En los últimos años Buenos Aires parece una sucursal de Broadway. El auge de los musicales –algunos de origen vernáculo, otros trasplantados de Nueva York o Londres– ha permitido una calidad inusual, inversión mediante, con actores-cantantes-bailarines formados en un gran nivel. Acaba de bajar de cartel la excelente Por amor a Sandro, sigue llenando la diferente y sólida Casi normales, otros llenos van por el lado de Mamma mia. Pero en las últimas semanas un musical casi de bolsillo se viene adueñando de las preferencias. El primer atractivo está en la apertura de un teatro que es todo un símbolo.
El Picadero, en una cortada llamada Enrique Santos Discépolo, se había “incendiado” en 1981, mientras era sede de aquel fenómeno único de la resistencia cultural a la dictadura llamado Teatr...
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