
Parece mentira que el querido Bazofi esté cumpliendo 13 años. Quienes lo vimos nacer, allá por 2012, cuando Fabio Manes todavía presentaba las películas junto a Peña, estamos emocionados: más allá de que ya ha tenido ediciones en otras provincias argentinas y una en Chile, es hermoso verlo ampliarse hacia las dos márgenes del Plata. Se trata de un festival de cine en 35 milímetros y eso, a esta altura del partido, parece un oxímoron, pero no lo es. Burlándose de la solemnidad de eventos como el Bafici (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente) o del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Manes y Peña decidieron hacer un festival de rarezas, de excentricidades cinematográficas; viejo cine de archivo que zafa de todo el esnobismo propio de las novedades para invitar a la gente a una panzada de locura y extrañeza.
Al fin y al cabo, fue Manes el responsable del uso del término bizarro para reconocer un tipo de cine, un cine «clase B» que no se ajusta a las normas de género o presupuestales; un cine que desentona y, por eso, molesta. Manes tomó el término de revistas extranjeras que lo usaban como sinónimo de raro o extraño, cuando en realidad significa, en su acepción oficial, valiente o esforzado. En la página de Cinemateca en la que se anuncia este evento se explica lo siguiente: «La programación del Bazofi se concentra en un cine que ya no existe más, ya sea por su audacia temática o formal, por haber sido hecho con técnicas obsoletas y totalmente analógicas, o por priorizar el delirio más absoluto por sobre nuestra triste realidad cotidiana. Nada parecido a las películas del Bazofi podrá encontrarse en el cine actual». Bizarro, sí, y por eso muy hermoso.
Así que la programación incluirá materiales de todo pelo y color. Hay que sumergirse y dejarse llevar. Uno de los títulos es Un hombre llamado Noon (Peter Collinson, 1973), un wésterncon un protagonista amnésico que no sabe cómo se llama ni quiénes son sus enemigos, y que cuenta con la música del argentino Luis Bacalov. Otra curiosa maravilla es En la boca del miedo (John Carpenter, 1995), película poco recordada del director, pero que, de solo de pensar en verla en fílmico, a esta cronista se le hacen agua los ojos. El maestro hace un uso impresionante de la metaficción y realiza una predicción asustadoramente precisa de lo que serían las relaciones semióticas en el siglo siguiente, es decir, este mismo. Para despuntar el vicio del cine italiano, estarán Pánico en la ciudad de los muertos vivientes, una barbaridad de inicios de los ochenta en la que un cura se suicida y abre las puertas de un infierno desde el que llega una horda de zombis que buscan carne fresca, y Gracias, tía, aquella primera película de Salvatore Samperi, perfecta para 1968 (ah, los sesenta), en la que se para de frente contra toda moral y nos muestra la historia de un sobrino que finge ser paralítico y seduce a su propia tía, interpretada por la inconmensurablemente bella Lisa Gastoni. ¿Qué más se puede pedir?
CUALQUIER COSA, EN SERIO
Dos históricas asistentes del Bazofi en Argentina hablaron conBrecha para contarnos sus impresiones sobre el festival a lo largo de los años. «Cuando llegué al Bazofi, yo ya estaba dentro de lo que era Filmoteca en vivo, que estaba comandada por los queridos Fernando Martín Peña y Fabio Manes, el recordado y adorado Fabio», cuenta Andrea Zeiger. «El Bazofi es el mundo de un material que, fundamentalmente, está vivo. Es analógico, es de otra época. Y toda la programación tiene algo que te va a sorprender. En mi caso, aprendí a ver cualquier cosa en el sentido literal, no por decir “ah, esto es cualquier cosa”, sino cualquier cosa en serio. Una vez vi una película científica sobre unas amebas que danzaban, musicalizadas en vivo por el gran Fernando Kabusacki y su banda.»
«Si van al Bazofi, esperen lo inesperado. Emociones fuertes. Obras maestras. Obras menores y obras de las peores. Y, bueno, hay que tener actitud cinéfila. Lo más importante es que si no querés ver píxeles, tenés que ir. Y también si estás cansado de la pose intelectualoide», dice Mariángeles Fernández Rajoy, otra entusiasta de la primera hora. «En Argentina, las ediciones suelen tener focos: por ejemplo, ciencia ficción de Europa del Este, cine del régimen comunista, el foco antibiótico, el buen cine de montaña, Bazofito, cine argentino de mierda… El clima puede ir desde el silencio reverencial ante esas grandes obras maestras hasta la sensación de estar metidos en una matiné de estudiantina.»
A la hora de invitar a los montevideanos a participar del evento, ambas cinéfilas se entusiasmaron: «Vecinos del Río de la Plata: no están acostumbrados a ver estas cosas. Hay que perdonar a las copias porque pueden tener defectos de color o algún globito, pero hay que olvidarse de eso y ver lo que hay adentro, ¿eh?», ríe Zeiger, con tono jocoso. «¿Cómo te convenzo de asistir al Bazofi? La característica principal es la ausencia de solemnidad, que da paso a algo profundo donde siempre hay lugar para la sorpresa», expresa Mariángeles. «En los Bazofi siempre hay últimas oportunidades, copias que están bastante deterioradas y que tenemos una última chance de ver en fílmico. ¿Te las vas a perder? De eso se trata, de salir de lo obvio. Hay que abrir el corazón, la cabeza, el alma y apreciar lo que te llegue del material. Es una invitación al desprejuicio, a ver lo que no estamos acostumbrados a ver. He sido testigo de muchas funciones y es alucinante escuchar, no sé, la risa de los chicos en una película con Harold Lloyd. Qué sé yo. Eso da un poco de esperanza de que todavía se puede llegar a algunas fibras que para mí son eternas y muy muy valiosas. Cada cual tendrá su versión.»
Así que siempre hay más, porque el Bazofi deja espacio para que los espectadores pongan lo suyo, valorando la capacidad de cada persona para relacionarse con una mirada distinta del pasado y dejarse atravesar por sensaciones inéditas. La programación cierra el domingo 23 con dos funciones de Peña sin cadenas, el ciclo en el cual Peña no dice de antemano lo que va a exhibir y, luego de la función, apuesta a la lealtad de los espectadores y les prohíbe que cuenten afuera lo que han visto. Mucho cuidado, que si traicionás a Peña, el fantasma de la yeta cinematográfica caerá sobre ti…


