Parece demasiado bueno para ser verdad. Un equipo de la ciudad de Kyoto, en Japón, asegura haber descubierto un nuevo tipo de bacteria que literalmente se come el plástico Pet (Polietileno tereftalato), utilizado principalmente en recipientes, botellas y algunos productos textiles. Según un estudio publicado por la revista Science, la bacteria bautizada por ellos como Ideonella Sakaiensis utiliza dos enzimas que hasta ahora eran desconocidas: la petasa convierte al plástico en un compuesto intermediario llamado Mhet; la segunda enzima es la Mhet hidrolasa, que rompe ese compuesto en otros dos con los que originalmente se sintetiza el Pet: etilenglicol y ácido tereftálico. Es así que esta simpática Ideonella utiliza ambos compuestos como alimento, por lo que sucedería el milagro de no quedar rastro alguno del plástico.
Luego de cinco años de trabajo, los investigadores recopilaron 250 muestras ambientales de una planta de reciclado de botellas de Pet; una sola de estas muestras –la 46, concretamente– contenía una muy disímil mezcla de bacterias, con un comportamiento sumamente atípico.
El artículo científico señala también que sólo en 2013 se produjeron 56 millones de toneladas de Pet en el mundo, cerca de un 16 por ciento de los plásticos fabricados, lo cual supone un impacto ambiental inmenso ya que se trata de un material no biodegradable. Pero se señala que en una temperatura ambiente de 30 grados centígrados la bacteria puede degradar una película delgada de Pet en seis semanas.
Lo curioso es que el plástico Pet sólo existe desde hace 70 años, por lo que se trata de una bacteria que se ha adaptado en un período muy breve, considerando los estándares de la biología evolutiva. Menos de un siglo fue suficiente para que su genética “aprendiera” a convertir el plástico en su principal fuente de carbono.
Por supuesto, queda un camino importante por recorrer para que pueda considerarse una aplicación práctica y orientar esta clase de microorganismos a fines medioambientales. Pero no son pocos los que los ven como una auténtica esperanza. Y nunca una bacteria había tenido tan buena prensa.