Un festival de teatro es siempre una instancia de alegría. Cuando además implica un intercambio entre países y realidades es indudable que la experiencia resulta valiosa y enriquecedora. Ver las inquietudes y búsquedas estéticas de estos artistas que han cruzado el océano para convertirnos en sus espectadores será, seguramente, un disparador de reflexiones.
Temporada Alta (TA) llega a Uruguay como resultado de una gira que comprende también a Argentina y Perú, y se debe al esfuerzo del grupo Timbre 4, de Buenos Aires, y a la Alianza francesa de Lima. En Montevideo, Sala Verdi y el Centro Cultural de España (Cce) han sido los responsables de esta nueva edición.
El festival nace en Girona en 1992 con solamente cuatro espectáculos. El objetivo era acercar al público de la ciudad aquellas obras que no podían verse allí. A lo largo de 25 ediciones, y alcanzando los 100 espectáculos entre teatro, danza, circo y música en 2016, la propuesta ha logrado varios objetivos. Uno de ellos ha sido la internacionalización del teatro catalán, que ha permitido, por ejemplo, que sus artistas crucen fronteras y se hagan coproducciones con otros países europeos. Otro es la formación de espectadores, apuntando al desarrollo de su receptividad y exigencia. Esta iniciativa es resultado de la colaboración con la fundación La Ciutat Invisible, que cuenta con un club de espectadores entre cuyas actividades está la reflexión sobre algún espectáculo o propuesta del festival, tratando de romper la barrera entre el artista y el público. Otra barrera que se buscó romper es la del precio de las entradas, y permitir el acceso al festival de personas en riesgo de exclusión social. Para esto las colaboraciones son varias: Apropa Cultura, Con Arte, y el propio festival, que sostiene el compromiso de que los temas planteados preocupen a la sociedad y que haya proyectos que incorporen a la ciudadanía en los espectáculos, como en el caso de Migranland, dirigido por Àlex Rigola, en el cual participaron muchos ciudadanos de la zona miembros del colectivo de inmigrados. El flujo de visitantes que genera el festival y que repercute en la economía de la ciudad es otra de las conquistas.
El tiempo y el desarrollo no han cambiado las líneas maestras, que aún siguen allí: “Presentación de los grandes directores y artistas nacionales, tener una atención muy especial a las nuevas generaciones de artistas y a los nuevos lenguajes teatrales, y presentar una selección de artistas internacionales, tanto los grandes maestros del teatro como representantes de las nuevas generaciones teatrales”, explica Narcis Puig, productor general del TA. Para los artistas es una oportunidad de presentarse ante colegas, público y prensa, así como una fuente de soporte económico, ya que el festival coproduce parte de los espectáculos.
TRES CITAS. Sala Verdi recibe esta pincelada del festival que se presenta en nuestras tierras en un 2017 que ha dedicado su temporada a Margarita Xirgu, la emblemática actriz catalana que durante la dictadura de Franco llegó a Uruguay para convertirse en la madre de la formación actoral uruguaya, como la presenta la propia sala en su página web.
La historia del señor Sommer estará esta noche a las 21.30, y se repetirá mañana, sábado, en la misma sala y horario. El espectáculo es una adaptación de la novela homónima de Patrick Süskind. Adaptar un género a otro supone un cambio de lenguaje en el que, si todo sale bien, podrá conservarse la esencia. En este caso, esa magia escondida en el código narrativo que se buscó llevar a la representación teatral fue, para Pep Tosar, su protagonista, “el tono, una sabia unión de ternura e ironía, con el que Süskind aborda el tema del final de la edad de la inocencia. Un trauma que ha tenido que vivir todo niño cuando le ha llegado el momento de dejar de serlo”. El personaje del narrador fue adaptado al showman de un cabaret literario no convencional que cuenta su pasaje de la juventud a la madurez recreando episodios que le sucedieron durante la infancia, para descubrir, mientras los relata, su vinculación con un personaje enigmático de su niñez. A lo largo de 23 años este espectáculo ha cobrado vida en más de 1.500 ocasiones. Sólo cuatro de ellas, espaciadas en el tiempo, fueron en Girona. “Creo que en esa ciudad, donde ensayamos el espectáculo en 1993, ha llegado a crearse un pequeño club de adictos a este espectáculo. Pero no creo que signifique nada especial”, comenta al pasar Tosar, refiriéndose a un espectáculo que es casi un clásico del teatro catalán. Con especial sensibilidad llega a nosotros, porque “Süskind, cuando escribió esa deliciosa novela breve, pensó en la pérdida de la inocencia como un patrimonio inmaterial de la humanidad, y su deseo fue dirigirse a los niños que habitan en todos los adultos del mundo. Y yo no puedo hacer otra cosa que trasmitir sus propósitos”, dice Pep Tosar.
El día sábado La noche justo antes de los bosques estará en simultáneo con La historia del señor Sommer, pero en el Cce, y repetirá función el domingo también allí y en el mismo horario. La capacidad será para 35 espectadores por función, porque el espectáculo convertirá al espacio en un elemento semiótico: el público en la calle verá a un indigente que en la oscuridad intentará retenerlo con todas las palabras que es capaz de encontrar para hablarle de su universo, un suburbio donde siempre está oscuro, donde se siente extranjero, donde ya no se trabaja. Le hablará de todo, incluso del amor, como puede hablársele a un desconocido silencioso, inmóvil. La historia avanzará para encontrarlos a todos dentro del Cce. Si bien Óscar Muñoz reconoce no conocer la realidad de los países latinoamericanos para saber en qué medida este texto los describe, intuye, con total sabiduría, “que el espacio de reflexión sería el mismo que en España. El que hace referencia a lo más humano. El peligro de la soledad, de la marginación, sentir que estamos todos al borde del precipicio de la exclusión, que por mucho que intentemos resguardarnos en un espacio de supuesta seguridad, ésta nunca puede ser absoluta y en cualquier momento podemos perderla sin remedio. Esta obra hace que confraternicemos con el excluido, y que veamos que sus miedos más íntimos son en el fondo los mismos que los nuestros”.
Para cerrar este abordaje de la pérdida y su relación con la identidad, la cultura y la sociedad, que empezó en La historia del señor Sommer con un momento concreto de la vida –la pérdida de la infancia–, Acorar se encargará de llevar el enfoque a un nivel más abstracto. Sólo podrá verse en Sala Verdi el domingo en doble función, a las 19 horas y a las 21.30. El texto fue escrito en Buenos Aires inspirado en la obra de Javier Daulte Vestuario de hombres, donde se reflexiona sobre la manera de ser, comportarse y organizarse de Argentina y los argentinos. Para pensar en algo semejante sobre Mallorca y los mallorquines, Tomi Gomila, autor e intérprete de Acorar, utilizó la descripción de una jornada familiar durante la tradicional matanza del cerdo (acorar significa “acogotar” y refiere a quienes dominaban esta técnica en la celebración) para convertirla en metáfora de la trasmisión de valores culturales, de “la sabiduría acumulada durante generaciones en un momento en que la cultura contemporánea que absorben los jóvenes se basa en aspectos comunes y generales a los jóvenes de todo el mundo, y sobre la dificultad de rescatar tradiciones y valores educativos, el idioma, y tantas otras cosas que nos definen, o sea, nos otorgan carácter y nos marcan la manera de ser quienes somos, en tanto que únicos y diferentes en el mundo”. En el tiempo que dura la función las palabras contarán con todo el poder que les impondrá un actor que las considera el elemento básico de configuración de la identidad.
Todas las sociedades viven la consecuencia de los sistemas políticos y económicos que dominan el mundo en beneficio de unos pocos. La utilización de los recursos naturales a favor de las finanzas; la extranjerización de la tierra, la venta de las empresas estatales y un largo etcétera nos han devuelto, como sostiene Gomila, “la vista hacia nosotros mismos (para preguntarnos): ¿quiénes somos?”.
Seguramente este festival contribuya a que encaremos esa esencia frágil escondida en nuestra individualidad, y a encontrar a ese otro que, ajeno a las fronteras geográficas, nos complementa.