El deshielo neoliberal y la emergencia de los gobiernos progresistas de la región trajeron consigo lo que podríamos denominar una perspectiva “desarrollista” o “neodesarrollista”. Para esta perspectiva es posible (y deseable) el desarrollo capitalista en un sentido productivo, generador de empleo “digno”, dinamizando actividades de alto valor agregado e incrementando los niveles de bienestar social (“país productivo con justicia social”). El horizonte histórico planteado es la construcción de un capitalismo desarrollado; los modelos a seguir varían: Nueva Zelanda, Noruega, Finlandia. “Un gobierno honrado, un país de primera”, “Uruguay no se detiene”, son eslóganes que expresan este metarrelato del desarrollo y lo traducen al marketing electoral. En el reciente ascenso de un político como R...
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