Hay un riesgo que excede la literatura y que, al mismo tiempo, la define, la ensancha. Para algunos escritores, el coraje del extravío es inseparable de la pasión por la palabra. El viajero que escribe deja pistas de su paso por el mundo, traza una cartografía difusa mediante notas de prensa, cartas, anécdotas. Juan Parra del Riego (Huancayo, 1894-Montevideo, 1925) fue eso: un poeta peruano que decidió renunciar a todo y perderse en tierras desconocidas. El destino quiso que, en 1917, llegara a Uruguay, país en el que escribió sus mejores versos, se enamoró, hizo grandes amistades y murió prematuramente. «Breve y agónica vida», dice Idea Vilariño. Publicó dos libros en el último año de su vida –Himnos del cielo y de los ferrocarriles y Blanca Luz– y recorrió distintos puntos del país recit...
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