Hay varios indicios que invitan a creer que podemos estar ante un clásico histórico. Para empezar, los últimos clásicos oficiales lo han sido: el del Clausura de 2014 fue el recordado 5 a 0. El del Apertura 2014, el del no menos recordado gol de Recoba en el minuto 94, posterior a la mano de “Papelito” en el 90. El del Clausura 2015 tuvo un gol de Novick. Y el clásico final terminó con una ambulancia dentro del arco de la Ámsterdam.
Además, el domingo será el debut clásico de Forlán. Para muchos uruguayos hinchas de Nacional será la primera posibilidad de ver como enemigo a aquel rubio que tantas satisfacciones nos dio a todos y todas hace cinco años. Para el ex Cerezo Osaka será la primera oportunidad de comenzar a escribir su leyenda: que sea blanca o negra dependerá de su incidencia en el juego, mucho más que de su rendimiento (en los clásicos, si jugás mal pero hacés un gol serás más recordado que si jugás bien y los goles los hacen los otros), así como de la suerte mirasol (si anda bien y Peñarol pierde, no servirá).
ENTRE LA OBLIGACIÓN, LA RESPONSABILIDAD Y LA COSTUMBRE. Más allá de que la tabla señala que Nacional está obligado a ganar (pues si no gana, Peñarol quedará en primera posición, con dos o cinco puntos de ventaja, a falta de nueve por disputar), la obligación implícita recae sobre Peñarol. Pues:
• Peñarol perdió cuatro de los últimos cinco clásicos (y el restante lo empató de casualidad). Si nos vamos un poco más allá, de los últimos ocho clásicos, Peñarol perdió seis (uno por penales) y ganó sólo uno.
• Bengoechea dirigió los últimos cuatro, perdió tres y empató uno. No debe de haber ejemplos en la historia carbonera (ni en la tricolor) de entrenadores que no son capaces de ganar ninguno de los cinco primeros clásicos disputados.
• Según una estadística presentada por Gerardo Bassorelli (La República), salvo Zalayeta, todos los integrantes del plantel carbonero tienen récord clásico negativo, algo impensable (y simétrico) a fines del siglo pasado. En Nacional, el único jugador que tiene récord negativo es el Nacho González (que encima es hincha de Peñarol).
• Peñarol ganó sólo uno de los últimos cinco campeonatos uruguayos, y perdió el último en final directa ante Nacional.
• Si gana el aurinegro, seguramente será campeón del Apertura y encarará con tranquilidad una segunda mitad de la temporada en la que la anunciada inauguración del estadio y el sueño de la Libertadores monopolizarán la atención y el discurso de Juan Pedro y los suyos. Si pierde, volverán las dudas, y será hora de mandarle un whatsapp a Aguirre para ver en qué anda.
Por el lado de Nacional parecería haber menos urgencias. Pese a que el equipo ha ido “de más a menos”, mantiene cierta propensión a jugar por bajo, y a buscar diferentes variantes de ataque. Empero, desde que los volantes-delanteros (caso De Pena y Barcia) dejaron su lugar a hombres con menor tendencia a cruzar la mitad de la cancha, el equipo parece depender demasiado del aporte de Iván Alonso. La capacidad de Peñarol para anular al veterano delantero (algo que en los últimos clásicos estuvo lejos de ocurrir) definirá las chances de ambos equipos.
Si Nacional gana será la mejor campaña electoral para garantizar el continuismo de la gestión encabezada por Ache, de cara a las elecciones de diciembre. En la política deportiva, así como en la nacional, la memoria es corta y recoge fundamentalmente lo ocurrido en los últimos meses. Si el Nacional de Ache no estuvo en la definición de los dos primeros campeonatos uruguayos que disputó, y por primera vez en el siglo vivió una racha clásica negativa, y llegaron jugadores que firmaron carísimos contratos para luego no jugar, y el Parque Central casi no se movió en dos años, poco importará siempre y cuando Nacional gane otra vez.
Pero si Nacional pierde habrá quienes le recuerden a Ache que si sus tres años al frente del club no fueron un fracaso deportivo total fue gracias a aquel tiro libre de Recoba que le dio a Nacional su único torneo corto sobre seis disputados en estos tres años.
En la vida hay que ser agradecido, y parecería que Ache no lo fue con ese hombre que no fue apoyado por el presidente cuando pretendió convertirse en dirigente.
Chau, chau, adiós. Lo dicho: el del domingo será, probablemente, el último clásico de Apertura/Clausura a disputarse en el Centenario. Quizás por eso luce hoy sus mejores galas: la cancha parece un ajedrez cuadriculado, las tribunas están recién hidrolavadas y pintadas, y si bien faltan unas cuantas butacas en la Ámsterdam, hasta parece un efecto buscado de degradé. Para quienes no tuvimos la suerte de viajar a La Coruña en 2005, ni de ver de cerca los clásicos disputados en el Interior, será un momento emotivo: si Peñarol llega a tiempo con las obras y recibe a Nacional en el Clausura, la presión para que Nacional comience a ser local en el Parque será irresistible.
Afortunadamente, el presidente de la Auf, Wilmar/mer Valdez, tan sensible a las inquietudes del hincha, inventó un tercer torneo que se integrará a la temporada y que –con un poco de suerte– podrá albergar un tercer clásico a disputarse, ese sí, en el viejo Campo Chivero del parque Batlle.
Pero si no tenemos esa suerte, comenzará una nueva era: la de los clásicos en Jacksonville y en el Gran Parque Central, que –si nos guiamos por el modelo argentino, que en materia de fútbol siempre ha sido el triste camino a seguir– terminará tarde o temprano con clásicos sin hinchada visitante, culminando un proceso que comenzó la triste noche del 6 de enero de 1987, cuando las hinchadas fueron separadas por primera vez.