Tres seres amantes del cine se conocen en una sala. En sus vidas reales intentan desarrollar vínculos con personas del aquí y ahora, pero no pueden dejar de buscar conexiones con el más allá. La última pieza dirigida por Domingo Milesi se presenta como la primera obra de teatro en Uruguay que incorpora tecnología de sonido binaural. Y es porque al director siempre le interesó trabajar en detalle los aspectos técnicos de sus puestas en escena. En Lo que los otros piensan logró encuadrar a sus personajes dentro de un automóvil. En Ayer pensé en decirte adiós compuso cuadros cuasi cinematográficos basados en una lograda escenografía. En Bette Davis, ¿estás ahí?, su nuevo montaje, explora las posibilidades del sonido a partir de un dispositivo adquirido gracias a un premio otorgado por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación. Se trata de una cabeza-micrófono que, colocada en el centro del escenario, capta los sonidos de los actores y los reproduce mediante auriculares que el público debe usar durante toda la obra. De este modo, se crea una experiencia de sonido inmersivo que capta varios planos y direccionalidades (el delicado diseño estuvo a cargo de Gustavo Fernández).
Más allá de estos aspectos técnicos, muy bien logrados, que agregan a la actuación efectos sonoros en los momentos justos, la pieza es un montaje de relojería. Esta condición responde a la dramaturgia y la interpretación de los actores, que componen seres que parecen extraídos de las épocas doradas del cine. Milesi dibuja un universo de seres entrañables mientras pone su mirada en la vejez, en los miedos, en la latencia de la muerte, en la soledad y en ciertos vínculos que pueden entablarse a cualquier edad de la vida. La anécdota ubica a los personajes en una sala que presenta ciclos de cine de autor, con referencias a estrellas del cine estadounidense e italiano, incluida la famosa actriz que da nombre a la pieza. Milesi juega con los géneros que estos filmes representan y en el programa de mano indefine su pieza como comedia, drama, suspenso y melodrama. Hay mucho humor en el intento de recorrer todos estos registros.
Una mención aparte merecen las interpretaciones de Martha Vidal, en el rol de Azucena; María Elena Pérez, en el de Graciela, y Carlos Sorriba, en el de Aníbal. Las dos actrices ya habían sido compañeras de elenco en una obra de Milesi y la conexión sobre el escenario se respira desde el inicio. Son personajes que se alejan del registro naturalista para acercarse a los estereotipos más paródicos. Acompañados por un cuidado diseño lumínico, a cargo de Jimena Romero, transitan los diversos géneros mencionados arriba, enfatizando dramáticamente las escenas que imitan los melodramas protagonizados por Bette Davis. Vidal logra develar las diferentes capas que su personaje le exige y nos deja ver, de a poquito, todo lo que esconde detrás de sus gestos y sus miradas. Una experiencia teatral diferente, en la que se resignifica el rol del sonido y se toman en cuenta aspectos inclusivos esenciales para los espectadores con baja visión.