El equilibrista Rouhani reelecto - Semanario Brecha
Elecciones en Irán

El equilibrista Rouhani reelecto

El conservador pragmático Hasan Rouhani ganó con holgura las elecciones frente a una coalición de clérigos y militares aferrados a la épica autárquica y teocrática de la revolución islámica de 1979. El presidente “reformista” promete conceder más libertades individuales, pero deberá también responder a las expectativas de sus votantes de mejorar la economía.

Hasan Rouhani ganó las elecciones presidenciales gracias al apoyo de movimientos reformistas iraníes / Foto: Afp, Behrouz Mehri

“A Irán nunca se le deberá permitir tener un arma nuclear, nunca jamás. Y debe terminar con su financiamiento, entrenamiento y equipamiento de terroristas, inmediatamente.” Las palabras de Donald Trump en su reciente visita a Israel sonaron como música en los oídos de sus anfitriones, que ven a la república islámica como la fuente de todos los males en Oriente Medio.

Su encono no deja de ser llamativo, cuando su propio secretario de Estado reconoció que Teherán está cumpliendo a cabalidad con los términos del pacto nuclear de 2015, firmado con Washington y otras cinco potencias. Así también lo informó en febrero de este año la agencia de la ONU encargada del tema, que indicó que el stock iraní de uranio enriquecido está muy por debajo del límite máximo.

También es paradójica la referencia de Trump al terrorismo, pocas horas después de concretar la venta de armas por 110.000 millones de dólares a Arabia Saudita, patrocinadora de grupos extremistas como Ahrar al Sham y Jaish al Islam.

Sin levantar el tono, el presidente persa Hasan Rouhani, en la primera conferencia de prensa tras su reelección el pasado viernes, se mofó de Trump. “El problema es que los estadounidenses no conocen nuestra región”, sostuvo, y agregó con ironía: “Esperamos que el nuevo gobierno de Estados Unidos encuentre estabilidad y continuidad en su pensamiento y sus planes futuros” (Press TV, 22-V-17). Pero el carácter imprevisible de Trump no será el único desafío para Rohani en su nuevo mandato.

CONFRONTACIÓN. Las últimas elecciones iraníes marcaron un nuevo hito en la guerra de posiciones entre conservadores y reformistas. Con la promesa de abrir el país al mundo y conquistar mayores libertades individuales, Rouhani –en el gobierno desde 2013– triunfó con comodidad sobre una coalición de clérigos y militares aferrados a la épica autárquica y teocrática de la revolución islámica de 1979.

“¿Por qué debemos detener los asuntos del país y esperar que los extranjeros inviertan aquí para resolver nuestros problemas?” (AP, 04-V-17), sostuvo en la semana previa a los comicios el candidato conservador Ebrahim Raisi, en clara referencia al acuerdo alcanzado con Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña, Alemania y Francia. En sus mitines los seguidores de Raisi estaban separados por género, al contrario que en los del oficialismo, donde incluso algunas diputadas cuestionaron abiertamente a la policía religiosa iraní. “Las mujeres siguen siendo el factor más importante para el éxito del movimiento reformista, como lo han sido desde las elecciones de 1997”, le señaló a Brecha Shervin Malekzadeh, doctor en ciencias políticas iraní por la Universidad de Georgetown, que actualmente investiga en la Universidad de Pensilvania.

Al igual que hace 20 años, los conservadores sufrieron una dura derrota. Si el ortodoxo Mahmud Ajmadineyad había revertido esa tendencia en 2005 ganando la presidencia con una participación electoral de apenas 59 por ciento, Rouhani, devenido ahora en líder moderado, se benefició por segunda vez de una concurrencia masiva. Más del 70 por ciento de los electores fueron a las urnas el viernes: unos 41 millones de votos, de los que el oficialismo obtuvo más del 57 por ciento.

Rouhani goza del apoyo de quienes en 1997 se entusiasmaron con el programa reformista de Mohamed Jatami, y en 2011 tomaron las calles contra Ajmadineyad junto al Movimiento Verde por los Derechos Civiles. Este respaldo, evidente durante los últimos meses, encontró eco en los discursos de campaña del mandatario: “En estas elecciones el tema no es elegir una persona para la presidencia, la cuestión es si queremos seguir por el camino de la libertad de expresión o no” (Isna, 23-IV-17).

Desde la década del 90, los eslahtalaban (quienes demandan un cambio o rectificación) piden la ampliación de los derechos políticos y el fin de la segregación de las mujeres. Más allá de algunos triunfos electorales, el movimiento siempre estuvo bajo amenaza, por la constante caída en desgracia de sus líderes, la cárcel y la proscripción, como ha sucedido en los últimos años con el ex primer ministro Mir Hossein Mousavi o el prestigioso cineasta Jafar Panahi.

EL “REFORMISTA”. Sin embargo, el actual mandatario nunca fue un auténtico reformista. Rohani, presentado como líder de la reforma por algunos medios occidentales, es en realidad un avezado equilibrista. Su historia se asemeja a la de su mentor, el también hojatoleslam1 y dos veces presidente Hashemi Rafsanjani, verdadero Maquiavelo de la Persia moderna.

Un “conservador pragmático”, al decir de la analista iraní Nazanín Armanian (véase Brecha, 3-III-16), Rafsanjani jugó un papel fundamental en asegurar que Alí Jamenei asumiera el puesto de líder supremo en 1989, tras la muerte del padre de la revolución, el ayatolá Ruhollah Jomeini. Como mandatario, entre 1989 y 1997, Rafsanjani persiguió a los reformistas y disidentes, al mismo tiempo que impulsó un ambicioso programa de privatizaciones que se mantiene hasta hoy con leves cambios.

Denostado por los reformistas y algo sospechoso para los conservadores, Rafsanjani perdió mucho de su capital político en los años siguientes a su presidencia, hasta que en 2011 jugó una última y sorpresiva carta. En el momento más álgido de las protestas contra Ahmadineyad y Jamenei, tomó abierto partido a favor de los pedidos de mayor democratización y censuró la represión a los estudiantes. Su valentía fue festejada por los viejos enemigos y castigada por los antiguos compañeros: el Consejo de Guardianes de la Revolución le prohibió competir en la siguiente elección.

En aquella oportunidad, Raf­sanjani dio un discreto consejo a los enardecidos manifestantes del Movimiento Verde: les recordó la paciencia de Alí ibn Abi Talib, quien, a pesar de ser el legítimo heredero del profeta Muhammad según los chiitas, esperó 20 años para ser elegido como califa y hacerse con el poder (Muftah, 15-V-17). Rafsanjani murió en enero pasado, pero la misma prudencia parece guiar los pasos de su discípulo Rouhani.

GRANDES RETOS. Vigilado de cerca por la línea dura, el presidente reelecto deberá hacer frente a enormes retos, mientras que las expectativas de mejoras económicas y políticas de sus votantes ya no podrán ser aplazadas sin un costo mayor.

Para el período 2017-2019 el Banco Mundial estima que la economía iraní crecerá por encima del 4 por ciento anual. Pero esos números, impulsados por el pacto nuclear de 2015 y el consecuente levantamiento de varias de las sanciones económicas que asfixiaban al país, aún no se traducen en resultados claros.

“El acuerdo nuclear es como un cheque que el gobierno de Rouhani no fue capaz de cobrar”, disparó Raisi días antes de las elecciones, secundado por el ex militar y alcalde de la capital Mohammad Ghalibaf: “Un árbol que no ha dado frutos en cuatro años no producirá nada positivo en el futuro”.

Stella Morgana, doctoranda de la Universidad Leiden y estudiosa de la situación de la clase obrera iraní en las últimas cuatro décadas, explica que “los trabajadores, como la mayoría de los iraníes, todavía están esperando que su situación económica mejore. En 2013 el salario mínimo mensual era de 248 dólares, muy por debajo de la línea de pobreza de 720 dólares al mes para una familia de cuatro. El mismo año el precio de los productos básicos –pan, arroz y similares– se había más que triplicado desde 2007” (The Conversation, 17-V-17).

Uno de los principales puntos de preocupación en Irán es la alta tasa de desocupación, de un 12,7 por ciento y de más del 25 por ciento entre los jóvenes. No en vano la campaña electoral conservadora apostó fuerte a ese tema: “La crisis de desempleo es solucionable: crearemos un millón y medio de empleos al año”, prometió Raisi en sus mitines (Al Monitor, 25-IV-17).

“La sociedad iraní se ha abierto bajo Rouhani (…), muchos grupos sociales, incluidos los jóvenes, las mujeres, los activistas e incluso los trabajadores, pueden ver ahora un mejor lugar para sí mismos en la sociedad iraní”, agrega Morgana. Las masivas protestas de los profesores por mejores salarios, en marzo pasado, o la lucha de los mineros de la provincia nororiental de Golestán, por mejores condiciones de trabajo, son buen ejemplo de la apertura que vino tras el gobierno de Ahmadineyad (2005-2013). “Bajo su gobierno la movilización colectiva fue restringida por la supresión de una sociedad civil ya débil y por los arrestos de sindicalistas”, destaca la analista.

Malekzadeh coincide en este diagnóstico y en su relevancia para entender la nueva victoria de Rouhani sobre los conservadores: “La mayor parte de Irán está, en mi opinión, unida en el deseo de evitar una repetición de los años de Ahmadineyad y de mantener al país fuera de las manos de los tondroha o extremistas”.

El analista político cree que con la reelección del actual mandatario la clave ahora “es un proceso de coordinación y cooperación de la ‘izquierda’ –en términos iraníes–, que refleje un compromiso más profundo con la democracia que la simple noción de que la salvación provendrá de un líder”. Queda por saberse si esa alianza de reformistas y moderados logrará cumplir las expectativas generadas en millones de jóvenes, mujeres y trabajadores.

  1. Hojatoleslam: del árabe Hujjat al Islam (autoridad del islam). Título honorífico (inferior a ayatolá) aplicado a clérigos chiitas.

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