¿Y si te canto canciones de amor? (Agadu), de Dino Armas, dirigida por Lila García, se cuela en los días pre-navideños de Fidel (Coco Echagüe) y Pachi (Vicky Rodríguez Cartagena), dos buenos amigos que, además de compartir un apartamento, intercambian confidencias acerca de sus vidas sentimentales, actualmente tan vapuleadas como para empujarlos a tomar una drástica decisión. A lo largo de jugosos diálogos que el autor hace sonar con la autenticidad del caso, uno y otra se expresan hasta lograr involucrar a una platea que desearía ayudarlos. La original definición de personajes, la situación y el ritmo que podría imponer una fecha como la de los últimos días de diciembre, tan plenos de anuncios y mensajes como de visitas y llamados telefónicos, enriquecen un desarrollo que apuesta a descubrir el inmenso valor de la comunicación que nutre una amistad sincera. El humor y la emoción tiñen entonces el intercambio de las confesiones, los reproches, las propuestas y los desafíos que Pachi y Fidel pronuncian cada tanto hasta un desenlace que conviene no revelar. La dirección de García sabe aprovechar no sólo los altibajos del vínculo que une a los implicados sino también las posibilidades de los diferentes climas que se dan cita a medida que se acerca la Nochebuena que el dúo planea celebrar de manera inesperada. El apoyo de Verónica Lagomarsino en los rubros de vestuario y escenografía otorga el marco adecuado a los desplazamientos de la energética Rodríguez Cartagena y la conmovedora entrega de Echagüe en esta nueva versión de un clásico de Armas que trasciende fronteras.
Si se entera Carlos, me mata (Teatro del Centro), de Conrado Arbiza, con dirección de Leonardo Preziosi, desde el propio título deja en claro su condición de pasatiempo risueño, concebido con base en las confusiones y las réplicas de dos parejas que se conocen para entablar una relación de “swingers”, término que no todos los implicados parecen entender en toda su extensión. Como es de suponer, la mayor parte del desarrollo de la comedia se nutre de los consabidos sobreentendidos y las expresiones capaces de aflorar en una velada de humor pícaro y fácil que, en la ocasión, se beneficia no sólo del paso acelerado que le imprimen el autor y el director sino también de algunas contestaciones oportunas e ingeniosas –quizás surgidas de algún trabajo de improvisación– y no siempre teñidas de colores verdosos, que hacen pensar que valdría la pena insistir para que la platea entienda que, aparte del sexo, existen otros temas que pueden despertar la risa. Por cierto que Charly Álvarez, un volcán de energía que valdría la pena ver en otros papeles, la veloz Laura Barboza, el siempre bien dispuesto Pablo Robles y la atenta Natalia Yoffe se esmeran para cumplir con lo que el espectáculo parece prometer, habida cuenta de que conviene no olvidar que aún en las diversiones a propósito del sexo, conviene no perder de vista al seso para que éste avive y despierte, como amenaza en algún tramo del comienzo de la presente broma