Escenarios del después - Semanario Brecha
Apuntes sobre la situación del teatro y el carnaval en Montevideo

Escenarios del después

La pandemia puso en primer plano no solo urgencias asociadas a la coyuntura, sino también problemas estructurales e históricos de un sector caracterizado por la informalidad, el pluriempleo y la precariedad laboral.

Unsplash, Marcos Paulo Prado

Las artes escénicas tienen la particularidad de que, para existir, necesitan de la copresencia. A diferencia de otras producciones artísticas, como la literatura, el cine e, incluso, la música, no pueden reconvertirse fácilmente a los formatos virtuales sin, en el mismo acto, dejar de ser. En tanto campo laboral, están signadas por la informalidad de las contrataciones, la ausencia de garantías y seguridades sociales, la estacionalidad y la intermitencia del trabajo, y una precariedad laboral histórica que lleva a que la mayor parte de sus trabajadores tengan múltiples empleos, siendo la docencia uno de los predominantes.

Organismos gubernamentales como la Intendencia de Montevideo y la Dirección Nacional de Cultura promovieron y llevaron a cabo medidas paliativas, a través de la creación de fondos y subsidios. Sin embargo, muchas tuvieron grandes dificultades para hacerse efectivas. Entre otros motivos, esto se debe a que existe un gran desconocimiento (lo que muchas veces se traduce en desinterés) respecto de las especificidades de los trabajos en arte y cultura.

Por ejemplo, con respecto a la estacionalidad, sabemos que julio es un mes de zafra laboral por las vacaciones de invierno, fundamental para las y los trabajadores de las artes escénicas. Sin embargo, en pleno mes de julio de 2020, decenas de trabajadores informales implicados en la realización, puesta en escena y difusión de obras infantiles quedaron sin ingresos. María Rosa Carbajal (integrante y expresidenta de la Asociación de Críticos Teatrales del Uruguay) señalaba que entre 40 y 50 obras no pudieron estrenarse o reponerse.

En lo que hace a la formación artística, las escuelas, tanto del ámbito independiente como estatal, tuvieron que comenzar sus cursos de forma online en distintas plataformas, algo que puso en cuestión su posibilidad de sustentarse. Al dejar de compartir el mismo espacio-tiempo, profesores y alumnos experimentaron cambios abruptos en una modalidad que perjudica y transforma radicalmente las características de las artes escénicas y su pedagogía. Además, la exigencia de adaptación expuso y acentuó las desigualdades sociales (condiciones habitacionales, disparidad en el acceso a recursos tecnológicos, reparto desigual de tareas de cuidado en los hogares).

ADIÓS, CARNAVAL

Una de las medidas de mayor impacto para el sector fue la suspensión del carnaval 2021, algo que no sucedía desde 1926. El carnaval uruguayo es, desde hace décadas, un terreno de controversias por su progresiva institucionalización, profesionalización y privatización, que ponen cada vez más en duda su carácter popular, a la vez que evidencian las condiciones de precariedad laboral de sus trabajadores. Un ejemplo es el conocido y cada vez más audible cuestionamiento al Concurso Oficial de Carnaval, llevado a cabo por la Intendencia de Montevideo y Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay, y con la productora privada Tenfield. La reciente conformación del Sindicato Único de Carnavalerxs del Uruguay (SUCAU) en 2018 y el proyecto comunitario Más Carnaval (2020), integrado por artistas y agrupaciones nucleadas en el SUCAU, se han propuesto construir un carnaval más popular e inclusivo.

A fines de agosto de 2020, se crea la Colectiva de Técnicas y Trabajadoras del Carnaval. Los rubros técnicos del carnaval se profesionalizan, pero, al mismo tiempo, se precarizan, y el trabajo de las técnicas es el más invisibilizado. A su vez, estos procesos se vinculan con la violencia basada en género. Sabemos que la precarización laboral artística dentro del campo carnavalero es un conflicto que se profundiza con la profesionalización de las tareas técnicas. A partir de la década del 90, comenzó a imponerse como canon en el Concurso Oficial de Carnaval la importancia del vestuario, la iluminación, la escenografía, la puesta en escena, el maquillaje, tareas en su mayoría llevadas adelante por mujeres.

LUCES NUEVAS, PROBLEMAS VIEJOS

La pandemia develó la alarmante escasez de datos sobre el sector artístico-cultural, una situación conocida para quienes nos dedicamos a la investigación. Resulta alentador que durante 2020 se hayan impulsado diversos relevamientos y encuestas, tanto desde colectivos y asociaciones de trabajadores como desde organismos gubernamentales. Sin embargo, la falta de comunicación pública de sus resultados, la dispersión de los relevamientos generados, sus objetivos y metodologías dispares vuelven desafiante caracterizar al sector en el mediano plazo.

Por otra parte, tras un relevamiento de 100 notas de prensa en cinco importantes diarios del país acerca de los efectos de la pandemia en la cultura, constatamos que la gran mayoría de las noticias movilizaban el concepto de trabajo y hablaban de «trabajadores de la cultura» o «del arte». La segunda palabra más presente en los títulos de las notas relevadas fue trabajo/trabajadores (la primera fue, como cabía esperar, cultura). Quizá la instalación de la categoría «trabajo» en la agenda pública para pensar los problemas del mundo de la cultura y el arte pueda considerarse auspiciosa. Sin embargo, los sentidos que oponen arte y trabajo tienen una larga tradición (Williams, 2008; Infantino, 2011; Mauro, 2018), que lejos está de haberse superado.

A lo dicho se suma la imbricación entre modos de producción que suponen precarización y gratuidad del trabajo artístico con la construcción identitaria que de sí mismos hacen las y los artistas, como señala Karina Mauro (2018). La idea de que estos trabajos no deberían subordinarse a fines económicos subyace en nociones como la vocación, atribuida socialmente a los artistas, y a la idea de que «el placer que reporta el ejercicio de determinada práctica sustituiría la falta de remuneración (lo cual constituye también una condena implícita al placer)» (Mauro, 2018, pág. 116).

Para algunos referentes del teatro independiente montevideano, el relato del emprendedurismo cayó por su propio peso durante la pandemia. Pero para otros actores, entre los cuales se destacan representantes del gobierno nacional, está más vivo que nunca. En ese sentido, se hace necesaria una revisión de las políticas culturales predominantes, que alientan dinámicas competitivas y de fragmentación.

Ahora bien, aunque las acciones y los reclamos de los colectivos artísticos ponen en primer plano la precariedad y la informalidad que signan el trabajo cultural, las demandas se concentraron en una: «volver a trabajar», sin poner mayormente en cuestión las condiciones en que se llevan a cabo estos trabajos. Las nuevas experiencias de movilización y organización colectiva son una buena noticia, pero también nos hablan de que los sindicatos y las agrupaciones existentes no están garantizando la representación de los trabajadores. Esto también puede ser síntoma de una fragmentación preocupante en el interior de un sector con una débil capacidad de presión, en el contexto de una crisis aguda, cuya gestión está en manos de un gobierno que no tiene a la cultura (ni a la educación, ni a la ciencia) entre sus prioridades. A su vez, la separación entre colectivos que reclaman por el derecho al trabajo y demandan condiciones laborales más justas y aquellos que se nuclean específicamente en torno a la cuestión de género (a veces tras un desprendimiento de los primeros) corre el riesgo de opacar las interdependencias que entraman las lógicas patriarcales con la precariedad laboral.

Lejos de cerrar el tema, estas reflexiones intentan hacer un aporte a una conversación de larga data en el campo artístico. Pandemia mediante, todavía tiene un largo camino por recorrer.

Referencias

Infantino, J. (2011), «Trabajar como artista. Estrategias, prácticas y representaciones del trabajo artístico entre jóvenes artistas circenses», en Cuadernos de antropología social, 34, págs. 141-163.

Mauro, K. (2018), «Entre el mundo del arte y el mundo del trabajo. Herramientas conceptuales para comprender la dimensión laboral del trabajo artístico», en Telondefondo. Revista de Teoría y Crítica Teatral, 14(27), págs. 114-143.

Williams, R. (2008), Palabras clave: un vocabulario de la cultura y la sociedad, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires.

(Este artículo se basa en el trabajo de Simonetti y Cestau (2021) «Escenas y escenarios de la pandemia. Una mirada a la situación del sector artístico-cultural montevideano», en Trabajo y Sociedad, págs. 183-197.)

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