La decisión del ministro del Interior de Argentina, Eduardo de Pedro, de poner a disposición su cargo ante el presidente, Alberto Fernández, por la derrota electoral del domingo desató la crisis en la coalición oficialista. Lo siguieron los ministros de Ambiente, Juan Cabandié; Cultura, Tristán Bauer, y Ciencia y Tecnología, Roberto Salvarezza, los tres más cercanos a la vicepresidenta, Cristina Fernández. A ellos se sumó media docena de funcionarios de segunda y tercera línea también del ala dura que responde a Cristina Fernández. «Esto es una masacre insólita y ridícula, porque todos tenemos buenos números de gestión para mostrar en plena pandemia», confió a Brecha un ministro cercano a Alberto Fernández.
El miércoles estalló la crisis e inmediatamente quedaron expuestos los protagonistas de la puja. El sector liderado por Cristina Fernández protesta por la estrategia electoral que le hizo perder votos en provincias donde la imagen pública de la vicepresidenta es mayor que la del propio gobernador. Este jueves, Cristina publicó una explosiva carta donde acusa al presidente y su entorno de no escuchar sus propuestas y críticas a «una política de ajuste fiscal equivocada que estaba impactando negativamente en la actividad económica y, por lo tanto, en el conjunto de la sociedad y que, indudablemente, iba a tener consecuencias electorales». «No lo dije una vez… me cansé de decirlo… y no sólo al Presidente de la Nación», remata. La tremenda derrota del domingo, de repetirse con los mismos números en las elecciones legislativas de noviembre, dejaría al peronismo, por primera vez desde 1983, sin mayoría propia en el Senado –la cámara presidida por la vice–, un espacio clave no solo para el tratamiento de leyes, sino también para el vínculo con los gobernadores peronistas.
El titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, líder del Frente Renovador y potencial presidenciable en 2023, reunió esta semana a su sector para analizar la situación y dar un tibio apoyo al presidente. Mientras tanto, los ministros fieles a Alberto Fernández analizaron la situación en la Casa Rosada, ratificaron su permanencia en el gabinete y sumaron el apoyo de la Confederación General del Trabajo, los gobernadores peronistas y algunos movimientos sociales, como el Movimiento Evita, de arraigada inserción territorial en el Gran Buenos Aires y media docena de provincias donde el gobierno sufrió la derrota el domingo.
Cristina Fernández tiene su principal apoyo en su partido, Unidad Ciudadana, y en la organización La Cámpora, liderada por su hijo Máximo Kirchner, cabeza del bloque de Diputados del frente oficialista y con influencia directa en la gobernación de Buenos Aires, gestionada por el exministro de Cristina Fernández, Axel Kicillof. El reclamo de este sector apunta directamente a lo que entiende como una gestión deficiente del presidente y dos de sus colaboradores: el ministro de Economía, Martín Guzmán, y el de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. La propia vicepresidenta llamó a Guzmán en la tarde del miércoles para aclararle que ella jamás pidió su renuncia. Para Guzmán fue un día D: no solo estuvo a punto de salir del elenco oficial, sino que ese mismo día presentó el proyecto de la ley de presupuesto 2022 con las proyecciones económicas y los ajustes planteados para saldar la deuda contraída por el gobierno de Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Los voceros de Guzmán y Kulfas confirmaron a Brecha que los ministros siguen, pero no se sabe por cuánto tiempo.
Para contrarrestar la derrota del domingo, el presidente estudia tres medidas concretas: un aumento del 10 por ciento para todos los salarios, un incremento del 11 por ciento para los bonos de los jubilados y los pensionados, y modificaciones impositivas a favor de la clase media, golpeada por la inflación en medio de la pandemia. Lo cierto, al cierre de esta edición, es que la interna oficial así expuesta quiebra, quizá de forma definitiva, una alianza de 19 partidos que llegaron para frenar la debacle liberal causada por cuatro años de macrismo.
LOS POLÍTICOS ANTIPOLÍTICOS
Antes de las elecciones, Javier Milei reconoció que fue asesor del exgobernador de Tucumán impuesto por la dictadura, el exmilitar condenado por delitos de lesa humanidad Antonio Bussi, cuando este fue diputado, en los años noventa. Además, llevó como segunda en su lista a la abogada Victoria Villaruel, defensora de militares con prontuarios similares al de Bussi. No en vano, en su plataforma electoral apuntan a terminar con los juicios por delitos de lesa humanidad en el país. Por otra parte, a pesar de su prédica antiestatista, el carismático economista trabaja actualmente para el grupo empresarial de Eduardo Eurnekian, el cuarto mayor contratista del Estado argentino, beneficiado por diversos subsidios y concesiones públicas.
Nada de eso impidió que el ícono mediático, hasta hace poco outsider del mundillo político, cosechara algo más del 13 por ciento en las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) del domingo en la capital argentina, donde fue la tercera fuerza, mientras que su socio en la provincia de Buenos Aires, José Luis Espert, se quedó con algo más de 4 puntos porcentuales y mejoró su performance como precandidato presidencial en 2019. «Milei representa la reacción de los votantes que vieron en el primer Macri el ideario de la antipolítica. Para 2015, cuando llegó a la presidencia, Macri había perdido ese discurso y negoció con el mundo político para poder gestionar», señala a Brecha el consultor Raúl Aragón. «Son experiencias que generalmente no duran mucho en el firmamento político, pero pueden producir cimbronazos en el sistema» y torcer el rumbo de la discusión pública, remata. Lo cierto es que, de repetir los números del domingo en las parlamentarias de noviembre, tanto Milei como Espert se asegurarían una banca en Diputados.
Con su típico discurso antipolítico y verborrágicamente desaforado, tras conocerse los resultados el líder de Avanza Libertad señaló en LN+ al jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, como «el gran perdedor en la ciudad», por el crecimiento, a sus expensas, de la nueva fuerza derechista. Lo cierto es que Rodríguez Larreta fue el ideólogo del victorioso enroque de la campaña macrista entre María Eugenia Vidal y Diego Santilli. La exgobernadora pasó de ser candidata en la provincia de Buenos Aires a postularse por la capital, donde finalmente se quedó con el 48 por ciento de los votos. Santilli, que fue de la capital a la provincia, logró triunfar en la interna partidaria sobre el neurólogo Facundo Manes y, sumando los votos de ambos, superó al peronismo. A nivel nacional, Juntos por el Cambio (J×C) logró el 40 por ciento de los votos, frente al 31 por ciento del Frente de Todos, mientras que la tercera fuerza fue la izquierda trotskista, que consiguió el 6 por ciento y en la provincia de Buenos Aires superó a Espert.
DEUDA OFICIAL
«Con la macroeconomía ordenada no se ganan elecciones» fue la frase repetida en la Casa Rosada el lunes, tras la derrota. El gobierno busca entender por qué su renegociación de la deuda externa con los privados y el FMI, su estabilización de las cuentas generales y sus anunciados proyectos de obras públicas no alcanzaron a la hora de seducir al votante. Por eso el gobierno piensa anunciar con cierta urgencia el paquete de medidas económicas en alivio de las clases medias de cara a noviembre.
Si la derrota del Frente de Todos en seis de las ocho provincias que elegirán senadores en noviembre se repitiera con números similares a los del domingo, el peronismo perdería dos senadores y pasaría a tener 35 bancas. El nuevo Senado podría albergar 31 asientos para J×C y seis para los partidos provinciales, poniendo en aprietos el cuórum peronista. Algo similar ocurriría en Diputados, donde el peronismo pasaría de 120 a 116 legisladores, mientras que J×C crecería de 114 a 116. Las dos bancas de diferencia se las llevarían la buena elección de Espert en Buenos Aires y la de Milei en la capital.
Pero en noviembre habrá que ver hacia dónde se vuelca el 6 por ciento de los votos que suman los partidos que en las PASO no alcanzaron el piso requerido del 1,5 por ciento, si se modificará el 6 por ciento de los votos en blanco y anulados, y si el 33 por ciento de los empadronados que no concurrieron al cuarto oscuro esta vez lo hará. «Escuchamos el mensaje de la sociedad y mañana nos pondremos a trabajar para revertir este resultado», dijo Alberto Fernández sobre la medianoche del domingo, en un escenario originalmente montado para festejar un triunfo.