El último niño genio – Semanario Brecha
Brian Wilson (1942-2025)

El último niño genio

Los Beach Boys fueron una de las bandas más exitosas del pop estadounidense de los años sesenta. Sus canciones, que tienen la particularidad de transmitir una alegría simple, luminosa y despreocupada, son en realidad complejas e innovadoras construcciones surgidas de la singular mente de Brian Wilson.

Siempre se ha dicho que los Beach Boys nacieron en el asiento trasero del coche de su padre, Murry, cuando los hermanos Brian, Carl y Dennis se ponían a cantar armonizando sus voces y hacían mover a lágrimas a su padre. Pero Murry era cualquier cosa menos un padre amoroso y lo mejor que puede decirse de él es que les inculcó a sus hijos el amor por la música y, sobre todo, la disciplina férrea para lograr lo que se propusieran. «Él fue quien nos impulsó. No nos hizo mejores artistas ni músicos, pero nos dio ambición. Me alegra que nos impulsara, porque era un gran alivio saber que había alguien tan fuerte como mi padre para sacar las cosas adelante. Solía azotarnos y también dolía, pero yo lo amaba porque era un gran músico», reconoció más tarde Brian. A Murry no le interesaba particularmente el dinero, sino el éxito, esa idea tan arraigada en la psique estadounidense, esa que los lleva a hacer cualquier cosa por lograrlo. ¿Se acuerdan de aquella película de Billy Wilder, la del esposo celoso obsesionado con el éxito que se enreda con una prostituta para lograr venderle sus canciones a Dean Martin? Bueno, un poco así era Murry, pero del lado abusivo del espectro. Y si bien Murry no llegó al extremo de asesinar a su primogénito, como el reverendo Marvin Gay Sr., por lo menos lo dejó sordo de un oído al golpearlo con un trozo de madera.1

De qué manera la parcial sordera de Brian moldeó su particular manera de componer y producir la música de los Beach Boys será siempre una especulación, pero uno puede pensar que tal vez su forma de combinar y arreglar los sonidos, sumando instrumentos, voces, ruidos, efectos, y armonizándolos de una manera tan compacta, puedan tener que ver con ello. O a lo mejor no fue su sordera, sino cómo funcionaba su mente.

En su autobiografía y con su estilo franco y directo, Wilson describió cómo comenzaba ese proceso: «Cuando te dan una receta lo primero que te dicen son los ingredientes antes de decirte cómo cocinarlos. Estos eran los míos: hermosas canciones de cantantes como Rosemary Clooney, armonías vocales de grupos como The Four Freshmen y el boogie-woogie. Esos eran los sonidos que empezaron a moverse en mi cabeza».2

El resto es historia: la banda formada por los tres hermanos Wilson junto con su primo, Mike Love, y su amigo Al Jardine adoptó el surf como tema –que no como estilo– por insistencia de Dennis, que era el único que, efectivamente, surfeaba y, en noviembre de 1961, publicaron su primer single, apropiadamente llamado «Surfin» en el pequeño sello Candix. El disco se transformó en un éxito moderado –vendió 50 mil copias y llegó al puesto 75 de los charts– y le dio pie a Murry para perseguir a las discográficas incansablemente hasta lograr un contrato. Así se iniciaron «los años de Capitol», sello que hizo tanto dinero con los discos de los Beach Boys que poco a poco empezó a dejar que Brian Wilson hiciera lo que quisiera.

Impresiona pensar que entre este primer simple y el álbum Pet Sounds, uno de los discos más importantes de la música popular, pasaron solamente cinco años. En ese corto lapso, los Beach Boys editaron hits como «Surfin’ USA», «Be True To Your School», «Surfer Girl», «Help Me Rhonda», «Do You Wanna Dance», «Surfin’ Safari», «Fun, Fun, Fun», «I Get Around», «California Girls», «Wouldn’t It Be Nice», «Don’t Worry Baby», por solo nombrar algunos. El universo que inventaron en sus canciones fue el de un verano perpetuo, tan armónico como sus voces, un mundo en el que solo existían los autos, las chicas y la playa. ¿Qué podía salir mal?

LA VIDA DE BRIAN

La avalancha de hits trajo consigo una avalancha de dinero. Tanto dinero como para comprarse un Rolls-Royce para cada uno, pero mientras esperaban que se los mandaran de Reino Unido, también podían pagar un Rolls-Royce intermedio. Pero, a pesar de parecer un monstruo de cinco cabezas, los Beach Boys eran, en realidad, un boy solo, que muy bien podría haber exclamado como Walt Whitman: «Yo soy inmenso y contengo multitudes». Brian Wilson no solamente creaba las canciones en su cabeza, las tarareaba y luego las delineaba sentado en su piano, sino que, además, las producía en el estudio –a veces en cuatro estudios diferentes– y de maneras que nadie lo había hecho antes.3 Si Brian primero compitió para ser mejor que su propio padre y luego para ser mejor que los Beatles, con justicia podría decirse que era una competencia desigual, ya que, en rigor, él solo era Lennon, McCartney, Harrison, Ringo, Martin y toda la estructura que sostenía a la mejor banda de todos los tiempos.

Para ese entonces Wilson había dejado de presentarse en vivo y estaba dedicado exclusivamente a la composición y la producción de la música. El rock empezaba a transformarse en algo más serio y ambicioso, y Brian era una pieza central en ese movimiento. Sin embargo, no era un secreto para nadie que Wilson no era la persona más estable del mundo y tanto la presión social como el consumo de sustancias agudizaban sus tendencias paranoicas. No ayudaba para nada que, por ejemplo, Brian hubiera entrado un poco tarde a un cine a ver la película Seconds, de John Frankenheimer –una película francamente peligrosa para su mente–, y que en el exacto momento en que se estaba sentando desde la pantalla se escuchara: «¿Cómo está usted, señor Wilson?». Ya bastante tenía con las voces denigrantes que normalmente escuchaba en su cabeza. Lo de la película fue una coincidencia tal vez inquietante –Wilson es un apellido corriente–, pero Brian pensó que lo que sucedía en la pantalla era la historia de su vida: nacimiento, muerte y resurrección. Y no solo eso: pensó que podía ser una estratagema de Phil Spector para asustarlo. Su mente por momentos se disolvía entre la ansiedad y el miedo, pero aun así Brian era capaz de crear el disco que derrotaría al Rubber Soul de los Beatles y seguir subiendo la apuesta, ya que tras el Pet Sounds apareció un single que por su ambición constructiva revolucionaría la música popular: «Good Vibrations».

Si «God Only Knows», el track de apertura del Pet Sounds, había sido solo el principio de algo más grande, era natural que las inmensas ambiciones de Brian lo llevaran a plantearse grabar el disco que iba a cambiar la música para siempre. Ese disco se llamaba Smile y era tan grande que nunca se terminaría, más allá de esa primera, asombrosa muestra que fue «Good Vibrations» y que le llevó siete meses producir. Después de esa cima que fue la aparición del single, para Brian las cosas fueron cuesta abajo tanto mental como físicamente hasta terminar, primero, recluido en su casa y, luego, virtualmente secuestrado por el lacra de su terapeuta –magistralmente interpretado por Paul Giamatti en la película Love & Mercy.

En todos esos años perdidos, sus hermanos Dennis y Carl murieron, su matrimonio implosionó, se peleó mil veces con el ambicioso Mike Love, fue rescatado de las garras de Eugene Landy por su familia y volvió a formar una familia con la generosa y buena Melinda, a hacer música e, incluso, a tocar muchos, muchísimos conciertos en vivo. Smile, o lo que se pudo hacer con lo que quedaba de él, vio finalmente la luz en 2004. Y si bien no sabremos nunca cómo hubiera sido el grandioso disco original, todavía pueden pescarse en él los brillantes destellos de las visiones del último niño genio.

  1. A lo largo de los años Brian ha contado de muy diversas maneras cómo perdió la audición de su oído derecho. ↩︎
  2. I Am Brian Wilson. A Memoir. Coronet, Londres, 2016, pág. 46. ↩︎
  3. El extrañísimo documental Long Promised Road puede parecer por momentos un carpool karaoke sin gracia, pero incluye no solamente los iluminadores comentarios de Elton John, sino también al productor Don Was tratando de desentrañar cómo lograba Brian algunas cosas en el estudio. Was dirigió otro documental, más artístico y oscuro, sobre Brian Wilson en 1995. ↩︎

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