En una desconocida ciudad del sureste polaco llamada Walbrzych, dos arqueólogos amateurs hicieron uno de los hallazgos más resonantes de los últimos años. Piotr Koper y Andreas Richter (de nacionalidad polaca y alemana, respectivamente) encontraron a principios de agosto un tren blindado de la Segunda Guerra Mundial que se cree desapareció en abril de 1945, dando lugar a múltiples mitos y leyendas. La incertidumbre sobre lo ocurrido con este convoy, perteneciente al régimen nazi de Adolf Hitler, se reavivó con este descubrimiento y se encendieron las especulaciones acerca del contenido de esos vagones: algunos sostienen que podrían cargar una auténtica fortuna de 300 toneladas de oro y joyas robadas por los nazis durante la guerra, otros aseguran que habría un gran número de armas de la infantería alemana, o que incluso podrían estar las piezas perdidas de la Sala de Ámbar de Federico I de Prusia, considerada la Octava Maravilla del Mundo.
Sin embargo, existen otras versiones menos alentadoras que apuntan a que dentro de ese tren se encuentran cadáveres de presos judíos. Ellos habrían sido usados para la construcción de un sistema de túneles del llamado Proyecto Riese, estructura cuyo fin nunca fue claro y que ahora aloja en una de sus galerías a este misterioso tren. Los nazis habrían ocultado este ferrocarril para esconder de los aliados parte de las pruebas de la crueldad de ese régimen, esperando que nunca saliera a la luz.
Hoy día, a 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno polaco debe lidiar con este descubrimiento, regado por más sospechas que certezas. Las autoridades locales, luego de un mes, lograron corroborar la existencia del convoy alemán enterrado a más de cien metros bajo las montañas Sowa, próximo a la ciudad de Walbrzych. Según los datos que arrojó un georradar a principios de este mes, esta antigüedad de la guerra se encontraría en algún lugar del subsuelo en un tramo de cuatro quilómetros entre las ciudades de Wroclaw (Breslavia) y Walbrzych.
Actualmente el gobierno desarrolla los trabajos de limpieza en la zona, removiendo los árboles y la maleza del lugar para luego comenzar con las excavaciones. Si bien aún no han podido acceder a las galerías subterráneas, se toman serias precauciones porque esos túneles no han sido visitados desde hace más de siete décadas. “Los abogados, el ejército, la policía y los bomberos están tratando este asunto. La zona nunca ha sido excavada antes y no sabemos lo que nos podríamos encontrar”, afirmaba Marika Tokarska, una responsable del consejo del distrito de Walbrzych.
Precisamente ese desconocimiento es el que ha nutrido las teorías de que el tren podría albergar joyas, obras de arte, equipo militar o incluso documentos de archivo. “El hecho de que esté blindado indica que puede contener una carga especial”, aseveró el secretario de Estado de Cultura, Piotr Zuchowski. Sin embargo, los dirigentes polacos manejan con cuidado la información porque no está totalmente confirmado que el tren pertenezca al Tercer Reich y porque otras leyendas afloran con respecto a esas catacumbas subterráneas y los tesoros que esconden en sus rincones. Este tipo de conjeturas alimentan la ambición de algunos, como los dos descubridores que reclaman al gobierno el 10 por ciento que legalmente les correspondería de lo que se logre extraer. El Estado polaco busca extremar los cuidados con este tema para no generar una nueva fiebre del oro en la población.