El fascismo cotidiano, recargado - Semanario Brecha

El fascismo cotidiano, recargado

Subrayado registró la agresión a un indigente durante una entrevista. Luego aparecieron de un lado, la lucrativa sensación de inseguridad, del otro, la inseguridad real de un hombre desamparado, violentado por un individuo ubicado unos cuantos peldaños por encima de él en la escala socioeconómica.

La situación es tan ridícula que hasta parece orquestada, como si algún director de cine bizarro hubiera armado cuidadosamente la escena. Pero a veces la realidad sorprende y dice mucho más sobre el entramado social que la más elocuente de las ficciones.

Luego de la sonada noticia de la chica que denunció haber sido “drogada” en un ómnibus, por una señora mayor armada de un celular que despedía un extraño efluvio volátil y acompañada de “un negro”, quien casualmente descendió del ómnibus en la misma parada, los móviles de Subrayado acudieron presurosos a entrevistar al padre de esta hipotética víctima, quien en unos minutos dio fe y respaldó plenamente los dichos de su hija. Pero si bien lo que dijo el hombre en la entrevista fue lo predecible y no presentó más datos del caso de los que ya se sabían, lo increíble ocurrió al mismo tiempo, y fue también registrado por la cámara de Subrayado. Al fondo a la derecha del cuadro nocturno, curiosamente en la única área iluminada, puede verse la entrada a un edificio, donde bajo su techo se resguarda un hombre en situación de calle. En ese momento, desde el edificio sale otro hombre que, al encontrarse con el indigente bajo su pórtico, le dice algo inaudible (seguramente una recriminación por encontrarse allí sentado), le asesta un pequeño golpe y se va. Mientras tanto la entrevista con el padre de la joven continúa en primer plano, pero no pasa un minuto antes de que el agresor vuelva a la entrada del edificio, le propine al indigente una brutal patada y otro par de golpes y lo sacuda con violencia. El hombre en situación de calle huye de la escena.

Luego de difundir la entrevista a través de su página web, al cabo de dos horas Subrayado publicaba una segunda noticia, titulada: “Subrayado registró agresión a un indigente durante una entrevista”, en la que dejaba constancia de que, “al detectar la agresión en las imágenes, Subrayado se comunicó con los ministerios del Interior y de Desarrollo Social”, por lo que se deduce que, si los denunciantes sólo se percataron de lo sucedido al ver las imágenes, los movileros no se dieron cuenta de la agresión mientras ocurría, por más que seguramente fuese una situación ruidosa y que la cámara estuviera apuntando precisamente en esa dirección.

Más allá de lo que haya visto o no el equipo de producción de la noticia, pueden inferirse varias cosas de estos hechos. Por un lado tenemos una noticia inexistente, con la que los ciudadanos fuimos bombardeados sistemáticamente esta semana pasada: una denuncia infundada, basada fundamentalmente en especulaciones, suposiciones, prejuicios y, seguramente, mucha paranoia. Por el otro, la más cruda violencia, tangible y real, perpetrada en plena vía pública y que sólo obtuvo una limitada difusión por haber sido azarosamente captada por una cámara de televisión en el preciso momento en que ocurría. De un lado, la lucrativa sensación de inseguridad, del otro, la inseguridad real de un hombre desamparado, violentado por un individuo ubicado unos cuantos peldaños por encima de él en la escala socioeconómica.

Parámetros tácitos de lo que es noticia y lo que no lo es se arraigan profundamente en la agenda mediática, y repercuten en la población. Lo que duele realmente es ver una división tan alevosa entre lo que quiere creerse pero no existe y lo que puede verse pero se opta por desestimar o minimizar. El que tenga estómago podrá asomarse a los comentarios en la web de Subrayado que muchos internautas dejan a continuación de la noticia “Está bien el joven agredido en Palermo que registró Subrayado; en ellos le dan la razón al agresor y descalifican como “pichi”, “maloliente” y “lumpen” a la víctima.

El odio de clase sale a la luz y se retroalimenta con estas manifestaciones. Pero esta no es la clase de escándalos que supongan una noticia para los medios, porque o no quieren verlos, o no les sirven. Vende mucho mejor la paranoia, o la amenaza que suponen los pobres para el resto de la sociedad.

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