La renovación del programa bélico nuclear Trident dejó al descubierto el panorama político pos Brexit que, curiosamente, consolidó el poder de los conservadores que dispararon la crisis con el referendo, dividió hasta la atomización a la oposición laborista y levantó una vez más el espectro de la independencia de Escocia. La bancada conservadora en su casi totalidad, más de la mitad de los laboristas y un diputado escocés se manifestaron a favor de la renovación del Trident: una sólida mayoría de 355 diputados (472 a favor, 117 en contra).
La fragmentación de los laboristas, entre los que estaban a favor del Trident, los que estaban en contra y los que se abstuvieron o ausentaron, muestra a un partido tan dividido que sus posibilidades de montar una oposición efectiva a la nueva primera ministra Theresa May son hoy casi nulas. Si esto sopla a favor de May, los 58 diputados escoceses que votaron en contra de la medida profundizaron el abismo que se abrió entre Escocia, abrumadoramente a favor de la Unión Europea, e Inglaterra, mayoritariamente en contra.
A pesar de esto los conservadores pueden jactarse de un frente unificado en torno a la figura de May que le da gobernabilidad al país en medio de una de sus crisis más profundas. La nueva primera ministra ha calmado las aguas en un país que parecía sin gobierno. Su agenda diplomática está a full. El martes 19 se reunió en Londres con el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, el miércoles con la canciller alemana Angela Merkel en Alemania y ayer jueves con el presidente francés François Hollande.
La velocidad con que se han iniciado estos rounds preliminares del Brexit cubren el vacío político-diplomático que siguió al referendo, pero el proceso será largo y engorroso. El gobierno británico tiene que activar el artículo 50 del Tratado Europeo para iniciar las negociaciones de la separación, que deben completarse en dos años, pero ni siquiera este paso indispensable está garantizado. El lunes comenzó una apelación ante la corte de justicia de siete firmas de abogados para que el artículo 50 sólo se pueda activar con un voto del parlamento. El caso podría llegar hasta la Corte Suprema de Justicia. Si el fallo es a favor de que el parlamento sea el encargado de activar el proceso, el Reino Unido entraría en aguas potencialmente tumultuosas: tanto en la Cámara de los Comunes como en la de los Lores hay más votos a favor de permanecer en la UE que para el Brexit.
El gobierno pudo mostrar al país y al mundo un sólido frente político durante el debate parlamentario por el Trident. El sistema bélico nuclear está formado por cuatro submarinos cargados con unos ocho misiles atómicos cada uno, estacionados en Falsane, costa este de Escocia. Cada submarino tiene una caja fuerte con instrucciones para el apocalipsis en una carta firmada por la primera ministra sobre cómo proceder en caso de que el gobierno no esté contactable por hallarse bajo ataque o arrasado por una ofensiva nuclear. Como los submarinos están alcanzando el final de su vida útil y tienen que comenzar a ser remplazados, el parlamento tenía que votar si proceder con su remplazo o dejarlos desaparecer.
El debate en la Cámara de los Comunes tuvo de todo. El fantasma del holocausto nuclear, la necesidad de defensa del Reino Unido ante la creciente proliferación nuclear, los más de 60 mil millones de dólares que costará el sistema Trident y hasta una carta de una sobreviviente de Hiroshima encendieron las más de cinco horas de debate.
En su versión de Dama de Hierro II, Theresa May no dudó en contestar que estaba dispuesta a apretar el botón nuclear y matar a 100 mil hombres, mujeres y niños. “El poder disuasorio que tienen las armas nucleares es que nuestros enemigos saben que estamos dispuestos a usarlas. Algunos, en el laborismo, han sugerido que podemos tenerlas y no usarlas. Esto no tiene sentido”, dijo.
Los conservadores argumentaron que en el mundo actual, con el peligro de proliferación nuclear a otros estados y a organizaciones terroristas como Estado Islámico, era irresponsable ceder unilateralmente la capacidad nuclear. Otro argumento, invocado con menos énfasis pero siempre presente, es que la capacidad nuclear le garantiza al Reino Unido un lugar entre los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Onu y un mayor peso diplomático en el mundo.
El líder del laborismo, el atribuladísimo Jeremy Corbyn, respondió que el Reino Unido tiene 40 ojivas nucleares, cada una de las cuales es ocho veces más poderosa que la bomba atómica que mató a 140 mil personas en Hiroshima en 1945. “¿Cuál es la amenaza que tenemos y que lograremos impedir matando a un millón de personas?”, dijo Corbyn. El problema del líder laborista es que unos 140 de sus 222 diputados votaron a favor de renovar Trident y sólo 47 se plegaron a su posición, mientras que 41 se abstuvieron o ausentaron de la cámara. La bancada laborista está abrumadoramente en contra de Corbyn, que en setiembre pasado fue electo con una mayoría de más del 60 por ciento de los afiliados. El miércoles se cerró la incorporación de nuevos miembros al partido que tendrán que votar a fines de setiembre y decidir si Corbyn sigue al frente de la oposición o es sustituido por Owen Smith, un candidato de la “soft left”.
En este momento la peor amenaza para el nuevo gobierno de May son los nacionalistas escoceses, que votaron de manera unánime en contra del Trident. En el debate, el nacionalista escocés Ian Blackford señaló que el voto era otro “clavo en el ataúd” del Reino Unido, mientras que el líder de la bancada, Angus Robertson, remarcó que incrementaba el déficit democrático de una Escocia mayoritariamente a favor de permanecer en la Unión Europea. “Si Escocia es una nación, es una nación. No es normal que el deseo del pueblo de una nación sea totalmente ignorado. Pasó con la Unión Europea y ahora con Trident. Somos los escoceses los que tenemos que determinar si no vamos a estar mejor representados por un gobierno que nosotros mismos elegimos”, señaló.