“Lamento lo ocurrido, la cámara estaba grabando, cientos de inmigrantes rompieron el cordón policial, uno de ellos corrió hacia mí y me asusté. Ocurrió algo dentro de mí, simplemente pensé que me estaban atacando y que tenía que protegerme. Es difícil acertar en las decisiones cuando la gente es presa del pánico. No soy una racista sin corazón que patea niños, no merezco esta caza de brujas contra mí, ni la difamación, ni las amenazas de muerte”, argumentaba en una primera carta, intentando defenderse de lo indefendible, la periodista húngara Petra Laszlo, luego de haberse convertido en una figura viral y una de las mujeres más odiadas del momento. Laszlo arremetió a zancadillas y patadas contra varios migrantes sirios cuando en la zona fronteriza de Roszke (entre Serbia y Hungría) una multitud corría huyendo de las fuerzas de seguridad, para evitar ir a hacinarse a un refugio. Las cámaras la captaron en dos ocasiones, en una de ellas su zancadilla hace caer a un hombre de edad avanzada que cargaba con un niño de 7 años en brazos, en la otra patea a un adolescente e inmediatamente después a una niña que corre de la mano de su padre.
Si bien uno de los videos podría dejar dudas sobre el accionar de Laszlo –efectivamente una marejada de gente se le viene encima y podría tratarse de un desafortunadísimo acto reflejo–, el segundo video, el de la zancadilla con la que tira al suelo al hombre con el niño en brazos, no deja lugar a duda.
Ni bien trascendieron los videos, se creó un grupo de Facebook llamado The Petra Laszlo Wall of Shame (“El muro de la vergüenza de Petra Laszlo”), que obtuvo explosivamente decenas de miles de adherentes. Hoy, una búsqueda de su nombre en la red social muestra decenas de páginas de repudio.
En los videos puede verse que entre los tantos periodistas y camarógrafos que merodean en la zona fronteriza, la única que lleva un tapabocas puesto es Laszlo, lo que puede denotar su peculiar aprensión por los extranjeros. La sospecha se reafirma al conocerse el canal para el que cubría la noticia, la cadena de televisión por Internet Nemzeti (N1TV), un canal marginal que si bien se autodeclara cristiano y conservador, es conocido extraoficialmente como portavoz de Jobbik, partido ultraderechista que apoya al primer ministro, Viktor Orbán. El canal anunció inmediatamente el despido de la periodista, señalando que su comportamiento “no se corresponde con los valores que representa la cadena, tanto a nivel humano como profesional. Es inadmisible”.
Si bien las iniciativas solidarias se han hecho oír en las últimas semanas, este episodio demuestra otra alarmante realidad, la cara de esa otra Europa profundamente xenófoba, celosa de su tierra y temerosa del diferente, dispuesta a la acción violenta contra los extranjeros. Según informa El País de Madrid, 66 por ciento de la población húngara cree que los migrantes son una amenaza para su estabilidad nacional, y en definitiva esta mayoría se refleja en un gobierno que ha manifestado abiertamente considerar a esta crisis migratoria como “una invasión”.
El Comité Búlgaro de Helsinki por los Derechos Humanos ha señalado que la periodista podría enfrentar una pena de cárcel de entre uno y siete años; la violencia estaría agravada por dirigirse contra miembros de un colectivo.