libro. Nada de tapas duras ni pop up (libros troquelados y con relieves). La mayoría de las editoriales creen que la gente lee de una sola manera, y por lo mismo rehúyen innovar. Igual ilustré varios títulos para adultos, Drácula, La metamorfosis, de Kafka.
—El libro-álbum está consolidado y la novela gráfica busca afianzarse.
—Sí, y el relato gráfico es una categoría de los Fondos Concursables del Mec, que admite de novela gráfica a cómic.
—Estuvo atento el Estado, ahí.
—Está portándose bien, porque incluso generó el año pasado el Primer Premio Nacional de Ilustración Infantil y Juvenil, que recibió 64 trabajos; el jurado premió tres y otorgó 12 menciones. Coincido con quienes conjeturan que en el mundo hay un revival de la literatura, el dibujo, el diseño artesanal, originado en el agotamiento del hiperrealismo. Nos saturaron de fotografía realista e imágenes tridimensionales; estamos volviendo a lo realizable con las manos. Una asombrosa prueba de esto es el taller de ilustración y dibujo que estamos dando con Sebastián Suárez en la Facultad de Arquitectura, donde también soy docente, como él. Es abierto, gratuito y funciona los sábados a las 11 de la mañana; pensé que caerían cinco tipos con resaca, y asisten 400 personas. Para mí, un acontecimiento.
—¿Qué materia dictás?
—Licenciatura en comunicación visual; asimilable, digamos, a diseño gráfico. Como la materia ilustración no está prevista en el currículo, Sebastián, que coordina el área tecnológica, me propuso hacer ese taller, que entre sus 400 asiduos –porque no falta nadie– tiene a un niño de 8 años y su madre. Esta revalorización se aprecia también en la presencia que tiene la ilustración en afiches de todo tipo, y en que una revista uruguaya, Lento, decidió incorporar ilustraciones a sus páginas. El predominio de la fotografía como registro de lo real está dando paso a la imaginación asociada al quehacer manual.
—¿El auge del libro-álbum responde a una evolución social o a una voltereta del mercado?
—Ambas cosas, tal vez. Y está vinculado, creo, a que como sociedad estamos prestándole más atención y reflexión a la infancia. En una civilización visual, por otra parte, el momento del libro-álbum, que brinda todas las posibilidades de lectura, estaba predestinado a llegar.
—Antes insinuaste que hay varias formas de leer, ¿ejemplos?
—Podés entretenerte con historias paralelas a la “historia madre”, y vivenciar lo que leés antes de analizarlo. Primero el disfrute y luego la indagación, qué quiso provocarme el ilustrador con determinada paleta de colores, o la opción por el blanco y negro. O algunas manchas de tinta en una página; no sé cuántas palabras necesitarías para trasmitir el dramatismo de una mancha de tinta.
—¿Los autores aceptan sugerencias de la ilustradora o pelean su propia visión de los personajes?
—Hay tantos autores como estilos, y siempre tengo la expectativa de que no me digan “lo pensé morocho y bajito y lo dibujaste rubio y alto”; prefiero la libertad de interpretación.
—Y expresión.
—Claro, hay autores proclives al diálogo constructivo, como Fernando González, a quien ilustré El hacedor de pájaros.3 Como en una edición anterior los hacedores de pájaros eran todos hombres, cuando me lo pasaron para ilustrar seguí ese patrón, hasta que en un momento le planteé a Fernando que necesitaba dibujar a una mujer, porque, entre otras cosas, yo lo era (risas). “Tenés razón –dijo–, hagamos que quien rescate al hacedor de pájaros sea una hacedora de música.”
1. El taller Tan Ilustrados como Valientes, coordinado por Sebastián Suárez y Denisse Torena, va todos los sábados de 11 a 13 horas en la Facultad de Arquitectura, hasta noviembre (ilustracionudelar/facebook).
2. Criatura Editora, 2013.
3. Alfaguara, 2013.