Su preciado medio cupo mundialista, ese que tantas satisfacciones nos ha dado y que desde 2002 y hasta nuestros días hemos hecho nuestro con milimétrica exactitud.1
No tuvimos tiempo ni para analizar el origen de la noticia, que ahora parece que nadie escribió. Mucho menos para ver si resistía el test del sentido común: ¿qué razonamiento lógico llevaría a la Fifa a basar una decisión –que hace tiempo amenaza con tomar– en la supuesta insatisfacción frente a un fallo puntual? Más o menos como cuando Passarella renunció a la selección porque Nacional no le cedió a Vicente, o Ney renunció al Partido de la Concertación porque no le dieron 20 mil pesos: la explicación resulta absurda.
Pero supongamos que la Fifa en efecto dejara a la Conmebol sin su preciado medio cupo, por la razón que fuere. Las preguntas que se nos antoja formular son las siguientes: a) ¿sería justo que Sudamérica perdiera su medio cupo?; y b) ¿Uruguay volverá a clasificar a un Mundial alguna vez?
La respuesta por defecto a la primera pregunta parecería ser sí, pues resulta cuando menos curioso que Sudamérica se las ingenie para colocar al 50 por ciento de sus selecciones en la Copa del Mundo. En comparación, el continente que se ha quedado con las últimas tres ediciones de la Copa del Mundo (Europa) clasifica al 25 por ciento (13 de 52). Peor le va a África: sobre 53 selecciones, apenas cinco viajarán a Rusia.2
Oceanía tiene apenas un cupo para 11 asociados, Asia tiene cuatro para 46, y la Concacaf otorga tres directos y un repechaje para 35 selecciones participantes.
No nos moverán. A la hora de defender el quinto cupo sudamericano hay varios argumentos. Por ejemplo, el nivel promedio de las selecciones sudamericanas parece superar al de las demás confederaciones: de las diez, todas salvo Venezuela han conseguido jugar un Mundial en los últimos 33 años, seis han conseguido jugar cuartos de final en lo que va del siglo, y tres han jugado las dos últimas semifinales. A eso se le puede sumar el “premio a la permanencia”: la Conmebol se fundó en 1916, casi cuarenta años antes que la Uefa, que hasta 1954 tenía demasiadas ciudades invadidas y/o bombardeadas como para preocuparse por el fútbol.3
Pero iremos más allá: si bien las potencias sudamericanas parecen gozar de un régimen de disputa que las favorece (clasifican cinco de diez, Brasil nunca se perdió un Mundial ni jugando con Fred, y Argentina no falta desde 1970, ni dirigido por Maradona quedó fuera), hay confederaciones que presentan inequidades aun mayores y que por ende parecen asegurar la presencia de los “pesos pesados”, siguiendo la misma lógica “pro poderosos” existente en –por ejemplo– los torneos de clubes organizados por la Conmebol.
Fusión imposible. Quizás la eliminatoria más desigual de todas sea precisamente esa con la que sería cuasi natural fusionarnos: la de la Concacaf. Al norte de Colombia el ranking Fifa parece pesar más que en cualquier otra parte: los 35 equipos se dividen en cuatro fases, en virtud del puesto que ocupaban en el citado ranking al 14 de agosto de 2014. Las 14 selecciones menos agraciadas (entre las que destacan las de Curazao, Islas Caimán, Montserrat y San Cristóbal y Nieves) juegan la primera fase en siete llaves con partidos de ida y vuelta. Los siete ganadores avanzaron a la segunda rueda (digo avanzaron porque los partidos ya se jugaron)4 donde se integran otras 13 selecciones, en diez llaves que arrancan el próximo 10 de junio. De allí surgirán diez selecciones a las que se sumarán Jamaica y Haití en tercera fase, para definir seis nuevas series que arrojarán seis ganadores que, ahora sí, jugarán la cuarta fase junto a los “grandes” (México, Estados Unidos, Costa Rica, Honduras, Panamá y Trinidad y Tobago), divididos en tres grupos. Más claro, echale agua de Maldonado.
Pero la historia no termina ahí: los dos primeros de cada grupo se enfrentarán en el “hexagonal final”, que ahora sí otorgará los tres cupos y medio. El proceso es tan largo que las chances de que un pequeño país centroamericano deba retirarse debido a un terremoto/tsunami/guerra civil/golpe de Estado/invasión yanqui son elevadísimas.
He ahí la razón de por qué la Concacaf nunca fusionará su competencia eliminatoria con la Conmebol: está claramente dominada por los países más poderosos (particularmente México), que aseguran su presencia mundialista mediante un mecanismo de disputa perverso que profundiza la brecha entre los de arriba y los de abajo. ¿Cómo convencer a la gente de Televisa de jugar una eliminatoria ante Uruguay y Colombia cuando pueden seguir haciéndolo ante San Vicente y las Granadinas?
No tenemos respuesta para la pregunta b. De momento, nos limitamos a hacer fuerza para que Uruguay llegue lo más lejos posible en la Copa América, para que Suárez quede habilitado antes de que estemos a nueve puntos de los puestos de clasificación. Si efectivamente Sudamérica pierde su medio cupo, lejos de pensar en una conspiración en nuestra contra, nos convendrá llamarnos a silencio y admitir que si reclamamos equidad hacia arriba (por ejemplo, nos sigue pareciendo un atropello que Brasil y Argentina tengan siete equipos en la Libertadores y nosotros apenas dos y medio), también debemos exigirla hacia abajo, permitiéndole a Aruba, Brunei o Kirguistán contar con mayores chances de probar qué se siente al estar en el centro del mundo durante un par de semanas.
Después de todo, en Rusia hay mucha inseguridad, y en Qatar hace un calor de la gran siete.
1. Desde que las eliminatorias sudamericanas se juegan en régimen de todos contra todos, Uruguay ha disputado todos los repechajes: 2002 (Australia), 2006 (Australia), 2010 (Costa Rica) y 2014 (Jordania), con tres clasificaciones y una sola eliminación.
2. Zimbabue es la selección africana número 54, pero fue eliminada debido a una deuda que la federación mantiene con un entrenador.
3. La Confederación Asiática de Fútbol se fundó en ese mismo año 1954, mientras que las restantes nacieron años después.
4. Clasificaron Bermudas, Dominica, Barbados, Nicaragua, Belice y nuestra candidata: Curazao, que en segunda fase se medirá ante la poderosa Cuba.