El año pasado el entonces presidente de la comisión coordinadora del Interior de la Udelar, Gregory Randall, pasaba raya en entrevista con Brecha a los esfuerzos realizados en el interior del país, y destacaba que luego de siete años de expansión esa universidad podía mostrar orgullosa lo hecho. Con la apertura de los centros regionales universitarios (Cenures) hoy tiene presencia en Artigas, Salto, Paysandú, Fray Bentos, Rivera, Tacuarembó, Cerro Largo, Treinta y Tres, Maldonado y Rocha, donde ofrece 70 carreras completas (desde ingenierías hasta licenciaturas y tecnicaturas). Si se agregan otros cursos como los “ciclos iniciales optativos” (que equivalen al primer año de facultad en un área de conocimiento), los posgrados y tramos de carreras, son más de 110 las posibilidades de formación que ofrece esa casa de estudios más allá de los 100 quilómetros que separan a Montevideo y su zona de influencia del resto del país. Randall agregó que si bien habían prometido para el último quinquenio crear 15 carreras nuevas, se abrieron más de 30, y que además de la oferta de enseñanza se crearon unos 240 cargos de alta dedicación docente que conformaron 50 grupos de investigación.
La elección de rector el año pasado estuvo acompañada de algunas críticas a lo hecho en la materia, y las nuevas autoridades anunciaron que se viene una nueva etapa, de revisión y consolidación. Así lo explicó el sociólogo Tabaré Fernández, nuevo presidente de la Comisión Coordinadora del Interior (Cci), en el documento “Bases para la política de descentralización 2014-2018”, donde afirma que la etapa de “apertura y desembarco” finalizó y que ahora es tiempo de “equilibrar” lo hecho, “evaluando todas las líneas para consolidar las más exitosas”.
En entrevista con Brecha,1 Fernández aclaró que no se cerrarán carreras ya abiertas, pero fue muy crítico con lo realizado y agregó que deben rediscutirse los criterios que determinaron la política de enseñanza en el Interior. Ejemplificó con el criterio de que en el interior del país debían abrirse carreras nuevas, que no se dictaran en Montevideo. Dijo que fue un “error garrafal” plantearlo así, porque cualquier innovación debería generarse luego de tener una acumulación en la materia, que la experimentación debe ser “controlada” (y para eso se precisan capacidades), y que lo que pasó en muchos casos fue que se abrieron carreras universitarias en “el desierto” (donde no había acumulación académica). Precisó que esto no pasó en todos lados. Por ejemplo, la carrera de ingeniería forestal que se abrió en Tacuarembó se asentó sobre un piso académico sólido (entre otras cosas el programa forestal del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias se encuentra en ese departamento), pero otros casos como la licenciatura en cine en Piriápolis o la de paisajismo en Maldonado no contaron con una acumulación similar (en estos casos los docentes viajan desde Montevideo y no existen polos de desarrollo asentados en la materia).
Agregó que el criterio de novedad también genera dificultades con la demanda, y puso el ejemplo de la licenciatura en recursos hídricos que se ofrece en el litoral y que tiene muy pocos inscriptos.
Claramente esto responde también a cuestiones culturales, así como a los desafíos en materia de información y difusión. En este sentido, según Fernández hay que trabajar mucho con los egresados de los bachilleratos científicos, así como potenciar las posibilidades que da el ciclo inicial optativo en matemática y en ciencias, para atraer estudiantes a esa carrera.
El bajo nivel de inscriptos se asocia con otro de los criterios que Fernández problematizó. La Udelar resolvió que las nuevas carreras que se abran en el Interior no pueden ser itinerantes, discontinuas o incompletas, como ha pasado anteriormente. La sostenibilidad era un criterio a cuidar. Pero según el nuevo presidente de la Cci, si no hay interés en la carrera es claro que no se pueden abrir los cursos todos los años.
Remarcó que hay un trabajo fuerte a hacer para que esas carreras que además se pensaron como “regionales” (para captar estudiantes no sólo de la ciudad donde están, sino de toda la región que conforma el Cenur), realmente “lleguen” a los estudiantes. Y para eso hay que diseñar una estrategia de bienestar estudiantil, con becas y residencias, para asegurar a los jóvenes traslado, hospedaje, alimentación y acceso a material de estudio.
El presidente de la Comisión Coordinadora del Interior informó a Brecha que ya realizó un planteo al respecto en la comisión de presupuesto de la Udelar. Su opinión es que en aquellos lugares donde los centros regionales de profesores (Cerp) tienen mecanismos aceitados de traslado, alimentación y hospedaje, la Udelar debe asociarse con formación docente y contribuir a ampliar las plazas. Esta estrategia es posible en Salto, Maldonado y Rivera. Resta resolver la situación en Paysandú, Tacuarembó, Rocha y Treinta y Tres. Recordó que en Tacuarembó hay iniciativas firmes por parte de la Intendencia para construir una residencia estudiantil. El propio rector, Roberto Markarian, puso el asunto en el primer lugar de su agenda de negociaciones con las intendencias.
Otro aspecto que Fernández consideró importante evaluar para ver el flujo estudiantil dentro de los centros regionales es la lógica de comunicación entre las ciudades. Ejemplificó que la Udelar decidió ubicar a Melo dentro del Cenur del noreste, pero que en realidad la capital de Cerro Largo tiene menos vasos comunicantes con Rivera o Tacuarembó de los que tiene con Treinta y Tres, y que “naturalmente”, y ante la posibilidad de hacer un mismo curso en Tacuarembó o en Treinta y Tres, los estudiantes melenses optan por la segunda ciudad.
El presidente de la Cci también anunció que “seguramente no se continúe” con la política de creación de Cenures. Que se buscará fortalecer las estructuras administrativas y académicas de los dos ya creados (el del litoral y el del este) y avanzar en el del noreste. Pero aclaró que los otros dos centros regionales proyectados por el rectorado anterior (el del suroeste y el del centro-sur) no cristalizarán como tales, sino que allí la Udelar buscará una presencia –que hasta ahora no tiene– en coordinación con los esfuerzos que vienen realizando otras instituciones terciarias públicas del país.
Por último, Fernández considera clave empezar a evaluar la política en el Interior. Aclara que si bien se precisan por lo menos diez años para medir resultados (en muchas de las carreras ni siquiera hay egresados), igual se pueden ir dando los primeros pasos.
La evaluación de la política incluiría evaluar los resultados de los esfuerzos para la radicación de docentes y conformación de grupos de investigación, los planes de las carreras y si fueron correctas las decisiones generales sobre las cuales se aprobaron (lo que incluye los criterios cuestionados), las características del personal docente (si son profesores que están radicados en el lugar donde se dicta la carrera o viajan desde Montevideo, o si están vinculados con los equipos de investigación asentados en la región), entre otros asuntos. Pero aclaró que aún falta información que permita elaborar indicadores para medir esos aspectos. “El problema acá es que no tenemos información suficiente. Ahora estamos en una etapa previa, que es tener buenos sistemas de información que nos permitan generar indicadores claros para hacer un seguimiento de los estudiantes. Recién este año todas las carreras, excepto una, inscribieron usando el sistema general de bedelías, y no todas las carreras completaron la ficha estadística de ingreso. Por lo cual no tenemos información suficiente sobre los docentes que dictan los cursos en las carreras o para hacer un seguimiento de los estudiantes (si abandonan, si siguen, si egresan). Y otro componente importante, que recién lo vamos a poder hacer en cinco años o más, es ver la inserción laboral de los egresos, que es un elemento clave para evaluar la política”,concluyó.