Esperanto en Uruguay: Vivito y coleando - Semanario Brecha
Esperanto en Uruguay

Vivito y coleando

El esperanto puede resultar para muchos una lengua muerta, incluso un idioma que –dado su carácter artificial– jamás podría lograr una vida plena. Lo cierto es que sigue siendo motivo de estudio y aprendizaje, además de realizarse congresos a escala mundial donde Uruguay no está ausente.

La escuela rural número 125 de Tarariras recibe clases de esperanto / Foto: Cortesía escuela 125

Su nombre tiene algo de poesía y no es casualidad. Nacido en 1887 de la mente de un oftalmólogo polaco que hizo su primera publicación bajo el seudónimo Doktoro Esperanto (Doctor Esperanza), este idioma auxiliar no tardó en llegar a nuestro país.

En 1924 se fundó la Sociedad Uruguaya de Esperanto. Según apunta Daniel Bebelacqua, integrante de la misma, la lengua “nace de un chiquilín, en una zona complicada de frontera que hoy es parte de Polonia, pero que en su momento estaba bajo un régimen ruso que entendía que la forma de mantener el control era conservando el odio entre las diferentes comunidades: judíos, alemanes, polacos, rusos, lituanos”. Este joven era Lázaro Zamenhof (1859-1917), un médico que comenzó a trabajar con el objetivo de crear un idioma neutro y más sencillo de aprender, ideal para ser utilizado como segunda lengua, un verdadero puente para comunicarse ante la diferencia. El idioma nace así marcado por la utopía, en un afán de hermandad y paz, conceptos que en una mirada superficial pueden emparentar –erróneamente– al esperanto con un movimiento religioso.

Las cartas más antiguas que se han encontrado en Uruguay datan de 1902. Tres años después se realizó el primer Congreso Universal de la lengua. Es difícil estimar cuántos hablantes hay en nuestro país pero, según señalan integrantes de la Sociedad, cada año nuevas personas se integran a los cursos y, como dato peculiar, una escuela rural de Colonia lo enseña. Del mismo modo, son cada vez más los que comienzan a estudiarlo a través de Internet: las aplicaciones Duolingo, Lernu! y el traductor de Google (que también incluye a la lengua de Zamenhof) son tres insumos que juegan a favor de un aprendizaje no institucionalizado.

Sonia Risso, hoy activa integrante de la institución, fue una de las que llegó a ella a través de la web. Comunicándose por chat con esperantistas de diversos países, se enteró de que no era la única que lo estudiaba en Uruguay. Siempre le llamó la atención encontrar, al final de las reseñas sobre el idioma, la información de que el proyecto no prosperó. Sostiene que si bien la lengua nunca logró carácter oficial en ningún país y el inglés seguramente ocupa el lugar que Zamenhof soñó para su invención, ello no la define como una lengua muerta. Risso insiste en la importancia del lugar neutro que ocupa: “Es democrática en el sentido de ser igual para todos los hablantes de lenguas nacionales, no tiene detrás de sí respaldo económico, ni político ni religioso”.

Heliana Correa es brasileña y conoció a su marido uruguayo en un congreso del idioma. Desde entonces se radicó en Uruguay, hace ya casi cuatro décadas. Entiende que “esperanto es vida” y no olvida su dimensión seria: “Ha salvado vidas, a través del esperanto se ha logrado sacar a la gente de situaciones políticas difíciles”.

A todos ellos el contacto con la lengua les ha permitido tener intercambios que de otra forma hubieran sido imposibles. Anualmente se realizan dos grandes encuentros, uno de carácter internacional y otro considerado universal. En esa línea, en julio de 2014 se realizó en nuestro país la 47ª Conferencia Internacional de Docentes de Esperanto. A la misma concurrieron, entre una lista de veintiséis países, profesores de Nepal, Sudáfrica, China, Croacia, Rumania y Canadá. La misma se desarrolló durante una semana, fue inaugurada en el Palacio Legislativo y prosiguió en el Ateneo de Montevideo. A la semana siguiente, el Congreso Universal se desarrolló en Buenos Aires. “Se busca hacer en ciudades que estén cerca. Este año será en Madrid y a la semana siguiente en Lisboa” apunta Risso, que a la par comenta los rasgos comunes entre los esperantistas de todo el mundo: “Es gente que gusta de las lenguas, de una filosofía humanística, organizaciones que se valen del esperanto para tener comunicación con otras organizaciones del mundo, hay –por ejemplo– una sociedad de vegetarianos esperantistas”.

El Uruguay de los años cincuenta y sesenta fue pródigo para el idioma, y Montevideo tiene un peso histórico cuando en 1954, también en el Palacio Legislativo, la Unesco se declaró en favor de su enseñanza. Nuestro país cumplió y así se estudió el idioma en diversos institutos. La dictadura hizo su daño, aunque se reflotó después y “se sigue en ese camino de mucho esfuerzo” insiste Risso.

Hay narrativa, poesía y canciones compuestas directamente en el idioma y, según señalan, es probablemente la música la manifestación artística más desarrollada a través de esta lengua. Asimismo, son muchas las obras traducidas, entre ellas se destacan versiones completas de Martín Fierro (conservando rima y métrica), Don Quijote de la Mancha, Cien años de soledad y, dentro de los uruguayos, textos de Vaz Ferreira, Rodó, Galeano y Benedetti, así como una versión de La Cumparsita, entre otros tangos.

APRENDER LA LENGUA. ¿Para qué aprender una nueva lengua? ¿Por qué elegir el esperanto? Las razones son diversas. Risso entiende que “puede servir mucho a la persona que tiene inquietudes y que llega a la edad de jubilarse y quiere viajar por fuera del circuito turístico”. Sin ir más lejos, Sonia cumplió su sueño de conocer Polonia: “Antes de irnos mandamos una carta como tirando una botella al mar, ‘vamos para allá, queremos conocer esperantistas’, y finalmente estuvimos en cuatro ciudades y nos recibieron en sus propias casas y con ellos recorrimos el país desde adentro, como una persona común”.

Dentro de las ventajas, cabe insistir que este idioma, a diferencia de los tradicionales, es más sencillo de aprender: dada su base latina se emparenta con el español, además –desde el congreso de 1905– tiene una serie de reglas fijas y sin excepciones, aunque eso no le impide una evolución propia de una lengua natural. A modo de ejemplo, los sustantivos siempre terminan en “o” y los adjetivos siempre en “a”, las palabras se acentúan en la penúltima vocal y no hay letras mudas como nuestra “h”. “Es aglutinante como el alemán –apunta Bebelacqua–, unís raíces de dos palabras, se forma una palabra donde una raíz es la base y la otra modifica el significado. Tenés luego todo un juego de prefijos y sufijos donde a ese grupo de raíces le cambias el significado con ese agregado anterior o posterior; está la ventaja porque reduce el vocabulario a aprender, a partir de una raíz podés obtener un montón de palabras”. Pero el esfuerzo es inherente: “Es más fácil –insiste Risso–pero exige dedicación también; te hace trabajar la parte activa del cerebro y al mismo tiempo estimula el estudio, porque los logros son más rápidos. Se presta también para la creación, si no hay una palabra que exprese lo que uno quiere decir se puede construir, y el otro te entiende, eso es lo más lindo”.

La maestra Ana Martínez se enteró del esperanto a través de una radio argentina que fácilmente sintoniza desde Colonia. “Sentí el llamado” advierte, y en él la posibilidad de conocer otras culturas gracias a la enorme red de esperantistas en más de cien países. Corría 2007, descargó un curso desde la web y ya con una noción básica (pero escasa a nivel de pronunciación) se contactó con la Sociedad Uruguaya de Esperanto.

El entusiasmo fue tan grande que desde 2011 enseña el idioma en la escuela rural número 125 de la ciudad de Tarariras, donde actualmente asisten 34 estudiantes. La nueva lengua ha permitido a los niños contactarse con sus pares de Japón, Suiza, Cuba, Polonia y Sudáfrica, con mensajes virtuales pero especialmente con correspondencia en papel y en paquetes que han guardado postales, dibujos, recetas, figuras en origami, incluso golosinas. Asimismo, el año pasado la escuela fue visitada por una familia alemana de residencia en Suecia, todos practicantes de la lengua.

Una década después del programa de radio que le despertó el interés, Martínez ha tenido la posibilidad de conocer Cuba, Dinamarca, Polonia, Corea y China, bajo la consigna básica de unión de los pueblos, eso que maneja desde su nacimiento la lengua de Zamenhof.

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