Aunque el título de esta muestra1 posea resonancias bíblicas es muy poco probable que pretenda algún comentario religioso, mucho menos que esté ungida de símbolos trascendentes. Si bien es cierto que la imagen central es la figura humana que se repite de distintas maneras –de perfil, de frente, de cuerpo entero, sólo la cabeza– y con distintas técnicas gráficas –grabados intervenidos, dibujados y pintados–, tampoco pareciera que la preocupación primordial fuera la búsqueda de una dimensión metafísica del ser humano. Por el contrario, las obras en papel sin enmarcar y de perfiles recortados, directamente adheridas a la pared, mueven a pensar en una asunción más prosaica y material de la imagen, como “cosa en sí”.
Es la técnica y el ejercicio del grabado los que están en juego. Desde Walter Benjamin a esta parte se afirma que la reproductibilidad técnica provoca la pérdida del aura de la imagen: “La reproductibilidad técnica emancipa a la obra artística de su existencia parasitaria en un ritual”. Desligándolo de su tradición de origen y posibilitando su existencia en otros contextos, el objeto o la imagen reproducida abandona “su testificación histórica”.
El grabado como técnica de reproducción de imágenes posee una tradición varias veces centenaria, anterior a la fotografía, pero en las técnicas de estampación late aún la huella de la mano, del trazo, de la intención y del error humano. Esta muestra de Gerardo Farber (Montevideo, 1958) se regodea en un movimiento de vaivén “aurático” de la figura humana: reproduce un rostro anónimo de cabeza calva, una figura de gestos ora estáticos, ora enajenados –“Los que dan la medida, los que encajan en ella”, se lee en un texto de sala–, que señalan no se sabe bien adónde, que se entronan como cabezas jibarizadas en sendos “pedestales” (rectángulos) planos. Si la imagen de estas figuras aparece siempre repetida por dos o por tres, también es cierto que es diferente y única: una delgada línea de lápiz le dibuja unos ojos entreabiertos a una, le tuerce un milímetro la boca a otra, le borronea el contorno de las orejas a una tercera… Las texturas del papel intervenido con tintas simulan piel y tersuras orgánicas, provocan ilusiones táctiles. Las transparencias y los veteados inducen a imaginar durezas pétreas, marmóreas. Finalmente, aquello que parecía igual y repetido porque nació de una misma matriz, resulta diferente y singular. La obra es sólo un espejo de su creador, en tanto refleja sus preocupaciones formales autoimpuestas.
Farber posee una vasta experiencia en técnicas de grabado, habiendo sido integrante del Club de Grabado entre los años 1978 y 1990 y trabajado durante 35 años en la industria gráfica. Integró también el grupo Axioma entre 1980 y 1985, y actualmente forma parte del equipo docente de grabado del taller Cebollatí, de Claudia Anselmi. Ha realizado exposiciones colectivas en Uruguay y en el extranjero (México, Suecia, Corea), recibió el primer premio Montevideo de Ex-Libris 2008, el primer premio Montevideo 2006 y mención especial 2005 del Museo Nacional de Grabado, Fundación Lolita Rubial. Sin embargo esta es su primera muestra individual. Sin grandes aspavientos, en una pequeña sala, se impone el desafío formal de depurar un conjunto de imágenes intrigantes y de someterlas a cambios sutiles. Consigue una muestra intensa, “a imagen y semejanza” del grabado y de sus particulares obsesiones.