“Gobernar es convencer” - Semanario Brecha

“Gobernar es convencer”

Mujica recibió a los entrevistadores de Brecha con una serenidad propia de quien está por culminar un ciclo. En el balance hay un puñado de concreciones que identifica, pero deja en claro que gobernar no es como gestionar una “fábrica”, sino “convencer hasta donde se pueda”.

Mujica. Foto: Federico Gutiérrez

Cuando a Mujica sólo le quedaban cinco días para descolgarse la banda presidencial, la chacra del Rincón del Cerro lucía algo más ajetreada. Ese miércoles una romería de periodistas, funcionarios, además de los obreros que construyen su escuela agraria, desfilaba por las inmediaciones. El presidente se mostraba de buen humor, y con visos de la serenidad propia de quien está por culminar un ciclo. En el balance hay un puñado de concreciones que identifica, pero deja en claro que gobernar no es como gestionar una “fábrica”, sino “convencer hasta donde se pueda”. No esconde cuáles son esos temas casi innegociables para lo que se viene: el Fondo de Desarrollo, la “patria grande” y la política de tierras. Acepta que el futuro canciller podría no continuar con su sello mercosuriano (y que podría ser uno de los “matices” que existirán en el Frente Amplio). Se muestra disgustado con algunos reparos al Plan Juntos esbozados por Raúl Sendic. Pero uno de los asuntos que claramente alteran su tono mesurado es la cuestión de los derechos humanos. En esta entrevista con Brecha, Mujica opina que el conocimiento de “la verdad” también es un castigo y que la nueva comisión de Vázquez se va a encontrar con “los mismos obstáculos que hemos encontrado siempre”. Pero además, en clave de tupamaro, termina de asumir la importancia que les asigna “a quienes tienen los fierros” y su intención de ganarlos “para este lado”. En el estribo, el giro a la izquierda de su gobierno lo delimita en su ética y en la generación de una corriente cultural: “un tipo convencido de izquierda debe tener una actitud permanente de ayuda social”, y además, “lo que se llama izquierda está en un momento de crisis teórica en el mundo entero”.

—¿La tarea de presidente fue mejor o peor de lo que se imaginaba antes de asumir?

—Las cosas no son tan difíciles, los difíciles son los cosos. Como siempre los inconvenientes más graves son de carácter humano por las limitaciones o las naturales diferencias que los hombres pueden tener. Hay gente que cree que la política de gobernar es una gestión, ven al país como una fábrica, como un comercio o como una estancia que se gestiona. Pero la gente no se gestiona. Cada cual tiene su proyecto. La cuestión es cómo armonizarlos para que no se transformen en algo contradictorio. Si tenemos ese concepto de gerenciar, nos creemos que los gobiernos son los que generan la riqueza y las soluciones, cuando en realidad apenas son instrumentos. La que genera recursos es la gente. Entonces, es como pensar que un director de orquesta es un buen instrumentista. Lo más probable es que sea un pésimo instrumentista o uno del montón porque toca varios. El asunto es que no desafinen. Esa es la cuestión.

—Hay quienes, tanto dentro del Frente Amplio, como fuera de él, le achacan pocas concreciones. Sostienen que su gobierno ha tenido un estilo excesivamente asambleario y no lo ven a usted precisamente como un ejecutor. ¿Qué responde a eso?

—Y bueno, porque hay una idea de ordeno y mando en la sociedad con la que yo discrepo. Yo creo que la gente tiene que participar, y gobernar es convencer hasta donde se pueda y tratar de imponer lo menos que se pueda. Hay momentos que sí hay que hacerlo, pero filosóficamente pienso distinto. Hay gente que no puede trabajar si no tiene patrón. Yo peleo para que sean patrones de sí mismos. Es difícil.

—¿Qué es lo más importante que cree que dejó su gobierno?

—De las cosas realmente importantes es que hay menos pobres y menos indigentes. Eso es lo más importante. Después hay mucha cosa que hace ruido. Hay más cables enterrados, hay más molinos, está la cuestión de la energía, falta infraestructura, seguramente. Mejoró bastante la Utu pero no lo suficiente. Tenemos una universidad nueva, vamos a ver lo que da.

—¿Y en qué pudo girar a la izquierda?

—En la ética mía. Yo no creo en la izquierda si no tiene una ética y una conducta. Estoy podrido de los izquierdistas a los que no se le cae un moco para darle una mano a gente que está jodida. La vida es un compromiso de carácter permanente. No hay que esperar a llegar un día al desfile del Arco de Triunfo y que esté todo arreglado. Un tipo convencido de izquierda debe tener una actitud permanente de ayuda social, de compromiso con los problemas aunque esos problemas no ayuden al mundo entero. Revoluciones en el Sportman se pueden hacer en pila, pero no pasa nada. Yo sé que no he vivido como un presidente como los demás porque soy un presidente de izquierda. No voy a arreglar el mundo pero voy a poner una escuela ahí que le va a dar una mano a la Utu. No voy a cambiar el mundo pero le voy a dar una mano a mi barrio.

—Ahora, ¿no considera que esa ética debería trascender a su persona, para que la gente se apropie a conciencia de ese discurso de izquierda, lo incorpore culturalmente?

—Desde luego. No es fácil porque en las sociedades modernas está influyendo una superestructura que nos envuelve a todos. Me doy cuenta de que un hombre puede ser muy de izquierda pero el chico le pide los championes que están usando sus contemporáneos, porque no es sencillo pelear con la imposición del mercado. Es complejo pero creo que en la medida de lo posible contribuimos a crear una corriente cultural. Si no cambiás vos, no cambia nada. Tiene razón la murga, el principal cambio está acá en la cabeza. En la forma de vivir, en los valores que a uno lo mueven. El conocimiento y la cultura son importantes, pero lo importante son los valores que lo guían a uno.

—Pero, para ponerle un ejemplo, ¿la masa de votantes que viene consolidando el Mpp se define de izquierda, o lo votó a usted por sus valores personales, por su carisma?

—Lo que se llama izquierda está en un momento de crisis teórica en el mundo entero. Y hay gente que se cree de izquierda porque está repartiendo el mismo verso que teníamos en el 60 sin sacar cuentas de lo que pasó. Yo no sé si eso es de izquierda, no sé, porque uno tiene que ser sensible a los cambios de la historia. Lo que pasó en la Urss no fue un accidente, se nos vino abajo la estantería. Yo podía pensar que la dictadura del proletariado era una salida hace cuarenta años, hoy pienso que es un buen tobogán para construir burocracia. ¿Pero por maldad de Lenin? No, por experimento histórico. Hay que valorar los resultados. Ahora eso no equivale a que me pase para el capitalismo. El cerebro de izquierda no puede ser conservador; no se puede quedar quieto con una verdad que pudo haber sido válida hace cuarenta años y después los hechos demuestran que no es válida.

—En el exterior ha insistido con los problemas del consumismo, pero acá los indicadores de consumo se destacan como un logro de la economía e incluso se promueven dentro del Frente Amplio…

—No, no, el consumismo es una etapa del capitalismo. El consumismo es funcional a la acumulación capitalista. Yo no combato el consumismo sólo por eso. Y justamente es uno de los hechos más fundamentales que necesitan una contracultura de carácter personal. Te defendés contra el consumismo si vos lo tenés claro en la cabeza. Y si no lo tenés claro te llevaron del hocico. Hoy el grueso de la gente está sometida a la presión que la rodea, y marcha. Te apuesto que si cierra Ecolat pagan los despidos y de los 400 trabajadores te juego que 200 compran coches. Y no lo hacen de maldad, lo hacen por la influencia cultural que tienen. Hay que predicar y laburar mucho en eso porque hay que enfrentarse con una cultura del capitalismo que es más fuerte que los ejércitos de Estados Unidos.

—Pero se produce una paradoja porque uno de los indicadores utilizados por los economistas para calibrar la salud de una economía es el aumento del consumo.

—Sí, y a los economistas del mundo entero se les trancan las estadísticas si se les tranca el consumo. Es penoso. El problema del consumo es que nos distrae con cosas que podemos considerar secundarias y nos priva de tener más recursos para atender las cosas que son realmente determinantes. En el fondo no es un problema de consumir o no consumir cosas. El problema es qué cosas consumimos y que a raíz de ese consumo dejamos de construir. Resolvemos el problema del auto pero no el problema del techo. Ahí se enreda la prioridad, y eso es masivo. Y en el mundo no tenemos recursos para incorporar una parte de África al consumo mundial dándole seguridad de agua y vivienda. En Uruguay nos gastamos un montón de plata en el auto y todavía tenemos una cantidad de gente viviendo debajo de las latas.

—¿Cómo evalúa el escenario económico que le deja al próximo gobierno? Hay un déficit fiscal de más de tres puntos del Pbi que se justificó por las inversiones de las empresas públicas, pero al mismo tiempo el gobierno reconoció que había que tener cautela.

—Nunca pensé que la gente de izquierda se preocupara por el déficit fiscal. Están agarrando el cantito de la derecha.

—Pero usted mismo se preocupó. Hubo un aumento de tarifas que, reconoció, fue para equilibrar cuentas para el próximo gobierno.

—Pero cómo no va a haber preocupación, desde luego. Se vienen años de prudencia. Pero el déficit no creo que sea una cosa dramática. Hay que analizarlo en el contexto global de la economía. Sería doblemente dramático si tuviéramos urgencias importantes en el corto plazo en el área internacional, si el grueso de nuestra deuda fuera sólo en dólares, porque está subiendo, y si no tuviéramos reservas o estuviesen muy menguadas. Pero se da un panorama opuesto. El conjunto está bastante equilibrado. No significa que tiremos manteca al techo, pero no es conveniente tener un déficit de cuatro, cinco puntos. No creo que el déficit pueda reducirse más que al 2,5 por ciento, pero ojalá que me equivoque. Seguramente la economía no va a crecer al 5 o 6 por ciento, entonces hay que gastar mucho en infraestructura interna como elemento reactivador de la economía. Mover el mercado interno con obra pública es más viejo que el agujero del mate. Pericles ya lo hacía.

—El futuro ministro de Transporte, Víctor Rossi, sugirió que el puerto de aguas profundas no sería una prioridad, e incluso fue muy escéptico en cuanto a las posibilidades de que Argentina y Brasil colaboren en el proyecto. ¿Es un tema innegociable para usted?

—No, para mí la condición fundamental es no morirme. Lo demás es todo gestionable. Es muy importante lo que hagan Brasil y Argentina, y por supuesto que pueden no hacer nada. Y por supuesto que somos tontos si no nos movemos para tratar de involucrarnos en esta salsa. Si hablamos de Mercosur y no tratamos de desarrollar infraestructura en conjunto, nos disminuimos a nosotros mismos. Yo espero que la gestualidad de la diplomacia no considere que los intereses de la república terminan donde termina el territorio uruguayo. Precisamos de la región y la región precisa de nosotros. Y tenemos que lucharla en ese sentido. Yo no sé si el próximo gobierno lo va a continuar, lo que lo va a continuar es la historia por encima de los gobiernos. Estamos en una esquina importante. Nosotros estamos en la esquina del Río de la Plata, si no tratamos de sacar partido del lugar donde estamos, seríamos bobos. Ahora, tenemos que darnos cuenta de la estatura que tenemos y que conviene hacerlo con la barra en todo lo posible. Paraguay y Bolivia están interesados, son países mediterráneos y lo precisan como el pan. Pero la barra puede no verlo porque también tienen otros intereses.

—Usted tuvo una impronta latinoamericanista y una actitud de “paciencia estratégica” especialmente con Argentina. El futuro canciller Nin Novoa fue bastante crítico con Argentina y ha hecho énfasis en el pragmatismo de las relaciones exteriores. ¿Avizora un revisionismo en la política exterior?

—No sé lo que van a hacer, pero confío… Nin Novoa es un hombre con mucho sentido común. En cuanto se dé una vuelta por el barrio vamos a ver lo que dice y lo que piensa. Sería bueno recordar que somos tres millones y pico, no llegamos a un barrio de San Pablo. Y bueno, no tendrá el perfil latinoamericanista y puede ser una de las contradicciones que tenemos dentro del Frente. Yo creo que voy a seguir peleando por eso. Y el gobierno lo entenderá o no lo entenderá. Será de los matices que tengamos en el Frente.

—Nin mostró desde el vamos su postura respecto a Argentina. Incluso sugirió que había que pedir algo a cambio por no dejar atracar en puertos uruguayos a los barcos ingleses que van rumbo a Malvinas. “Hay una doble mano, seamos amistosos y si querés que te dé, dame.” Lo dijo con todas las letras.

—Y lo tuvimos. Es bueno recordar cuando tragamos y cuando comemos. Hemos tenido algunas concesiones. Si bien es cierto que tuvimos problemas con Argentina, tuvimos problemas negociados. ¿Dónde quedó el reclamo que iban a hacer en la Corte de la Haya cuando autorizamos el aumento de la producción de Upm? No pasó nada. Y avanzó el dragado a expensas de las propias contradicciones argentinas, que necesitan puertos en el litoral tanto como nosotros. No es sencillo. Yo sé que tiene dificultades pero yo no acompaño la imagen de guapo de barrio. Porque ya la ensayamos con Perón.

—Pero pasando raya, ¿cómo evalúa esa política de negociar hasta morir con el gobierno argentino?

—Pero yo agarré un puente tapado. Después se destapó y los negocios caminaron mucho más que antes. Los argentinos siguieron viniendo acá a pesar de la diferencia cambiaria. La política negociada es la que deja más y la de confrontación la que deja menos.

—Sus últimas declaraciones en Perfil cuando dijo que Argentina “no acompaña un carajo” la integración, sin embargo, parecieron abandonar ese talante…

—Estoy hablando del Mercosur y la creación de industria e infraestructura complementaria. Pero eso no significa que yo me haga hincha de Alemania cuando juega con Argentina. Tener una discrepancia, marcar la independencia, sí. Pero no cultivo el antiargentino.

—Tabaré Vázquez no ha brindado ninguna certeza de que se continúe con programas como los que usted impulsó con los refugiados sirios o los ex presos de Guantánamo. ¿Cómo lo ve?

—Y… no sé. Son cosas opinables. Yo pienso que en una sociedad no todo tiene que ser ganancia. Hay una palabrita que se llama solidaridad. Es bueno que cultivemos ciertas actitudes que nos diferencien frente al egoísmo que hay en el mundo en que vivimos. Creemos que eso nos hace bien y le hace bien al prestigio del Uruguay. Comprendo que hay mucha gente que no puede entender estas cosas, porque quiere que todo pase por la contabilidad de los haberes que me deja. Yo pienso que en la vida hay que tener ciertas actitudes éticas y morales en materia de solidaridad y no podemos cruzarnos de brazos frente a un pueblo que se está desangrando. No podemos decir que revienten, que se jodan, como están tan lejos. Yo pienso que alguna gestualidad… el derecho de decirle a los que mandan en este mundo que sean menos sinvergüenzas y que pongan la carne en la parrilla.

—¿Hay algún compromiso jurídico asumido por Uruguay?

—No, ninguno. La prueba está que el otro día uno (de los ex presos de Guantánamo) se fue a Buenos Aires y vino. Decían que íbamos a ser carceleros de los americanos, ¡no! Ahora lo que nosotros estamos peleando hoy es asegurarnos una financiación de carácter internacional para bancar a los de Guantánamo, que son gente muy destruida. Y después que cumplan un tiempo… A uno que es palestino, y tiene un pasaporte palestino, le estamos gestionando un país que lo reciba. Los otros no tienen pasaporte.

—¿Y con el segundo contingente de personas sirias qué pasará? Se dice que había gente ya seleccionada…

—No, no sé lo que va a ser… no depende de mí. Yo entendí que es una decisión que tiene que tomar el nuevo gobierno.

—En cuanto a los ex detenidos en Guantánamo, ¿la filtración de la noticia en Búsqueda ayudó al proceso de venida o lo complicó más, desde el punto de vista de la opinión pública?

—No…

—¿Hubiera sido mejor mantenerlo en reserva hasta que llegaran y se reasentaran?

—Es muy difícil tapar eso, porque ya lo había publicado creo que un diario en Miami. Y en el mundo en el que estamos una vez que sale, chau, no lo parás más. Pero hay una barrera grande del idioma, y sobre todo que era gente joven de clase media cuando cayó presa; está muy, muy destruida. ¿En qué sentido? Esa falta de primitivismo como para moverse en la aventura de la vida, aquello que tenían los inmigrantes que bajaban del puerto y se iban a levantar un galpón…

—El Fondo Nacional de Desarrollo (Fondes) es un proyecto innegociable para usted. Se ha escrito que incluso le trasmitió a gente del entorno de Vázquez que tenía la fuerza de “30 legisladores”…

—No, al Fondes creo que el presidente lo va a meter en el discurso que va a hacer. Va a ser un fondo que va a financiar como preveía la ley, pero con más precisión, y va a quedar una parte para las cuestiones autogestionarias.

—Pero la intención del gobierno entrante es que también las pymes no autogestionarias estuvieran incluidas.

—No, pero si ustedes ven en el proyecto que nosotros habíamos mandado se incluían a las pymes, porque nosotros valorábamos que hay una masa de dinero que no la puede manejar la autogestión sola. Es difícil conseguir proyectos que absorban 15, 20 millones de dólares anuales, que sean viables, porque incluso tienen problemas de instrumentación. Porque es muy lindo hablar de autogestión, pero conseguir una barra que se ponga no es changa…

—Entonces considera que el espíritu del programa va a ser preservado…

—Sí, en lo principal se va a mantener.

—¿Habló con Vázquez sobre esto?

—Sí, por supuesto.

—¿Y el Plan Juntos?

—Parece que lo quieren poner en el Ministerio de Vivienda. Sería bueno que… puesto en cualquier casilla, tenga la posibilidad que tiene hoy de operar con una fundación que lo apoya. El Estado no puede construir un par de piezas cuya propiedad no está clara a quién pertenece. El Plan Juntos ha ido a mejorar viviendas a lugares donde la propiedad vaya a saber cómo es. Y le hizo una cocina y le hizo un baño. Habría que ver de conservar eso, porque si no hay mucha gente a la que no le podés dar solución.

—Sendic dijo recientemente que un plan de vivienda no se puede financiar con donaciones privadas…

—Pero Sendic no tiene información ninguna… Claro que no se puede financiar, y no está financiado sólo con eso. Decir que el Juntos no tiene presupuesto es no haber estudiado nada, es ignorar. El Juntos tiene financiación privada, lo que se puede, y tiene financiación del Estado, si no no hubiera podido hacer todo lo que ha hecho. No podría haber hecho el edificio que tiene. Lo que pasa es que tratamos de utilizar desperdicios del Estado. Si tú vas al edificio donde funciona el Juntos, ahí frente a la Aduana, eso estaba abandonado hace 20 años. Si te fijás en los vehículos, te vas a encontrar con un vehículo que desechaba Antel. Tratamos de aprovechar todo, pero le pusimos plata para las casas. Pero yo creo que tiene una estructura que la pueden absorber. Es un error conceptual de información decir que no tiene presupuesto. No están enterados, tiene como 300 funcionarios. Ahora, requecheás todo lo que puedas…

—¿Pero son funcionarios presupuestados?

—No, son contratados.

—¿Hay algún proyecto en el que ya está pensando presentar desde la bancada del Mpp?

—No… hay algunos proyectos interesantes que habría que respaldar, que mover. Hay uno que es de (Alfredo) Asti, y que tiene que ver con la vivienda desocupada. Proyectos hay en pila, el problema es que a veces duermen la siesta…

—¿Y con el tema de la tierra?

—En la tierra yo he peleado mucho por Colonización. La gente no se da cuenta, pero nosotros agarramos un instituto que estaba condenado a morir. Hubo un intento de reforma constitucional que lo condenaba. El Instituto de Colonización es el propietario de tierra más grande que hay en este país. Y yo sé que le tienen ganas, porque es una masa de capital muy fuerte, con el valor que tiene la tierra. Hemos logrado transferirle recursos para que siga con su política de tierras.

—¿Ganas en qué sentido?

—Porque quieren vender esas tierras. Fijate las cosas que podrían financiar con el valor de esas tierras. Hay muchos cuentos bonitos: vamos a venderles las tierras a los colonos, ¡oh, qué lindo! Entonces los hijos de los colonos, que no quieren trabajar la tierra porque estudiaron para abogados, por ejemplo, terminan vendiendo y ¿quién compra?

—Las multinacionales

—O el estanciero del pago. Y otra vuelta volvemos a concentrar. Entonces yo creo que Colonización se debe mantener. En Uruguay hay 42 mil productores, los que mueven la aguja serán 4 o 5 mil. Y Colonización tiene una faja de pequeños productores importante. Yo creo que el Estado no debe trabajar un metro de tierra, pero la tierra no se debe colocar en el mercado, entonces, toda la tierra que pueda ir comprando el Instituto asegura que haya gente común que pueda tener un pedazo de tierra para trabajar, pagar una renta y vivir con decencia.

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Venezuela

Aislamientos y riesgos

—¿Y cómo ve la situación en Venezuela, con esta última detención de un alcalde de la oposición?

—Es muy embromado. Perjudica a Venezuela, el prestigio internacional. La está perjudicando, se lo van a cobrar y van a buscar aislarla. Y creo que es una veta, la de fomentar todas las tensiones, todo lo posible, para que se autoacorrale. Porque tampoco Venezuela se puede cruzar de brazos con gente que le está pregonando abiertamente el golpismo. Es muy embromado. Es una de las maneras que tiene la derecha contemporánea de pelear. Es evidente que hay dos posiciones. Está lo que es Capriles y su entorno, que me parece es más racional y busca una salida de carácter institucional. Pero hay otra corriente que quiere un golpe, que se vayan ahora, ya. Y eso le crea una contradicción al gobierno.

—Pero ahí es donde también se corre el riesgo de que exista represión de los aparatos estatales contra alguna protesta legítima. De hecho hay policías procesados por la muerte de un joven…

—Ajá… sí, sí. Porque cuando se sale a la calle es muy fácil planificar y poner intenciones, pero después… Eso es como cuando nos piden que llevemos policías a las tribunas, sabés la que se arma…

—¿Cómo ve los fenómenos de Syriza y Podemos en Grecia y España?

—Los muchachos (de Podemos) estuvieron aquí y hablamos con ellos. Son unos muchachos simpáticos. Pero yo creo que tonifican y le dan un aire de esperanza a una sociedad muy castigada, y seguramente tendrán que encontrar claves que puedan superar. Simpatizo con que surjan esas propuestas, pero está la interrogante de qué va a pasar para adelante. Hay síntomas feos de derechización muy fuertes en Europa. En Francia la derecha cada vez pesa más.

—Con una socialdemocracia en crisis…

—Con cosas como éstas. En Suecia prácticamente había de-saparecido la figura de la sirvienta, porque la pareja hacía las cosas que tenía que hacer. Y con una serie de reformas, si no llegaron al socialismo, llegaron a un tono de sociedad muy equitativa, pero resulta que los trabajadores calificados y de buenos ingresos están votando por los partidos que les prometen menos impuestos, y por lo tanto van a distribuir menos. Parece que hay una reacción de la gente cuando llega a cierto nivel de vida, que quiere más.

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Derechos humanos y Fuerzas Armadas

“Tengo que tratar de tener milicos de mi lado”

—¿Cómo ve la nueva comisión de derechos humanos que va a instalar Tabaré?

—Me parece que está bien intencionada. Va a encontrar los mismos obstáculos que hemos encontrado siempre. Hay un momento en que la justicia se vuelve contra la verdad, y es intransferible que la gente tenga sed de justicia. Eso hay que entenderlo, pero también hay que entender que los seres comunes que conocemos nunca te van a decir la verdad si además le decís “mirá que te voy a meter preso”. Porque así somos la gente. No conozco a la gente que se hace culpable porque sí, alguno podrá haber, pero… entonces ese hecho que Sudáfrica enfrentó de determinada manera, expurgando al que decía la verdad, porque yo creo que la verdad es un castigo. El conocimiento de la verdad es un castigo.

—Pero las organizaciones de familiares reclaman una política de archivos. Sostienen que todavía existe documentación, que incluso puede estar en poder de militares.

—No, están equivocados… ustedes se creen que los milicos nuestros son los alemanes.

—La gran mayoría de los procesamientos en Uruguay se basaron en documentos. El procesamiento de Juan Carlos Blanco se basó en documentos diplomáticos que probaban que se le había invalidado el pasaporte a Michelini, por ejemplo, y las colaboraciones del Plan Cóndor. Se han encontrado historias clínicas firmadas por militares donde se admiten interrogatorios…

—Sí, pero no archivos organizados que estén en el seno de las Fuerzas Armadas. Que se puedan encontrar ramificaciones ahí no lo discuto, pero yo los vi en Libertad prender fuego a los archivos cuando nos iban a largar.

—Hay una interpretación que la debió escuchar más de una vez, que los dirigentes políticos más importantes del Mln no se sienten cómodos con estos temas, que son partidarios de dar vuelta la página porque combatieron…

—No, no, ustedes no entienden al Mln. Nosotros estamos preocupados por el poder, siempre. Y si nos pusimos una vez la pistola al cinto es porque le damos valor a los fierros y a los que tienen los fierros. Y si lucho por el poder en la sociedad, tengo que tratar de tener milicos de mi lado, ¿ta? Porque si los dejo en banda para el otro lado, se los llevan ellos. Y si le escupo un ojo, no voy a ganar a ninguno. Y así como tuve a Seregni, quiero tener de este lado a la mayor cantidad que pueda. Y trato de ganarlos políticamente, porque lucho por el poder. Las Fuerzas Armadas son un elemento que construye poder. Entonces se me establece una contradicción, porque yo entiendo perfectamente la sed de justicia, el sentimiento que tiene la gente, y la gente no comprende que yo peleo por el poder. Pero así como yo respeto los sentimientos que tiene la gente, yo pido que respeten mi manera de pensar. Ese es el problema, nos plantamos distinto. A mí me preocupa pasar militares para mi manera de pensar, y nunca voy a ganar a quien estoy despreciando, porque sé el peso que tienen en una coyuntura difícil. Y la garantía para el nunca más es que haya una barra por lo menos que les quiebre la unidad, si no le estamos regalando los fierros a la derecha.

—¿Cree que en Argentina por tener una política de derechos humanos tan profunda y agresiva ha habido alguna desestabilización de las Fuerzas Armadas?

—¡Que va a ser profunda y agresiva! No hay nadie preso para la salvajada que fue en Argentina. Yo no dije que se desestabilicen… Yo lo que digo es que una democracia que se haga cada vez más popular y que tensiona la lucha de clases tiende a encender la caldera del diablo. ¿Qué nos creemos, que la izquierda es una fiestecita donde le metés la mano en el bolsillo y hacés lo que querés? Yo quisiera que en el futuro en las Fuerzas Armadas haya gente que por lo menos sea un freno para que no la puedan usar. Y hay una cosa: es hipócrita decir que los militares no tienen posición política. Tienen todos posición. Es un terreno de disputa política.

—Pero ¿cree que logró que haya más militares afines a la izquierda, generar cierta hegemonía?

—No, no. No tengo a nadie. Y si lo tuviera no te lo voy a decir. Si es pura logia el Ejército. Las Fuerzas Armadas están divorciadas de la izquierda, por lo que pasó. Yo estoy hablando desde el punto de vista teórico, pero ahora me van a decir inmediatamente que los militares no pueden tener posición política. Entonces son ascetas, son neutros, sólo votan; no jodan…

—¿Pero hasta dónde ir para tener a los militares como aliados?

—Como cuerpo jamás los vas a tener. Y no me vengan a decir que no tuvimos un presidente como Seregni y tuvimos varios milicos. Yo lo que reivindico es el derecho a hacer trabajo político en los cuerpos armados. Y esto enciende la caldera del diablo, porque los blancos tienen su gente, los colorados tienen su gente, pero los frentistas no pueden tener… Los frentistas no tienen nada hoy, que quede bien claro, pero yo aspiro a que dentro de 20 años tengan… eso es lo que digo… que de las oficialidades salga una corriente de frentistas.

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Apostilla

Frente al predio de la chacra de Mujica, un grupo de obreros trabajaba en un galpón y en un terreno aledaño. El local es de una dimensión interesante y el pedazo de tierra parece considerable. El movimiento de vehículos y de materiales es intenso. Allí mismo es donde funcionará la escuela de oficios agrarios que el presidente anunció que instalaría una vez que deje la Presidencia. “Va a empezar con 60 alumnos. Pero eso sólo es el comienzo”, apunta. No cuesta imaginar al propio Mujica dándose una vuelta por el lugar para pasarles algún pique a los estudiantes. Por lo pronto, la tierra de su chacra estaba perfectamente labrada, pronta para alojar a las acelgas, que últimamente es lo que más cultiva.

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